Después de más de dos décadas de trayectoria internacional, el director de orquesta mallorquín Antonio Méndez (Palma, 1984) vuelve a ‘casa’ para debutar en la temporada de la Orquestra Simfònica de les Illes Balears, este jueves a las 20.00 horas, en el Auditòrium. Con una carrera que lo ha llevado a las principales salas de conciertos y orquestas, el maestro reflexiona sobre el sonido, el repertorio, el vínculo con sus orígenes y el arte de dirigir. En esta entrevista, Méndez comparte su visión musical y su experiencia.
Este jueves se pondrá al frente de la Orquestra Simfònica. ¿Cómo es trabajar con esta formación?
— Es una semana muy especial. Hace varios años hice un proyecto de ópera con ellos, pero este es mi debut en la temporada, en el Auditòrium, y eso lo hace aún más significativo para mí. Es la orquesta con la que crecí; llevo más de 20 años fuera de Mallorca, concretamente 23. Aquí pasé toda mi infancia y juventud. Empecé a estudiar música en el Conservatori y durante muchos años vi tocar a la Simfònica. Tengo antiguos compañeros que ahora forman parte de la orquesta. Aunque llevo dos décadas lejos, el vínculo es de hace más de 30 años. Por eso esta semana no es solo una semana de trabajo, es algo más. Volver a casa siempre es especial, pero hacerlo haciendo música lo es aún más.
Este concierto incluye dos obras muy representativas de dos grandes compositores, Sibelius y Brahms.
— Son dos obras muy profundas, poderosas en cuanto al sonido y a la paleta de colores que la orquesta puede ofrecer. Son obras muy románticas, aunque muy diferentes entre sí, tanto por el contexto de los compositores como por la época y el lugar en que fueron escritas. El concierto de Sibelius, que es el único que escribió para violín, siempre me ha parecido muy evocador. Invita a imaginar paisajes infinitos, atmósferas abiertas. Y el sonido en Brahms es fundamental, cómo juega con los colores, con las combinaciones instrumentales.
Está considerado como uno de los grandes directores de orquesta de su generación. ¿Cómo se reciben este tipo de comentarios?
— Son cosas que se dicen, pero uno no piensa en eso. Lo importante es seguir aprendiendo, madurando como músico y como director, y centrarse en el trabajo. Cualquier premio, galardón o halago siempre se agradece, claro, pero lo esencial es estar enfocado en el camino, en la evolución como director.
«Volver a casa siempre es especial, pero hacerlo haciendo música lo es aún más»
¿Cómo ha influido toda esta experiencia internacional en su estilo como director de orquesta?
— Es una de las grandes suertes que tenemos los directores, trabajar con orquestas muy distintas, aunque tengamos una formación estable. He trabajado con orquestas sinfónicas, de cámara, incluso con instrumentos de época, y también en óperas. Es difícil decir con precisión en qué influye todo eso, pero con el tiempo uno va notando ciertas cosas, como automatismos o formas de acercarse a las obras.
Empezó sus estudios musicales en el Conservatori de Palma, y más tarde se formó en Berlín y Weimar. ¿Cómo influyó esa formación académica en su visión de la dirección y su desarrollo como músico?
— Tuve la gran suerte de tener buenos profesores que creyeron en mí, tanto en el Conservatori de Palma como en el Real Conservatorio de Madrid y luego en Alemania. La vida te lleva por caminos inesperados. Me gusta esa frase de que ‘la vida es lo que pasa mientras haces otros planes’.
Ha dirigido muchas orquestas internacionales, pero ¿cómo cree que será recibido en casa?
—De momento estoy empezando a trabajar con la orquesta. Lo que puedo decir es que estar aquí es muy especial. Quiero pensar que el público de aquí disfruta y apoya a su orquesta.
A lo largo de su carrera ha tenido contacto con jóvenes músicos y directores. ¿Qué consejo les daría?
— Es una pregunta que me hago y que me hacen con frecuencia. El primer consejo que daría es el mismo que me dieron a mí: no intentes ser nadie más. No copies la carrera de nadie. Cada uno tiene su propio camino. Es importante que cada uno encuentre su forma de hacer, su carácter, su estilo. El mundo es lo suficientemente grande para todos.
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