Cuando Antoni I. Alomar (Palma, 1955) investigó sobre la construcción de la Seu a partir de los libros de contabilidad dio con Elisabet sa Fortesa, conocida como ‘la senyora emparedada’, pues fue la única que ejerció esta práctica extrema en Mallorca, llegando a estar encerrada en la Seu durante trece años, hasta su muerte en 1589. Su caso, destaca, es también extraordinario porque «fue una de las pocas reclusas de la Corona de Aragón hispánica e italiana». Aunque no es una figura del todo desconocida, como el propio Alomar puntualiza, sí es cierto que es un personaje que suscita muchos enigmas.
Sobre ellos habla el lingüista e historiador en su nuevo libro, Elisabet sa Fortesa, «la senyora emparedada». Història de la resclusió i l’empoderament religiós femení a la Mallorca del segle XVI, que publica Documenta Balear. Lo presentará mañana a las 19.00 horas en la Biblioteca Can Sales de Palma. El autor estará acompañado por los doctores Josep Juan Vidal y Rosa Planas, colaboradora de este periódico y que firma el prólogo del volumen.
Caterina Tomàs
«Elisabet sa Fortesa es conocida sobre todo por su relación con Caterina Tomàs, también conocida como Catalina Tomàs o inclusor Tomassa, puesto que se solía feminizar el apellido hasta prácticamente el siglo XVII», explica. «En la primera biografía de la santa ya aparece Elisabet sa Fortesa y, de hecho, en esta se cuenta la relación de amistad entre ambas. Asimismo, también se habla de ella en biografías posteriores, como la del Cardenal Despuig y alguna guía del siglo XX sobre la Seu», matiza.
Sobre el ensayo, Alomar destaca que «nunca antes se había relacionado el caso de Elisabet sa Fortesa con el movimiento europeo», algo que considera muy significativo. «En Inglaterra hay más de mil reclusas documentadas, pero también sobresalen los casos de Francia, el sur de Alemania o Países Bajos», subraya. De esta manera, gran parte del libro es una «puesta al día» de «fuentes más modernas», sobre todo procedentes de los países citados.
El portal tapiado y la pequeña ventana originales de la reclusión de Elisabet sa Fortesa en la Seu. Foto: A. I. ALOMAR
Por otra parte, recuerda que sí hay casos de mujeres emparedadas en Castilla, mientras que en otras regiones, como Cataluña habría cuatro casos documentados y en València poco más de media docena. «En cambio, en la zona de la Corona de Aragón no hay registros, algo extraordinario y que despierta muchos enigmas; es una cuestión que demanda una respuesta que, de momento, no hemos encontrado», apunta.
«Alternativas religiosas»
Según el historiador, esta carencia puede estar relacionada con las «alternativas religiosas que las mujeres tenían en esa época». «Podían ser monjas de clausura o de claustro, siguiendo en ambos casos votos de obediencia, entre otros. También podían ser beguinas, que eran independientes y vivían en sus casas, dedicándose a actividades de caridad. Había muchas beguinas en Mallorca, de hecho, he podido documentar unas cuantas más de las que ya se conocían. En este sentido, he añadido algunos detalles interesantes sobre los inventarios que se realizaban post mortem. Así, por ejemplo, podemos comprobar qué tenían en sus casas o cómo iban vestidas. Para ilustrarlo mejor he hecho una tabla donde se clasifican según la clase social a la que pertenecían. En el caso de Elisabet, era una mujer de clase alta, a diferencia de su amiga, Caterina Tomàs, de familia humilda, quien de hecho tuvo que vivir con Elisabet hasta que fue aceptada para entrar en un convento, ya que tenía que aportar una dote. Además, Elisabet era muy culta, prueba de ello es que poseía muchos libros y pinturas», detalla.
En cualquier caso, sobre el emparedamiento, Alomar señala que si bien puede parecer una práctica extrema hoy en día, «no debemos juzgar desde la perspectiva del presente». «Creían que la vida en este mundo era algo previo para la vida después de la muerte, así que lo veían como una forma de garantizar al máximo la felicidad en la vida eterna. De hecho, según como se mire, puede considerarse algo egoísta, pero lo consideraban una forma de acercarse a Dios y evitar así peligros o tentaciones», razona.
Por otra parte, el autor recalca que Elisabet sa Fortesa era «una señora en mayúsculas», puesto que se casó con «la persona más poderosa del reino, el procurador real Jordi de Santjoan». «Al no tener hijos, cuando enviudó se encerró en la Seu, algo muy complicado que consiguió porque tenía a su favor la categoría social, que a su vez la ponía en el punto de mira de las críticas, pero también porque tenía dos hermanos que eran canónigos de la Seu: un decano y un diácono. Si no fuera por esa influencia, probablemente no le hubieran dado permiso para recluirse en la Catedral, todo un privilegio», afirma.
2 comentarios
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Con quién se emparedó esta pobre mujer?
Ha d'esser un llibre molt interessant. Té sa versió escrita en castellà?