PRIMERA AUTORA ESPAÑOLA

La mallorquina pionera del teatro

Gertrudis Conrado fue la primera autora española del siglo XVIII que representó su obra en un coliseo nacional

Magdalena de Quiroga Conrado, delante del cuadro de Gertrudis Conrado, en Can Vivot | Foto: Pere Bota

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La efigie de una mujer rigurosamente enlutada, semblante serio y ojos cerrados decora la pared de una de las estancias de Can Vivot, ese último palacio urbano privado de Palma que es un tesoro histórico. Más allá del edificio de 6.500 metros cuadrados, cada objeto de su interior es una joya en sí mismo. En la Sala de Armas, una magna pintura de casi dos metros de alto muestra a la que podría parecer una viuda noble de la época, pero se trata de una ilustrada cuya producción la convierte en una figura clave de la literatura balear y española. Según las investigaciones hasta la fecha, Gertrudis Conrado fue una de las pocas dramaturgas del siglo XVIII y la primera que representó una comedia en un teatro nacional.

Su obra nunca fue impresa, pero se sabía de su existencia a partir de la referencia del cronista Joaquim M. Bover en Biblioteca de Escritores Baleares, quien cita el título de la comedia Por guardar fidelidad, insultar a la inocencia y esclava por el honor, de 1786, y reproduce un pequeño fragmento, además de una glosa titulada El mundo está caducante, que explicitaba que en ese momento (1868) la conservaba un sobrino suyo. Sin embargo, durante siglo y medio se ha considerado perdida, pese a haberse estrenado «en el Teatro de Palma» con «mucho aplauso», cuando la autora tenía 38 años y era la única mujer entre una quincena de dramaturgos.

El mérito de sacarla del anonimato, al menos en el ámbito académico o especializado, es de Helena Establier, catedrática de Literatura Española en la Universidad de Alicante, quien recibe el manuscrito de un sobrino nieto. Se trata de un documento de 120 páginas «con caligrafía clara y numerosas correcciones». La investigadora confirma la importancia del texto, una «comedia sentimental de tintes exóticos». «El hallazgo de un nuevo manuscrito es siempre un hito feliz. Pero cuando este nuevo jalón se enclava en el terreno de la dramaturgia española dieciochesca de autoría femenina, su valor se acrecienta aún más y ello es debido a que, como bien revelan los escasos estudios que abordan el conjunto la actividad dramática de las mujeres en la segunda mitad del siglo, su producción en dicho período fue exigua, quedando en muchas ocasiones sepultada en manuscritos desaparecidos o en apuntes de teatro que rara vez alcanzaron las tablas españolas», explica en su artículo publicado en
Bulletin Hispanique en 2019.

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Retrato de Gertrudis Conrado que se cuelga en las paredes del palacio Can Vivot de Palma.

Establier ha confirmado a través del Archivo Eclesiástico de Mallorca que Gertrudis Conrado, descendiente de banqueros genoveses que llegaron a la Isla en 1620, nació el 5 de diciembre de 1748 y fue bautizada el mismo día en la Parroquia de Santa Cruz, donde contrajo matrimonio el 31 de agosto de 1773, con 25 años, con Bartolomé Danús y Laudes, perteneciente también a la nobleza mallorquina. Su marido falleció en 1805 y ella en 1832, a los 84 años, sin descendencia, dejando como heredera universal a su sobrina y ahijada Eleonor Conrado, hija de su hermano Mariano, único de sus cuatro hermanos que tuvo descendencia.

Parte de su rama genealógica, la descendiente de Mariano Conrado, sigue residiendo en Mallorca. Es el caso de Magdalena de Quiroga Conrado, historiadora y casada con Pedro Montaner, propietarios que lucha heroicamente por preservar Can Vivot y su legado. De Quiroga es la artífice del inventariado del rico archivo familiar de Can Conrado, ubicado en el antiguo convento de los Mínimos de Santa María, edificio que revirtió en la familia después de la Desamortización de 1835, donde halló el testamento de Gertrudis Conrado. La baronesa de Pinopar adquirió la pintura de la escritora emparentada con ella, nunca publicado hasta ahora. «Se trata de un retrato postmortem que la familia debió encargar para conservar su imagen. Es interesante su indumentaria típicamente mallorquina, con su rebosillo, pero, sobre todo, los atributos que se pintan junto a ella: la mesa, los libros, la pluma… que demuestran su condición de mujer ilustrada», explica De Quiroga.

En la investigación Panorama de la dramaturgia femenina española en la segunda mitad del siglo XVIII y principios del siglo XIX, de Julia Bordiga, publicada por la Universidad de Virginia (EEUU) en 2002, hay una escueta referencia a Gertrudis Conrado. La autora aglutina nombres de dramaturgas que entre 1750 y 1810 aportaron obras cómicas y trágicas a la escena española, «pero que en su casi totalidad fueron relegadas al anonimato de los archivos y bibliotecas públicos o privados». «La búsqueda que he llevado a cabo en las bibliotecas de las Islas Baleares ha resultado infructuosa», lamenta en su texto.

Femenina

Hay un dato muy interesante que ofrece Domingo Garcías Esterlich años antes en su Teatro y sociedad en la Mallorca del siglo XVIII, publicada en 1998. De entre las pocas obras mallorquinas de la segunda mitad del siglo, una docena, cuatro son de autoría femenina, aunque ninguna escenificada, salvo la de Conrado. Establier, en su gran trabajo compilatorio, cita al cultivado mallorquín Buenaventura Serra (1728-1784), quien atribuye dos obras a una desconocida Ana de Granados en sus Recreaciones eruditas, libro depositado en la Biblioteca del Marqués de Campo Franco en Palma. La cuarta pieza la referencia en Diez calas en el teatro mallorquín setecentista, en 1999. Se trata de una comedia anticlerical, manuscrito que se halla en la biblioteca particular de Rafael Ferrer en Manacor y que descubre a una escritora aún anterior en Mallorca, Gabriela de Narcia, autora en el siglo XVII, de la que nada más se sabe.

La producción femenina no fue abundante en una época en la que la mujer quedaba prácticamente excluida de todos los ámbitos sociales y profesionales, pero algunas, cuyos nombres han permanecido ajenos al reconocimiento, evidenciaron la inquietud por contribuir a la cultura de las Islas. Es el caso de Gertrudis Conrado. Ultima Hora repara parte de ese olvido.