¿Cree usted en la posibilidad del canon como hace su protagonista? ¿Qué pensaría de alguien que, como su personaje, se decantara por crear uno?
—No me interesan los cánones, tratan de imponer un criterio a los pobres lectores. En cuanto a Vidal Escabia [el personaje de la novela], realiza el Canon porque Altobelli, su maestro, le recomendó que lo hiciera en caso de querer estar ocupado en algo que le quitara su angustia y así, de paso, poder sentir que tenía un proyecto, es decir, futuro. A Vidal le comprendo y le aplaudo, satisfecho, eso sí, de no ser él.
Se dice de esta novela que es un Vila-Matas extremo, ¿es este su libro más ‘vila-matasiano’?
—Es un Vila-Matas extremo y que lo perciban así significa que conocen mis libros anteriores. Canon de cámara oscura es una consecuencia directa del largo y desatado recorrido realizado con mis libros anteriores.
Se juega con la idea de que el protagonista del libro es un Denver-7, un androide, una especie de replicante... ¿cómo todos los escritores?
—No creo. Vamos, no he conocido nunca a ningún Denver-7 que escriba, salvo el que narra ese libro, con el que recomiendo precaución, hay que ir con mucho cuidado, y no me pregunte por qué, pues se ve a la legua.
Hablando de escribir, ¿qué haría Vila-Matas si no escribiera?
—Celebraría disponer de tanto tiempo libre y así poder conspirar. Pero me temo que lo más parecido a escribir es precisamente conspirar. O sea que dejaría de conspirar para volver a escribir, conspirando.
Volviendo a su protagonista, está desesperado por disimular su aparente condición cibernética y aparentar ser humano. Aplicado a quienes escriben, ¿lo hacen por su propia humanidad o para huir de ella?
—Sospecho que uno de los hallazgos de mi libro es el de la robótica como mecanismo de la trama. Pero no tengo la impresión de que como escritor haga yo algo por mi propia humanidad o para huir de ella.
El libro está plagado de citas, en una de ellas menciona el fracasismo, ¿se puede hablar de éxito en el escritor o el fracaso es constante?
—El fracaso es inherente a la condición de escritor. Y no es nada malo, permite que sigamos escribiendo, en busca de una perfección que no existe.
Wittgenstein, a quien se menciona varias veces, era consciente de que no se podía decir todo, pero él abogaba por callar, ¿está de acuerdo con ello?
—«¿Hay algo que no esté en mi cabeza?», recuerdo que se preguntaba Wittgenstein.
¿Hay refugio en saber que otros han dicho o pensado lo mismo que nosotros, pero antes que nosotros?
—No hay refugio. Pero uno puede dedicarse a modificar todo lo que otros han escrito o pensado. Se puede ser una fuente de novedades continuas de esa forma.
En Montevideo hablaba de un cuarto en el que ocurre el acto literario, ¿es el cuarto de Canon de cámara oscura la habitación previa al acto mismo de la escritura?
—No creo. Más bien intuyo que el cuarto oscuro, desde el principio del libro, está iluminado, lo que le va convirtiendo nada menos que en ‘a cuna del Canon’, en el origen de todo.
¿Es cada libro que leemos un renacimiento?
—Así estoy viviendo los dos últimos que he escrito. Es más, en Canon de cámara oscura he sentido que volvía a nacer en cada fragmento.
En varios de sus libros aparece la idea de que se escribe para saber qué escribiría si escribiese, ¿lo sabe ya?
—Una frase, por ejemplo, que dijese que cada cosa es una fiesta de la nada que sostiene.
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