El director italiano Riccardo Frizza dirigirá el 1 de agosto la gala inaugural de la quinta edición del Festival Cap Rocat, acompañado por la Orquestra Simfònica de les Illes Balears y la soprano Pretty Yende.
¿Le influye el ambiente extraordinario del Hotel Cap Rocat?
—Cuando uno está en un lugar que también a la vista te da algo, te estimula. Te da una buena vibra, una buena sensación. Esto evidentemente te pone en un buen mood para poder luego hacer música, que es un arte que sale de tu parte más interior. Cuando estás bien, puedes ofrecer seguramente algo más.
¿Hay gran diferencia entre actuar en una sala de concierto tradicional o en una atmósfera especial como Cap Rocat?
—He hecho música en tantos sitios diferentes que al final no cambia tanto. Es verdad que el lugar te puede inspirar, pero luego esta inspiración se queda dentro y cuando empiezas a hacer música, la concentración te hace olvidar dónde estás. Cuando tocas es importante hacerlo para ti mismo. Yo no hago música para el público, la hago para mí.
La situación acustica de Cap Rocat no es comparable con un auditorio o un teatro. ¿Cómo se adapta a la acústica?
—Son cuestiones técnicas. Estar al aire libre no es como estar en un sitio cerrado, pero los músicos lo saben y se adaptan: tocar un poquito más largo, un poquito más hondo en el arco si hablamos de cuerda, o sostener más el sonido en el viento. Son pequeños detalles que las orquestas adaptan en el momento. Nunca estuve en Cap Rocat, entonces no conozco la acústica de este lugar, pero hemos hecho música al aire libre en todo el mundo. Ya son años que se hace este festival y está encontrando un reconocimiento importante, siendo un festival muy relevante donde participan muchas estrellas.
La solista es la soprano Pretty Yende, con quien ha trabajado anteriormente...
—Sí, Pretty Yende hizo conmigo su primera audición de Lucia di Lammermoor en París en 2012. La he visto crecer, debutó en muchos roles conmigo, así que la conozco muy bien. En esta gala va a presentar lo que ha sido su carrera, recorrer los roles que ha interpretado estos últimos años. Es joven, pero está haciendo un cambio fundamental en el repertorio, así que es un momento importante para ella.
¿Qué tiene de extraordinario?
—Lo más extraordinario es la empatía que tiene con el público. Fui testigo de su primera audición de Lammermoor en la Ópera Bastille de París. Recuerdo perfectamente que después de la escena de la locura había dos mil personas de pie aplaudiéndola y la ópera aún no había acabado. Para mí fue un momento muy impactante porque nunca había visto algo así. Tiene esta entrega artística en el personaje que cautiva muchísimo al público. Su sensibilidad, su manera de ser... es una persona muy simple en el sentido bueno de la palabra, muy abierta, emotiva. Un ser humano muy profundo y esto ayuda muchísimo a transmitir.
¿Qué contacto tiene con el público?
—Tengo una ventaja: le doy la espalda. No tengo un contacto directo ni visual. Mi contacto es muy breve: al principio uno entra, luego la música habla por sí misma y al final espera una reacción.
Es considerado uno de los directores del belcanto más destacados.
—Empecé como director sinfónico y me acerqué a la ópera muy tarde en mi carrera. Cuando era estudiante, la ópera era una parte de la música que no me interesaba para nada porque nunca tuve la oportunidad de conocerla bien. Pensaba en el sinfonismo: Mahler, Strauss, Beethoven. Cuando te acercas y descubres la ópera, se abre un mundo porque es teatro. Si tienes pasión por el teatro, la ópera es lo máximo porque conjugas el aspecto teatral con el musical y logras niveles altísimos de emociones.
¿Verdi es el compositor que más ha dirigido?
—Exacto. Hago belcanto porque es un argumento que me gusta y porque soy director italiano, pienso que es un deber hacerlo bien. Muchas veces se hace muy mal, se adapta la música a las necesidades de los cantantes olvidando el pensamiento del compositor. Donizetti especialmente ha dado la base para las obras de Verdi: las estructuras, la manera de hacer teatro, de resaltar los aspectos psicológicos. No hay Wagner sin una Norma de Bellini. Y hay una cosa muy importante: tienes que amar las voces.
En la gala habrá obras de Bellini, Verdi, Strauss... ¿Algún momento que le emocione particularmente?
—No puedo decir que haya algo que me emocione más. La gala es algo que uno hace por el público, es un conjunto de las piezas más queridas. Me pongo al servicio de hacer que el público disfrute de una noche diferente, de música hecha a alto nivel. Pero no es como dirigir una ópera, no es como contar una historia teatral. Voy a Cap Rocat porque estimo mucho a Pretty Yende, pero también porque me gusta el contexto: es un festival que está marcando algo importante en Europa como festival de verano.
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