¿Cómo lleva la gran acogida en la capital?
Cada año estoy a la expectativa y nunca tengo muy claro si habrá gente o no. Al final, llegas a la Feria con la duda de si vendrá público a verte...
¿A estas alturas lo sigue dudando?
Son cosas que me siguen preocupando. El síndrome de la impostora nunca se va del todo. A veces voy a este tipo de eventos pensando: ‘tal vez será mi última Feria del Libro’, me voy mentalizando por si eso ocurre.
¿De dónde viene ese miedo?
Creo de mi entorno, por las expectativas que se han puesto sobre mí. Carpas, materiales, mucha promoción, gente que se dedica solamente a controlar las colas.... ¿Y si todo esto se moviliza para nada porque no viene nadie? Tengo miedo a perder el tiempo yo y, sobre todo, a hacérselo perder a los demás. Creo que eso es lo que más insegura me hace sentir, el pensar: ‘esta gente sentirá que podría estar haciendo otra cosa en vez de estar ahí perdiendo el tiempo’.
Ciertamente las expectativas son altas... Aseguran que es la «autora más vendida en Latinoamérica». ¿El fenómeno Marcús es muy diferente en distintas partes del mundo?
No creo que los públicos sean tan diferentes. Mi experiencia es bastante similar vaya donde vaya, aunque es cierto que hay público más o menos cariñoso verbalmente. Incluso dentro de España te encuentras con algunas pequeñas diferencias, sitios en los que, por ejemplo, el público está más excitado y grita más.... Creo que lo que ocurre con Latinoamérica es que, como no saben si volveré, ese fenómeno fan está más agudizado. En cambio, los lectores de Madrid y Barcelona saben que en algún momento volveré.
¿Y qué sucede con Mallorca?
Es curioso, porque desde la editorial siempre les choca que, aunque hayan pasado seis meses de la publicación de mi último libro, los periodistas siempre me quieren entrevistar. Además, aunque no son las firmas más multitudinarias, siempre son las más agradecidas, cuando más me dicen ‘gracias por venir’. Y siempre regreso a Mallorca, a casa, en cada gira hago como mínimo una parada y aprovecho la ocasión para ver a mi familia. Siento que me hacen mucho caso, como si al ser de Mallorca pensaran ‘hay que apoyarla’. Y eso demuestra lo mucho que queremos el producto hecho en nuestra tierra.
¿Podemos afirmar que los lectores mallorquines son los más cariñosos?
(Risas). Sí. A las firmas de aquí vienen abuelas, madres, hermanos, padres... Siempre con ese orgullo de ser de la misma isla que ellos. Supongo que están orgullosos de que, por una vez, no se nos reconozca por la fiesta o por el turismo masivo, sino por algo bueno.
El fenómeno que protagoniza no es solamente por las historias que escribe, sino por cómo se relaciona con los lectores, algo que ha cuidado mucho.
Hace tantos años que estoy en internet, donde comparto mi vida, obviamente no toda, pero sí una parte, que se establece una relación muy especial con los lectores. No enseño, por ejemplo, amigos que no tienen que ver con el mundo del libro, pero sí cuento anécdotas e intento mostrar cómo funciona el mundo del libro porque muchos de mis seguidores quieren ser también escritores. Tengo lectores que me siguen desde los 12 años. Los he visto crecer yo, pero ellos a mí también. Por otra parte, a los que quieren ser escritores, ayuda que me muestre tan cercana porque ven que es un sueño posible.
Con Sempiterno –que significa algo que tiene principio pero no fin– acaba la bilogía Extraños. Antes, había publicado la tetralogía Meses a tu lado. ¿Qué tan importante es el paso del tiempo?
Lo marca todo dentro de una historia. ¿Qué sería de una historia sin el punto y final? El tiempo es clave y una buena forma de medir una narración. En este caso, sempiterno es una palabra que me encantaba.
Y a nivel personal, ¿qué relación tiene con el tiempo?
También es importante en tanto que medimos la vida con el tiempo: la jornada laboral, las vacaciones, el tiempo que pasamos con la familia y amigos... Cuanto más mayor te haces eres más consciente de que no te queda tanto tiempo y de que pasa muy rápido. De pequeños pensamos que el tiempo es infinito, ilimitado, que podemos hacer todo, pero cuando te haces mayor te das cuenta de que tienes que hacer muchos sacrificios por el camino y eso es un duelo que tienes que ir superando. Por eso me gusta meter esa reflexión en los personajes, situarlos en ese preciso momento en el que se dan cuenta de que ya no los pueden tratar de niños y de que lo que han vivido nunca volverá, que es irrepetible.
Ha confesado que «siempre he escrito sobre personajes que intentan buscarse a sí mismos y viven dificultades de todo tipo». ¿Cree que alguna vez logramos encontrarnos?
Me gusta centrarme en el momento en el que nos empezamos a buscar a nosotros mismos. Hay muchos momentos en el que sentimos que no encajamos, no solamente con los estándares de la sociedad, sino también en la familia. Puede que cuando llegas a la universidad o consigues tu primer trabajo sea cuando empieces a expandir esos horizontes y te preguntes: ‘he hecho todo lo que se suponía que había que hacer, ¿pero y ahora qué? ¿Qué me gustaría hacer a mí? Los personajes se buscan a sí mismos, empiezan a hacerse esas preguntas, de ir más allá.
¿Le ha pasado?
La sociedad te marca unas guías claras, pero hasta cierto punto. Se supone que con 30 tienes que tener la vida resuelta, pero la realidad es que no es así, ni tampoco con 50. Siempre estás luchando por encontrar tu camino y nunca es tarde. Empecé a estudiar Filología Hispánica porque era lo que se me daba bien y me recomendaron hacer, pero lo dejé por Psicología. Y resulta que ninguna de las dos, porque me dedico a la escritura.
¿Siente que tiene una responsabilidad hacia los lectores?
Sí.. Mi percepción con la gente joven es que nadie les pide opinión, qué inquietudes tienen, que puedes entender más o menos dependiendo de tu edad, pero sí puedes escuchar. Debemos dejar de infantilizarlos, de tratarlos como si no tuvieran experiencia vital, porque sí la tienen, aunque sea diferente a la tuya.
Volviendo a Sempiterno, los protagonistas son muy diferentes: Caleb ejecuta, como un soldado, sin cuestionarse nada, mientras que Victoria se pregunta quién es. ¿Qué tienen de Joana Marcús?
Cuando creas personajes tan profundos acabas poniendo cosas de ti. Cuando leo un libro, noto qué hay de real del autor en él. Victoria representa la juventud, aquellos que tienen muchas opiniones, el sentido de la justicia muy marcado pero que, a su vez, como humana sin habilidades, no puede expresar todo esto por las limitaciones del entorno, que son básicamente la adultez. En este segundo libro ella ya sabe que nadie le va a dar un micrófono para que hable, sino que ella se lo tiene que buscar.
¿Y Caleb representa la adultez?
Si, esa persona que tiene un trabajo estable y que está situada en la vida y que no se plantea muchas cosas, sino que las da por sentado. Es entonces cuando conoce a Victoria y todo se tambalea, le hace cuestionarse por qué hace lo que hace.
¿Qué visión tiene del amor? ¿Cree en el destino?
La verdad que para ser una escritora romántica tengo poco romantizado el amor en la vida real. Lo que muestro en los libros es mi percepción del amor: no es algo que llega de la nada, sino que lo construyes. No existe la persona perfecta para el otro, pero cuando alguien te gusta o te interesa, tienes que ir dando y cediendo. Cuando sientes amor compensa. Vas negociando, estableciendo relaciones que se basan en la confianza mutua, en decir lo que no te gusta del otro, pero también de lo que sí, de lo que hacen que quieras quedarte.
¿Y ahora qué?
Me he dado cuenta de que llevo desde 2021, cuando empecé a escribir, que no he tenido ni una semana libre, con mínimo un viaje a la semana. He decidido por primera vez que me voy a tomar un descanso, en agosto. Me gusta escribir, pero también quiero poder ser más lectora que escritora a veces. Me he dado cuenta de que a menudo acabo promocionando más los libros que tiempo dedico a escribirlos. Al final lo más importante de mi trabajo es escribir y alguna vez ha quedado en último lugar.
1 comentario
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... pues claro que no, eso ya lo sabíamos todos... lo de la media naranja que hay que buscar y sólo hay una en el mundo es un cuento de Disney que sólo los más simples se tragaron de pequeños...