Los jóvenes con la pulserita son el símbolo de este producto turístico. De hecho, el todo incluido nació como una imposición de los turoperadores por su creciente demanda. | ARGUI

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La especialización de Eivissa hacia el turismo de lujo empieza a tener repercusión en otros productos más históricos y arraigados como es el todo incluido. De momento, esta influencia es mínima, pero aun así, la conversión de hoteles en establecimientos de alto standing comienza a quitarle plazas a la oferta de la pulserita, que desde siempre ha sido muy fuerte en las temporadas ibicencas.

Por ahora, cinco proyectos de reforma han provocado que 3.910 plazas que antes eran de ‘all inclusive’ se hayan pasado al turismo de mayor poder adquisitivo. Se trata de las conversiones de los establecimientos Hard Rock Hotel, Ushuaïa Tower y Beach, y Ocean Beach de Sant Antoni, y los cierres del club Delfín y del hotel Playa Real para su próxima reapertura como hoteles de alta categoría. Sin embargo, esta cantidad apenas significa un rasguño para las casi 26.000 plazas de todo incluido que siguen ofreciendo hoteles y apartoteles de todas las categorías.

A falta de cifras oficiales, El Económico ha calculado, con el asesoramiento de la Federación Hotelera de Eivissa y Formentera (Fehif), que de las 47.832 plazas de que disponen los hoteles, apartoteles y ciudades de vacaciones de la isla, un total de 25.722, es decir, un 54%, ofrece el producto de todo incluido a sus clientes, ya sea como régimen base o combinado con otras posibilidades como media pensión. El resto, que suman 22.110 plazas y suponen el 46% restante, carece de este producto.

Precisamente, no cualquier establecimiento puede dedicarse al todo incluido y por esta razón las únicas plazas que se cuentan son las que corresponden a hoteles, apartoteles y ciudades de vacaciones. Están contabilizadas en el total de plazas de Eivissa, que asciende a 78.867 según los últimos cálculos del Observatori balear de Turisme. Esta cifra global incluye también hostales, apartamentos, pensiones y casas de huéspedes, que no ofrecen el todo incluido.

Los establecimientos que dan este paquete turístico a sus clientes suelen superar en cantidad de plazas a aquellos que no lo ofrecen. Por ello, no es de extrañar que sean menos. Así, de los 153 hoteles y apartoteles contabilizados en la Guía de Alojamiento en Eivissa, 57 se dedican al todo incluido mientras que 96 establecimientos no tienen este tipo de oferta.
Según el presidente de la Federación Hotelera, Roberto Hortensius, el todo incluido es “una oferta que sigue aunque ya no vaya en aumento”. “El hotelero, si pudiera seguramente no apostaría por el todo incluido, nos gusta vender la habitación y cobrar todo lo demás extra. Sin embargo, aquí hay una demanda, un mercado internacional, y es un producto que hay que tener”, destaca.

TODO INCLUIDO DE LUJO. Enfocado más hacia el turismo familiar, aunque también a los jóvenes, el todo incluido comenzó como “una demanda y una imposición de los turoperadores”, recuerda Hortensius. Sin embargo, en la actualidad hay empresas que apuestan por este producto y para captar con él al perfil de turista de alto poder adquisitivo que busca Eivissa. Es el caso de la cadena Sirenis Hotels & Resorts, que en su objetivo de “superespecialización en turismo familiar”, como lo califica su director general, Pedro Matutes, ha combinado las dos propuestas mediante la reforma de uno de sus hoteles del Port des Torrent que, con 476 habitaciones y más de mil plazas, es uno de los más grandes la isla.

Se trata del Sirenis Seaview Country Club, que tras quince millones de euros de inversión ofrece desde un gran parque acuático hasta guarderías y restaurantes temáticos. “Hemos hecho mejoras en todas las habitaciones y hemos añadido algunas que tienen piscina privada y jacuzzi propio. Son cosas que uno tiene la idea de que solo funcionan con otro tipo de público de lujo, pero que añadidos al todo incluido también dan buenos resultados”, explica Matutes.

Según el empresario, el turismo familiar es el que más se decanta por el todo incluido. “No quiere decir que la gente no salga, pero a las familias les gusta controlar bien sus gastos en el viaje. Y, cuidado, son precios muy por encima de la media de otros establecimientos; es un tipo de cliente con un poder adquisitivo muy superior a la media del turismo familiar”, añade Matutes.

A modo de ejemplo, en este hotel de cuatro estrellas durante la primera semana de agosto, una habitación con todo incluido y piscina para dos personas puede costar hasta 550 euros la noche, aunque también hay estudios más sencillos por la mitad de su valor, 236 euros. En comparación, en un hotel de dos estrellas como es el Mare Nostrum de Platja d’en Bossa, en el mismo período, una habitación para dos personas cuesta 209 euros la noche. En la misma zona, otro establecimiento de cuatro estrellas de la cadena Sirenis, el hotel Club Goleta, se sitúa en 253 euros la noche para dos personas.

Preguntado por si cree que, en este momento de especialización hacia el turismo de lujo, el todo incluido sigue siendo un buen negocio, Pedro Matutes responde que “existe una visión un poco parcial de lo que es la evolución del turismo en Eivissa”. “Una cosa es la imagen que hay, que de repente genera esa tendencia, y otra es la base, que no ha cambiado”, señala Matutes. “Esta gran base es la gente de clase media, que en una gran parte es turismo familiar”, añade. “De las casi 80.000 plazas turísticas que hay en la isla, las dedicadas al sector del lujo probablemente no sean ni un cinco por ciento. Siempre llaman la atención pero no hay que perder de vista eso”, concluye.