Así, el destino de muchas familias queda en el limbo, pues no pueden desembarcar, pero tampoco pueden volver. Entre ellas se encontraba Marisa Font, una niña de apenas seis años que viajaba con sus padres y su hermano, cuatro años mayor. Sobre esta singular –y real– historia trata la nueva novela de Dora Muñoz (Palma, 1954), Sol d’hivern (Edicions Xandri). La presentará este martes por la tarde, a las 19.00 horas, en Quars Llibres. La autora estará acompañada por el historiador Manel Santana; Pau Tomàs, autor de Els mallorquins a l’Olimpíada que no fou, y Paquita Perpinyà, hija de Marisa Font.
Historia real
«Paquita, que es amiga mía, me contó la historia de su familia, que acabó viviendo en el Masnou. El padre, que era foner, trabajó en industrias de guerra, haciendo balas. Mientras, su madre, bordadora, enseñaba a las niñas que vivían allí. El hermano, en cambio, se fue a estudiar de marine y luego lo encerraron en prisión. La familia consiguió ganar algo de dinero en el Masnou durante la Guerra Civil», cuenta Muñoz, que si bien se ha mantenido fiel al rigor histórico, asesorada por Manel Santana, sí que se ha permitido alguna licencia en la historia personal. De esta manera, Sol d’hivern narra la historia de la familia y, en paralelo, «la de un señor catalán que tiene una importancia clave en el desenlace de la novela». Así las cosas, si bien no se trata de una novela negra, el género que más ha cultivado la autora, «sí es cierto que la historia es negra por los hechos que se cuentan».
Reconocimiento
Por otra parte, Muñoz acaba de ganar el premio Memorial Agustí Vehí del Tiana Negra, el primer galardón que consigue que tiene dotación económica (3.000 euros). La obra, que provisionalmente lleva el título de Errada de comptes, se publicará en septiembre en la colección Crims.cat de la editorial Clandestina. «Los escritores escribimos por ego, porque nos gusta, porque si con un libro ganas 1.000 euros puedes darte con un canto en los dientes. Aunque hay excepciones, como puede se Carme Riera o Sebastià Alzamora, no podemos vivir de la escritura. Es un oficio muy precario. De hecho, con esta misma novela me presenté al Premi Mallorca o al Ciutat de Palma, donde también hice lo propio con Arrels i ales. Hasta ahora no había ganado un premio que tuviera una dotación económica, aunque sí algunos de carácter simbólico», se sincera.
En este caso, la novela está protagonizada por «una mujer mayor que no puede afrontar los gastos de seguir viviendo en Palma». «Le han subido el alquiler, la quieren desahuciar y no tiene dinero porque, como se desprende del título, se equivocó en las cuentas y no tiene suficiente dinero ahorrado. No se esperaba que hubiera guerras ni tantas crisis», aclara. Sin embargo, lejos de dar lástima, la autora puntualiza que es una mujer culta, que ha viajado por todo el mundo y que tiene inquietudes, «lo que pasa es que la jubilación no le basta para llegar a final de mes»
De hecho, la protagonista es en realidad una asesina que también busca ajustar cuentas con la vida y las personas de su alrededor. «Es una señora extravagante que tiene un comportamiento extraño, que hace reír al lector. Aunque no la hubiera definido como una comedia negra, el jurado así lo ha valorado. Me sorprende que les haya parecido tan divertida», celebra.
Y es que aunque es una comedia, la novela pone sobre la mesa asuntos muy delicados, desde el desahucio y el problema del acceso a la vivienda hasta la masificación turística, la gentrificación hasta la violencia de género e incluso la pederastia de la Iglesia. «También quería denunciar que los mallorquines sentimos solastalgia, que es la nostalgia de la pérdida de espacios naturales. Nosotros hemos perdido el acceso a la naturaleza, que nos ha robado la masificación turística. Ya no reconocemos el centro de Palma», lamenta. Asimismo, Muñoz denuncia que quería acabar con «el paternalismo que hay hacia la gente mayor». «Me pone muy nerviosa que se traten a los mayores como si fueran niños pequeños que no se enteran de nada. No soporto esa infantilización», insiste.
De esta manera, el quid de la cuestión es por qué mata la protagonista, algo que, sin ánimo de desvelar demasiados detalles, tiene que ver con el bienestar. En este sentido, Muñoz recuerda que trabajó como orientadora de la escuela de la prisión de Palma desde 2006 hasta su jubilación en 2014, tiempo que le sirvió para darse cuenta de que «si exceptuamos la libertad, el no poder abrir la nevera y comer lo que quieras, en la prisión no se está tan mal. De hecho, incluso puede ser preferible que ir a una residencia de la tercera edad, donde se producen verdaderos horrores. Digamos que la protagonista quiere ir a prisión por una razón», avanza.
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