Manuel Carrasco emociona en Son Moix ante miles de fans

El cantante andaluz ha presentado este sábado su nueva propuesta, 'Tour Salvaje', en el estadio del Real Mallorca

Manuel Carrasco en Son Moix | Foto: Emilio Queirolo

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El Estadio Mallorca Son Moix se transformó este sábado en el epicentro de un vendaval emocional llamado Manuel Carrasco. El onubense, en pleno Tour Salvaje, no solo ofreció un concierto: construyó un puente entre el alma del artista y la multitud entregada que aguardaba con expectación el evento. Desde el primer acorde, Carrasco desplegó su magnetismo con una naturalidad que no admite imposturas, alistando al público en un viaje donde cada canción era un capítulo de su diario emocional.

Temas como Hay que vivir el momento, Que bonito es querer o Uno x uno son algunas de las canciones más aplaudidas del cantante. Con sus canciones, el andaluz logra que miles de voces se fundan en una sola, al ritmo de un piano que parecía latir al compás de los corazones presentes. Fue una noche de lirismo feroz, de pasiones desatadas y confesiones melódicas.

Sin embargo, el concierto no se limitó a la potencia musical, hubo espacio para la cercanía cuando el protagonista saludó e interactuó provocando alguna ovación. En un estadio tan grande, Carrasco logró la intimidad de una sala pequeña. Y, con todo, su espectáculo no consiste tanto en entretener como en incendiar, en reclamar el lugar que le corresponde como uno de los grandes narradores emocionales de la música española. Ya ven que Tour Salvaje no es un título decorativo. Es un aviso.

Desde el arranque, el show fue tan calculado como visceral. No hubo espacio para la tibieza. El protagonista irrumpió con la convicción de quien no necesita probar nada, pero elige darlo todo. Todas sus piezas sonaron con músculo, sin perder el pulso sentimental que lo distingue, porque Carrasco no canta para gustar, canta para decir. Y eso, en tiempos de fórmulas fáciles, es una rareza valiente. La noche cerró con fuegos artificiales, y no me refiero a los pirotécnicos. Los estallidos fueron interiores. Todo ello dejó una velada para recordar entre sus más fieles.