«Siempre me he dedicado a la parte más humanista, a la gestión medioambiental y a la protección de la naturaleza. Además, desde la disciplina de la biología me he ocupado de asuntos relacionados con la escritura, desde actos para congresos o la edición de una reseña», reconoce, a la vez que recuerda que fue directora de la oficina de la Reserva de Biosfera de Menorca. «Soy muy illòmana, he veraneado muchos años de mi infancia en s’Estanyol, soy una gran fanática de Mallorca», añade. Aquí, en Palma, presentará este jueves por la tarde su debut literario. Será a las 19.00 horas, en Quart Creixent, junto a Biel Mesquida.
«Lo que me explico a mí misma es que simplemente ahora me he puesto a escribir porque simplemente me he encontrado con una historia bonita para contar, me he tirado a la piscina y lo he probado. Como a unos amigos esa historia les sedujo, pensé que tal vez podría gustar a unos desconocidos», cuenta.
Sencillez
De Era primavera a l’hivern se remarca que es una novela de amor sencilla, aunque sin caer en ñoñerías algo que la autora, confiesa, temía no conseguir. «No es una novela muy edulcorada ni cursi, pero tenía miedo de que algún lector lo viera así. Aunque puedo entender que eso pase, lo que yo quería era reivindicar la necesidad de hablar de amor sin caer en cursilerías, rompiendo prejuicios, por ejemplo, sobre el amor entre dos personas de cierta edad y que se llevan muchos años, o que se encuentran a distancia, con unos condicionantes familiares diferentes», desvela. Y es que el punto de partida, en efecto, no puede ser, al menos en apariencia, simple: Laia, una barcelonesa de 43 años ,y un médico irlandés de 87, Bob, se conocen durante un vuelo transatlántico. Y se enamoran.
«Creo que el amor de verdad, ese que vivimos pocas veces en la vida, es simple, en el sentido de que es muy claro, evidente y provechoso por ambas partes. Lo enrevesado es ajeno a ese amor profundo. Muchas veces nos enamoramos de una persona pensando en aquello que querríamos que fuera, pero cuando llegas a conocer el amor profundo, que se impone a las adversidades, es como un huracán que hace que todo se simplifique», afirma.
Asimismo, Comas, especialmente a través del personaje de Bob, quiere demostrar que «es posible la vitalidad en una edad avanzada, a pesar de los condicionantes de la familia y la salud». En este sentido, la autora lamenta que «a veces creemos que somos muy modernos y estamos muy avanzados, por ejemplo, en unas formas de salir del armario más estrafalarias, que respeto, pero en cambio algo tan simple como aceptar que alguien se pueda enamorar a cierta edad cuesta mucho más. Es una pena que el amor que no necesita fuegos artificiales no tenga parroquia o interés».
Por otra parte, la autora explora la intimidad que se puede dar entre dos desconocidos, entre quienes «se pueden contar cosas que uno nunca hubiera compartido con su amigo del alma o pareja, porque tienes la certeza o esperanza de que no lo verás nunca más». De esta manera, ante un desconocido puedes «vaciar tu mente», pero también tienes la posibilidad de presentarte desde cero y, en consecuencia, construir tu identidad.
Así las cosas, en conjunto, Era primavera a l’hivern es un debut vitalista sobre esa primavera que puede florecer en el invierno de la vida que, lejos de limitarse a ser lúgubre, también ofrece «esos maravillosos paisajes nevados, esa serenidad de tener la sensación de que el tiempo pasa poco a poco; de que aunque haya mucha noche, los soles de enero son preciosos».
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