Manuel Barceló junto a su mujer Francisca. | Click

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Se cumplen cuarenta años del rodaje de Bearn, película basada en la novela del mismo título de Llorenç Villalonga, quien, en sus páginas, narra, a través de una familia encabezada por don Antonio, el derrumbe de la aristocracia mallorquina, muy a pesar de que el senyor Antio de Bearn tenía muy claro lo de que prefería la muerte a mezclar sangre con clases que no fueran nobles. Con motivo del 40 aniversario, el Club Ultima Hora-Valores celebra un coloquio el próximo jueves 1 de junio, a partir de las 20.00 horas, sobre esta película. El aforo ya está completo.

El director de Bearn fue Jaime Chávarri, siendo sus actores principales Fernando Rey, Imanol Arias, en el papel de Joan Mayol, cura de la possesiò, Ángela Molina, Alfredo Mayo, Conchita Bardem, Amparo Soler Leal, entre otros. También tuvo un papel muy importante la actriz Juan Ginzo, una de las voces más importantes de la radiodifusión española.

El rodaje tuvo lugar en la finca de Raixa, siendo su escalinata uno de los escenarios más espectaculares, sobre todo cuando descendió por ella Ángela Molina con un vestido impresionante, obra de la diseñadora Ivonne Blacke, que costó un millón de pesetas, lo que le convirtió en el vestido más caro del cine español, al que trató de recuperar su diseñadora, pero no pudo, puesto que se alquiló a muchas novias de la época que quisieron lucirlo en uno de los días más importantes de sus vidas.

Aunque el papel no fue muy largo -nos referimos a los minutos que está en pantalla-, uno de los de más peso fue el del mayoral de la finca, interpretado por el actor mallorquín Manuel Barceló, fiel servidor de su amo, don Antonio de Bearn, pero que no pudo evitar que le azotara delante de todos los trabajadores de la finca al pensar que se podía haber puesto del lado de los rebeldes.

«Recuerdo aquella escena», nos cuenta Manolo, cuarenta años después, sentado en una cafetería, al lado de su esposa, Francisca Bibiloni. Se conocieron en la Compañía Auba, de Son Ferriol, de la que formaban parte como actores, que también trabajó, pero como extra, junto con otras mujeres, en la iglesia.

«Me ataron y me colocaron en la espalda una especie de almohada para que el látigo no me hiciera daño. Porque Fernando lo utilizaba contra mi de verdad. Pasa que no se vio el almohadón, pero si la furia de l’amo golpeándome, igual que mi dolor al recibir los latigazos. Pasa que cuando se me veía de perfil, no llevaba el almohadón puesto, y él no me golpeaba, sino que tenía la mano levantada sosteniendo el látigo, a punto de lanzarlo contra mi cuerpo, mientras que yo mostraba mi dolor a través de los gestos que hacía. Y es que el cámara sabía muy bien mover la cámara».

Ya puestos a recordar … ¿Cuánto cobró por su trabajo en Bearn?
28.000 pesetas, por lo cual me considero bien pagado, primero, porque estaba trabajando para una película que sería muy vista, segundo, porque estuve en Raixa dos semanas, no mucho tiempo, y tercero, porque rodar, rodé cuatro o cinco días.

Y a mi me pagaron por ese día de rodaje, unas mil pesetas más la comida -señala Francisca.

¿Cómo era el trato con los actores protagonistas?
Excelente, cada uno en su sitio, pero todos amigos. Nos trataron muy bien, por lo que nos sentimos muy a gusto con ellos.

¿Cómo le cogieron para el papel de mayoral?
Se hizo un casting, al que me presenté, y por lo que veo les gusté. Me dieron el guion, me lo empollé, lo cual no fue difícil, pues tenía muy buena memoria, lo cual me facilitaba retener los textos, y luego todo fue cuestión de actuar. Chavarri marcaba la pauta, pero nos daba libertad en la interpretación.

¿Era muy exigente…?
Sí, lo era, pero como he dicho, te daba libertad. Para mi, trabajar en Bearn me sirvió de gran aprendizaje. Fue un curso completo de teatro.

¿Qué tal Ángela Molina?
Como actriz no la voy a descubrir. Como persona, sencilla, con buen rollo. Sin perder su sitio, se llevaba bien con todos.

¿Ella sabía que su marido, l’amo, don Antonio, le era infiel?
Lo sabía mucha gente, y ella suponemos que también, pero callaba mientras siguiera siendo la senyora… Como si no supiera nada.

-Para usted, ¿qué fue lo que más le llamó la atención de Bearn?
Me gusto todo, pero, sobre todo, la espectacular bajada por las escaleras de Raixa de Ángela Molina, de blanco, con sombrerito del mismo color. Para mi, de las mejores escenas logradas. Fue impactante. Tampoco estuvo nada mal el baile del bolero, protagonizado también por Ángela.

¿Qué más cosas recuerda de aquel rodaje?
Pues que una tarde vino a presenciar el rodaje Teresa Gelabert, viuda de Llorenç Villalonga. No tuve ocasión de hablar con ella, pero sí, estuvo en el rodaje.

¿Fueron ustedes al estreno de Bearn, en el Auditorio de Palma?
Sí, claro… Y entre el publico vimos a Isabel Preysler, Jose María Ansón, … ¡Muchísima gente!

Un fotograma de la película.

Manolo, pues así quiere que le llamen, tuvo también un bar en Son Ferriol, el 2 de Mayo, muy conocido, sobre todo cuando instaló en él uno de los primeros karaokes. «En los fines de semana era tanta la gente que venía, que tenía que hacer cola. Incluso venían parejas de recién casados, tras la cena nupcial, a pasar unas horas con algunos de sus invitados. También se hicieron muchas despedidas de soltero. Sí… El 2 de mayo…¡Qué! gran bar que fue. Estaba al principio del barrio, a la izquierda, viniendo desde Palma por la carretera de Manacor».

Manolo también, en una época, trabajo mucho para el cine y series que productoras extranjeras venían a filmar en Mallorca. «Y es que como hice tantas, que me conocían en muchas productoras, por lo cual, cuando venían a rodas me llamaban. Por eso y porque me adaptada muy bien a los papeles que me ofrecían».

En la recta final de su carrera como actor y director de teatro, montó su propia compañía. Compañía Manuel Barceló, «compañía no subvencionada por nadie», remarca, con lo que representaron tres obras, Quin xou, nena!!, Quin Futur y S’herencia d’en Toni Fabioler.