LITERATURA

Ricard Martínez Pinyol se zambulle en la eternidad en su nuevo poemario

El autor, nacido en Tortosa pero que lleva más de treinta años viviendo en la Isla, presenta esta tarde en Drac Màgic ‘El capbussador’ (LaBreu) junto a Damià Rotger

Ricard Martínez Pinyol es poeta y durante muchos años trabajó como grabador y estampador en su taller Torculari, en Palma y luego en Algaida. Fue profesor de dibujo en el IES Damià Huguet de Campos. | P. Pellicer

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El azar quiso que el poeta Ricard Martínez Pinyol encontrara entre sus libros una postal que compró en su primer viaje a Florencia, cuando apenas tenía 20 años. «Era una pintura etrusca en el que aparecía un hombre flotando en el aire, que se lanzaba al vacío», recuerda. Con todo, fue otra, parecida pero «todavía más maravillosa» la que inspiró el poemario que este jueves, a las 19.00 horas, presenta junto a Damià Rotger en Drac Màgic (Palma): El capbussador (LaBreu).

Esa postal, cuenta, muestra un detalle de la pintura al fresco de la Tomba del Tuffatore de Paestum, al sur de Italia, fechada entre el 480 y el 470 a.C. y que fue descubierta en 1968. Una imagen, que se incluye en el libro, y que, según reconoce el propio autor, está muy vinculado con su condición de nadador nato. Así las cosas, el fortuito hallazgo de la tarjeta fue el motor para empezar a escribir nuevos poemas, que giran en torno a «la acción de nadar, de deslizarse por encima del agua».
A partir de ahí, Martínez Pinyol emprende un atrevido «viaje entre la vida y la muerte, como la propia imagen del fresco, en la que un joven se lanza al mar, que a la vez es una tumba; por tanto, sabe que seguramente va hacia un mar negro, que puede ser la muerte». «Me preguntaba a dónde va este personaje. Hay infinidad de baladas europeas que hablan de la figura del capbussador, pues es realmente una representación muy sugerente. Es como si el pintor hubiera captado ese salto eterno, que no termina de llegar al agua. Es lo mismo que hacía el fotógrafo Cartier-Bresson, que conseguía retratar el instante decisivo», compara. Una voluntad que, en cierto modo, es también la que persigue el poeta. «Nosotros también buceamos en el lenguaje», coincide.

Así, El capbussador habla de esa obra de arte, pero también de sí mismo. «Soy buceador, soy un enamorado del fondo marino, por lo que empecé a escribir sobre mi experiencia de nadar y disfrutar del agua, de ese silencio que te envuelve cuando estás en las profundidades, como si estuvieras muy cerca del corazón». De hecho, el escritor asegura, haciendo referencia a las palabras de Ángel Valente, que «cuando estamos en la superficie sentimos una suerte de nostalgia de poder tener branquias». «Hace poco, ya con este libro publicado, descubrí el poema Nostalgia de branquias en el que Valente dice que no estamos en la superficie más que para hacer una inspiración profunda que nos permita regresar al fondo. Si lo hubiera encontrado antes, lo hubiera puesto en la cita de El capbussador».

Memoria

Por otra parte, el hecho de que el poemario surja de un recuerdo que emerge a la superficie empapa muchos de sus versos, que más allá de estar vinculados con el mar también reflexionan sobre otros temas, como «la memoria, el olvido, los sueños, la mirada, pero también el deseo, lo invisible, la juventud, la belleza, la luz, la muerte o el tiempo que necesitamos para atravesar el amor, o la existencia». De hecho, «el punto de partida son los recuerdos de una isla de forment y sal, es decir Formentera, que fue la primera isla de Balears que conocí, en los años 70», cuenta el autor, nacido en el corazón del Ebro, Tortosa, pero que lleva más de treinta años en Mallorca.
Y, sin embargo, el escritor avisa que «cada brazada que das en el agua borra el camino, no queda nada, por lo que tienes que continuar siempre hacia adelante. Estás siempre entre la vida y la continuidad del ser», concluye.