La poeta Antonina Canyelles publica 'Bistecs de pantera' (Lapislàtzuli Editorial). | Jaume Morey

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«Nací feminista sin conocer la palabra, en 1942», asegura Antonina Canyelles, que acaba de publicar nuevo poemario: Bistecs de pantera (Lapislàtzuli). Un libro que, reconoce, ha escrito más contenta que nunca, a pesar de haber perdido hace poco un gran amigo, Antoni Serra, a quien le dedica esta obra. Lo presentará el próximo miércoles 7 de junio, a las 19.00, en Quars Llibres de Palma.

«Som una ventríloqua de la poesía: faig totes les meves veus», afirma en el primer poema. Y es así, porque hay versos sumamente delicados, pero también algunos que son incluso escatológicos. Hay mucho contraste.
—Es que siempre escribía escuchando música de Chopin, que me gusta desesperadamente, aunque en este caso lo hice con Mozart, quien evidentemente era un genio, pero nunca me terminaba de encajar. En cambio, en esta ocasión decidí ponerme a Mozart y me ha salido este poemario que suena a él. Su música también es así: tiene fragmentos muy líricos, serios, pero algunos también muy divertidos, enredados. Según sus biógrafos le gustaban mucho los chistes y hacer bromas, muchas de las cuales eran más bien sucias. Parece mentira cómo influye la música que escuchas al escribir.

¿Entonces cree que hay un cambio en Bistecs de pantera?
—Bueno, siempre digo que escribo el mismo libro. No podría hacerlo de otra manera. Cuando era joven me encantaba Blai Bonet, me gustaba más antes que ahora, pero nunca sabría escribir de esta manera, no podría imitar a nadie. Lo que sí encuentro es que este libro lo he escrito contenta. Los otros también, pero este escribía casi cada día, siempre haciendo muchas correcciones, pero lo hacía contenta. Diría que es el libro que más he disfrutado escribiendo. A veces me partía de risa. Siempre me ha gustado reírme. ¿Y por qué la poesía no puede ser también divertida? De hecho hay gente que me dice que antes no leía poesía, pero leyó algún poema mío y le había gustado. Escribo para gustar, no para mí, no soy una adolescente.

Y eso que dedica el libro a Antoni Serra y a su hermano, que ya no están...
—Por edad tengo muchas pérdidas a mis espaldas. Ten en cuenta que muchas compañeras de colegio llevan muertas veinte años. Ya no tengo a nadie. Pero es que es ley de vida, no tiene remedio. De todas maneras, y no sé si tiene mérito porque puede ser genético, no tengo demasiada tendencia a la tristeza. Hay gente que se deprime enseguida por cualquier cosa y yo no. Y eso que he pasado por muchas cosas.

En un poema dice que ya ha tenido todas las edades.
—Así es: he tenido cero años, veinticinco; he pasado pr la infancia, preadolescencia, juventud, madurez... Ya he cumplido el ciclo de la vida y, por tanto, todo lo que tengo ahora es de propina. Lo tengo muy asumido.

Pero reconoce en el libro que hay que hay una parte joven es.
—Sí, como suelo decir, me da mucha rabia tenerme que morir. No soy joven, no puedo viajar ni caminar mucho, pero estoy bien de ánimos y por eso tengo ganas de vivir.

¿Es más feliz ahora que cuando tenía 30 años?
—Es otra clase de felicidad. Vengo aquí [en el bar de al lado de Embat, en Los Geranios, al que se refiere como su ‘oficina], sobre las 12.30 me voy al mercado a comprar, luego a casa a comer, escribo y hago algunas tareas. Así no voy al psicólogo. En el bar me he encontrado con gente muy diferente. Hasta ahora siempre escribía de noche, pero con este libro me puedo poner a la una del mediodía. Muchas veces bromeo con Neus [Canyelles] sobre cuántas ollas hemos quemado por estar escribiendo mientras cocinamos.

«A les eleccions votaré a qui m’ha jurat que em farà esclatar de riure». ¿Irá a votar [por este domingo]
—Claro que sí, siempre voy. Convencida, no lo sé. Lo tenemos muy mal. Si ganan los fachas el catalán se irá al garete. Realmente estoy muy preocupada. Vi una conferencia por YouTube de Carme Junyent en el que auguraba que en dos generaciones se acabará el catalán.

Ha escrito sobre música, educación, la religión, la política... pero nunca sobre el amor. ¿Por qué?
—Es que no tengo por qué contar esas cosas. Está pasado de moda. Hay cosas más divertidas de las que hablar que el amor. Lo mismo pienso de poemas de paisajes. No me interesan. Soy la primera que si leo un poemario y empieza a darle vueltas al paisaje o al amor no me interesa, lo dejo de leer. Ni cuando era joven me gustaban las novelas románticas.

Algunas veces ha confesado que también escribe cuentos. ¿Piensa publicarlos algún día?
—La verdad es que no, no los publicaré. Más que el argumento, me gusta el cómo, la forma. Por eso me encanta Katherine Mansfield, releo sus cuentos una y otra vez. Es como si caminaras por un sitio agradable, no necesariamente bucólico. En mi caso, cuando escribo un cuento tengo prisa por terminarlo. Es como si hiciera un examen. Así que me lo tomo como si fueran ejercicios. Los corrijo mucho. Pero creo que eso también es bueno. Cuando estudiaba música no tocaba las piezas, sino que hacía muchos ejercicios.