Alejandro Valenzuela era solo un chaval cuando hace 20 años compaginaba sus estudios universitarios en Palma y Barcelona con las campañas estivales de excavaciones en la ciudad romana de Pol·lèntia en Alcúdia . Allí estuvo extrayendo uno a uno los huesos ocultos durante siglos en un pozo negro que sirvió como contenedor de basura de una antigua taberna en el foro.
Todo este tiempo el arqueólogo había estado dando vueltas en su cabeza a los hallazgos de aquellos veranos en Mallorca hasta que por fin se ha decidido a publicar en la revista científica International Journal of Osteoarchaeology una investigación que está dando mucho que hablar.
La basura de una taberna de la ciudad romana de Pol·lèntia en Alcúdia guardaba el secreto que acaba con la falsa creencia de que los zorzales eran un manjar solo para ricos. La comida rápida callejera no la inventaron los americanos, existía ya en la antigua roma y el tordo era su snack estrella.
Para entender lo ocurrido hay que volver al interior de aquél agujero de Pol·lèntia. «Hablamos de un conjunto de huesos procedentes de un pozo negro de la habitación z del foro, asociado a una taberna de época tardorepublicana, que tenía varias ánforas encastradas en lo que debió ser una especie de mesa de servicio de comida rápida. Además de restos de animales domésticos encontramos otro tipo de fauna. De hecho de allí salió la concha de la primera tortuga de agua hallada en Mallorca. También había restos óseos de cerdos, conejos gallinas y muchos tordos, pero lo que me llamó la atención es que estos tordos tenían un sesgo anatómico. Solo encontrábamos las partes que se descartan cuando procesas el animal», relata el experto.
«La hipótesis es que los romanos abrían el tordo, extraían el esternón para aplanar el cuerpo, cortaban las puntas de las alas y lo pasaban vuelta a vuelta por una sartén, como ahora se cocinan las codornices», explica el arqueólogo especializado en microfauna que ahora trabaja para el Imedea. Precisamente el Imedea dispone de una importante colección osteológica, que le ha permitido afinar más en su investigación de los restos óseos extraídos del yacimiento romano.
Detalle de los restos oseos extraídos del pozo negro de la taberna de Pol·lèntia.
Que los romanos incluyeran los tordos en sus menús no es nada nuevo, se sabía por las fuentes escritas y por las imágenes que han llegado hasta nuestros días en formas de mosaicos, pero las fuentes escritas que hablaban de su consumo se referían al engorde de los zorzales y a su consumo estival, asociado siempre a las villas y banquetes de alta clase social. «Este nuevo estudio demuestra que el tordo estaba al alcance de cualquier persona y que lo que pensábamos hasta ahora no era más que un sesgo de las fuentes escritas», dice Valenzuela.
En la ‘basura’ de la taberna de Pol·lentia localizaron cientos de restos óseos, pertenecientes como mínimo a una treintena de individuos. «Es poco habitual porque los que se habían encontrado antes eran muy pequeños y normalmente estaban en otros contextos. Aquí observamos una acumulación significativa y el hecho de que no estén las partes carnosas nos lleva a pensar que lo que tenemos delante es la basura de la cocina. Encontramos las cabezas de los tordos, el esternón (que separa las pechugas) y las patitas, pero las partes más distales, las que no tienen plumas. También las puntas de las alas. Jugando con las fuentes escritas y la documentación que nos ha llegado a través de los mosaicos hemos ido completando el puzle», reflexiona el arqueólogo.
En Bélgica consta también la localización de recipientes cerámicos repletos de tordos en un campamento romano, pero a diferencia de lo que ocurre en Alcúdia, allí los tordos estaban enteros. «Se encontraron enteros, porque eran conservas, seguramente importados desde el Mediterráneo», dice Valenzuela.
La conclusión de su trabajo, recientemente publicado, es que los zorzales, aunque tienen un papel menor en la dieta mediterránea si los comparamos con el ganado, eran una parte importante del consumo alimentario urbano.
«La evidencia zooarqueológica de Pollentia desafía la idea de que estas pequeñas aves fueran únicamente indicadores de estatus de élite. La representación esquelética selectiva respalda su procesamiento y venta en un contexto comercial, probablemente como alimento callejero accesible a diversos grupos sociales. Además, su disponibilidad estacional sugiere que los vendedores urbanos aprovecharon los ciclos migratorios para mejorar la diversidad alimentaria y la estabilidad económica», afirma.
Su estudio no solo revalúa el papel de los zorzales en las prácticas alimentarias romanas, sino que también subraya la importancia de las economías de alimentos callejeros en las ciudades antiguas. «La integración de la evidencia zooarqueológica e histórica proporciona nuevos conocimientos sobre las estrategias adaptativas de las redes alimentarias y las dinámicas socioeconómicas más amplias. Futuras investigaciones, en particular mediante análisis isotópicos y estudios comparativos en yacimientos romanos, podrían dilucidar mejor los mecanismos de explotación, comercio y consumo de aves en la antigüedad. Asimismo, explorar el papel de otros pequeños paseriformes en contextos urbanos podría proporcionar una comprensión más completa de cómo se integraron los recursos estacionales en los sistemas alimentarios antiguos», concluye.
Valenzuela destaca «la necesidad de ir más allá de las narrativas centradas en las élites y considerar las diversas formas en que las prácticas alimentarias dieron forma a las experiencias vividas de las comunidades urbanas antiguas».
La importancia gastronómica de los pajaritos en el devenir de la civilización latina de la que procedemos. La cultura material como indicio del orden comercial del mundo romano. El pasado nos habla si sabemos desencriptar sus mensajes. Continuará. Próximo capítilo: los adminículos sustitutivos del sacacorchos en la dinámica vinatera mediterranea, antecedentes tribales de la botella de tres cuartos.
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La importancia gastronómica de los pajaritos en el devenir de la civilización latina de la que procedemos. La cultura material como indicio del orden comercial del mundo romano. El pasado nos habla si sabemos desencriptar sus mensajes. Continuará. Próximo capítilo: los adminículos sustitutivos del sacacorchos en la dinámica vinatera mediterranea, antecedentes tribales de la botella de tres cuartos.