LITERATURA

Roser Capdevila, 'mamá' de 'Les tres bessones': «Enviaría a Trump al cuento de Oliver Twist, aunque no creo que aprendiera la lección»

La autora catalana participa este fin de semana en la séptima edición del festival Tinta Il·lustre, que organiza Rata Cultura

Roser Capdevila es la 'mamá' de 'Les tres bessones', un fenómeno literario y televisivo que ha perdurado en el tiempo. | M. À. Cañellas

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Roser Capdevila (Barcelona, 1939) es una contadora de historias nata. Gran admiradora de Heidi, vivió durante un año en Ginebra donde albergaba la esperanza de montarse en trineos. Se enamoró de un torero, lo que escandalizó a su padre, muy creyente y tradicional, y tras darlo por muerto, años después se encontró su nombre en el cartel de una corrida importante, cartel que a día de hoy tiene enmarcado en su casa «para que mi marido y mis hijas creyeran mi historia». Esas hijas son, ni más ni menos, que las mundialmente conocidas ‘tres bessones’. Este fin de semana, la ‘mamá’ de las mezillas más famosas de la literatura y la televisión participa en la séptima edición del festival Tinta Il·lustre, que impulsa Rata Cultura. Capdevila ha protagonizado este viernes un encuentro en las jornadas profesionales celebradas en Palma y este sábado estará en el Museu del Fang de Marratxí, donde se celebrará un cuentacuentos y firmará ejemplares de sus cuentos.

Ahora que se cumplen 30 años de la primera emisión de Les tres bessones se anuncia que en 2027 se estrenará una nueva serie, renovada, aunque con el mismo espíritu que la original...
Sí, pero no depende de mí, sino de mis hijas. A ellas les he dado carta blanca. Si hubiera sido por mí, no lo hubiera hecho. Lo hubiera dejado como estaba. Creo que este tipo de series o películas son igual de interesantes y atractivas para las nuevas generaciones y son tan actuales como cuando las hicimos.

Leí que querían mezclar, por ejemplo, la Caperucita con Frida Kahlo... ¿No propondrá personajes o historias?
Ya tengo 86 años, que son bastantes, y además tengo problemas de vista... Yo ya no propongo nada. Quieren hacer historias de mujeres porque dicen que no hay suficientes. Me parece bien, pero yo no participo en ello.

¿Es cierto que le propusieron hacer las tres mellizas de adolescentes, pero que se negó en redondo?
¿Se imagina ponerles tetas y estirarlas? Personajes como Snoopy, Mafalda o Tintín nunca crecen ni mueren, se quedan tal cual los diseñaron. Sí creo que se pueden retocar ciertos detalles. Por ejemplo, empezamos dibujando a las mellizas con mangas abullonadas y después les pusimos una camiseta bajo el mono. Estas cosas se pueden cambiar, pero lo otro no porque, al fin y al cabo, no tienen edad. Si las haces mayores, ¿cómo colocas allí la Bruixa Avorrida? Pierde toda la magia.

Creó Les tres bessones para que sus hijas tuvieran referentes porque, en aquella época, a principios de los 80, no había. Eso, afortunadamente, ha cambiado, ¿no?
Todas las historias estaban protagonizadas por niños, así que tuve claro que tenía que hacer algo. Primero fueron los libros y luego llegó la serie. Un día vinieron a casa unos señores que no conocía diciendo que querían hacer una serie a partir de mis libros. Les dije que no, porque desconocía por completo ese mundo, cómo se trabajaba... Me aseguraron que no me tenía que ocupar yo de la animación. Insistieron tanto que al final acepté. ¡Veinte años estuve trabajando en la serie! Solo me dedicaba a crear los personajes y revisaba los resultados.

Aunque ahora hay muchas historias protagonizadas por niñas, da la sensación de que esa pasión por los cuentos que transmitían Les tres bessones se ha perdido o devaluado...
Manipulábamos los cuentos, algo que se puede hacer porque no tienen autor. Eran rondalles que iban contando en los mercados de los pueblos, en las fiestas y luego, Andersen, Perrault y los hermanos Grimm los pusieron por escrito. Es decir, las rondalles no son suyas, sino que ellos dieron su visión de ellas. Por eso tenemos una versión de Caperucita de Andersen y otra de los Grimm, donde el lobo no se come ni a la niña ni a al abuela, sino que vienen unos cazadores y lo matan. Otro, no sé si fue Perrault, dijo que el lobo no era malo, solo que tenía mucha hambre. Se trataba, pues, de organizar el cuento y hacerlo divertido. Nuestro lobo era vegetariano y en vez de comer abuelas o niñas, comía muchas frutas, sobre todo tropicales.

¿Es nostálgica?
No lo sé, pero hay cosas de hoy en día que no me gustan nada, por ejemplo, los aeropuertos. No hace tanto podía viajar sola, ahora, en cambio, me tiene que acompañar alguna hija.

Pensaba me diría que hay historias de hoy en día que no le gustan...
No me gusta el mundo de ahora. Quiero que el mundo de los niños conserve esa inocencia. Desde muy pequeños ya están con el móvil y la televisión y pueden ver cualquier disparate. Todo eso no me gusta nada. Mi motivación: tengo un diario ilustrado.

¿Qué es lo último que dibujó?
El apagón. Hice un dibujo en el que salgo un poco triste, sentada en el piso, y fui escribiendo alrededor, como una espiral, en el que explicaba que no teníamos luz ni móviles, que nos habíamos quedado incomunicados.

¿A qué cuento le gustaría haber viajado?
Me siento dentro de todos. Recuerdo con mucho cariño cuando dibujé la Bruixa Avorrida en Venecia. Los fondos eran muy complicados de dibujar, porque no había internet y tenía que consultar enciclopedias, libros de viajes... Mientras dibujaba a la bruja barriendo el palacio, yo sentía que estaba allí.

¿A quién castigaría y a qué cuento lo enviaría?
Castigaría a Trump. ¿A dónde lo enviaría de los 104 episodios? Tal vez el del Papá Noel, donde hay un malo que trafica con armas. También pienso en Hansel y Gretel, pero mandarlo allí sería un premio... Le diría que al cuento de Oliver Twist, a quien torturan haciéndole cosquillas en la planta de los pies. Pero no creo que aprendiera la lección.