El compositor de bandas sonoras Joan Martorell firma la música de 'Los buenos modales'. | Jaume Morey - Jaume Morey

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Joan Martorell es un tío sincero y honesto al que le encanta probar cosas diferentes. «Yo nunca he sido ambicioso. Si lo fuera tendría más trabajo, pero sería menos feliz. Siempre he disfrutado de todos los proyectos que me han llegado porque, a veces, aprendes más de los pequeños que de los grandes», dice sonriente. Y sabe de lo que habla ya que Martorell ha trabajado, precisamente, con los grandes, como Hans Zimmer. Su más reciente propuesta llegó a salas el viernes y es «un auténtico regalo». Se trata de Los buenos modales, de Marta Díaz, estrenada en el Festival de Málaga.

La cinta se centra en la relación entre Manuela y Rosario, dos hermanas distanciadas que se reencuentran cuando los cuidadores de sus nietos permiten que los niños se conozcan. Una historia con un «problema familiar que puede hacer que muchos nos sintamos identificados» y que en su primer visionado dejó al mallorquín «en shock porque reí, lloré y me hizo recordar muchas cosas».

Al contar cómo le llegó a las manos este encargo, Martorell podría decir que es porque no había nadie mejor, pero él le ‘echa la culpa’ a Javier Rodero, en lo que «un auténtico acto de generosidad al recomendarme a mí tras no poder hacerlo él por temas de agenda». Y desde el primer momento, todo fue como la seda: «Marta sabe lo que quiere y se implica mucho en el proyecto, pero necesita a alguien que le traduzca eso a un lenguaje musical. En su caso, sin embargo, es muy fácil», detalla.

Se da una circunstancia poco común, además, y es que la cinta abre con una secuencia de más de tres minutos de música, lo que permitió a Martorell «introducir los leitmotivs musicales que habrá en la película», sin embargo es lo que dejó para el final porque, por alguna razón, en las primeras versiones no terminaba de funcionar. La cineasta, cuando él propuso esta sugerencia, reveló que ella misma había escrito esa escena inicial justo antes del rodaje, tras tener el resto de la película pensada, por lo que la sintonía entre ambos fue total incluso antes de arrancar.

Con la complicidad compartida, el resto fue dejar salir el oficio, caracterizado por la filosofía de «no llegar a los extremos», haciendo que la música sea «un personaje más, nunca por encima quitando el foco al resto, acompañando. Un equilibrio no fácil de hacer, ya que «en el drama, si exageras demasiado se vuelve pastelón y en la comedia, por ejemplo, es difícil no caer en clichés, al igual que en el terror», todos ellos géneros explorados por Martorell.

Por ello, esa búsqueda del equilibrio musical que no diga demasiado, pero tampoco se quede corto, se basa en algo que dice mucho a sus alumnos: «Proponed, sobre todo si creéis que aportará a la película». «Solo así estará vuestra alma en el proyecto». A su vez, ya sea al frente de la orquesta o a la hora de componer, Martorell también resalta el valor de «saber ponerse al servicio del proyecto porque el error número uno es querer lucirse». «Es muy bonito y fácil componer para una gran orquesta que tiene todos los instrumentos, pero si luego no vas a tener esa orquesta no sirve de nada. Hay que hacer lo que pide la película».

Probar

Por ello le gusta tanto probar proyectos distintos, porque cada uno es un carnaval ya que «te permite vestirte con ropa diferente». Y no será por ofertas, ya que en los próximos meses se sucederán estrenos como Que nadie duerma, adaptación fílmica de la novela de Juan José Millás que dirige Antonio Méndez Esparza; el filme de terror El hombre del saco; la adaptación española de la postapocalíptica Bird Box; o Duro, con guion de Bàrbara Mestanza y dirección de Francesc Cuéllar.

En esta línea, aprovecha también Martorell para denunciar la situación precaria en la que suelen vivir los departamentos de música porque «normalmente no se destina muy poco presupuesto» y sugiere a los productores que piensen también «en lo que hace la música por los filmes».