La joven cantante Blanca Vergara posó en Palma para este periódico. | Pilar Pellicer

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El pop. Contenedor habitual de historias de amor y ausencia, un paradigma en el que artistas de distinto pelaje abordan abiertamente sus problemas y se muestran vulnerables. Ese es el lenguaje que ha escogido Blanca Vergara para comunicarse con el público, y Se nos ha hecho tarde es la última misiva lanzada por esta mallorquina que destaca por su naturaleza, sensibilidad y frescura. Dotada de una voz muy peculiar y con un perfil muy potente en redes sociales, se alza como una de las figuras emergentes del pop estatal.

Apenas ha necesitado unas canciones para mostrar al mundo sus argumentos, que son muchos. En Se nos ha hecho tarde comienza tenebrosa, apenas se escucha su voz musitada sobre un lecho musical pausado y preciosista que congenia con su estado de ánimo, con el que pretende llegar a público «de todas las edades». Acude a la entrevista con ropa alegre y holgada que congenia con el color de su cabello, a la par que contrasta con los motivos oscuros de sus canciones, que aun siendo baladas están en las antípodas del romanticismo, si acaso en su trastienda, en el reverso amargo del amor, en los vestigios del naufragio… «La idea que engloba el disco son las fases de una ruptura amorosa, y Se nos ha hecho tarde habla de una de ellas, la fase de la aceptación, que es cuando pasas de estar triste y negativa a ver un poco de luz y claridad en lo que viene», detalla Vergara.

Portada de su último sencillo, titulado ‘Se nos ha hecho tarde’.

Su debut discográfico se hará de rogar, por el momento habrá que conformarse con degustar los singles que gradualmente vayan publicándose. «Ni siquiera tengo claro como titularé al disco, el nombre cambia constantemente, el último que he escogido es Buzón de voz, pero no puedo garantizar que vaya a cambiarlo de nuevo», desliza encogiéndose de hombros. Aunque adelanta que tendrá «doce canciones», y que antes de ver la luz se pondrán en circulación «entre siete u ocho singles».   

Nueva generación

Con apenas 22 años, Vergara muestra la otra cara del pop, esa que pide paso de la mano de una nueva generación de artistas como Billie Eilish, cuyo sentir ha sabido captar. Como la californiana, nuestra protagonista se aleja del icono ardiente del pop femenino, su perfil es más discreto y elegante. A lo largo de la entrevista gesticula para explicarse mejor, transmitiendo el desasosiego que está experimentando, «a veces estoy con los medios hasta las cinco de la tarde, y eso no es nada, he tenido días peores», desliza con resignación. Pero está feliz, aun no ha bajado de la nube, difícil cuando un gigante como Warner se fija en ti. El sello ha reparado en la joven, sobre la que ha depositado su confianza, atraídos por su inconformismo y toneladas de personalidad. Y por su estilo vocalista... susurrando las letras, dejando ir las palabras tenuemente pero sin indolencia, dibujando el patrón de una nueva estrella del pop, cuya insultante juventud recuerda a la cándida Cenicienta pero mucho más turbia y atormentada.

«Tener el apoyo de una discográfica grande es extremadamente importante, tanto a nivel contactos y entrevistas como de promoción te ayuda muchísimo, pero a nivel de escuchas la verdad es que basta con que la canción se haga viral en una red como TikTok para que la gente la escuche y se difunda rápidamente», razona Vergara. Las suyas son melódicas pero oscuras, teñidas con la melancolía que provoca lo inalcanzable, ese mismo sentimiento que la impulsa a protestar cantando, retorciendo el pop con bases influidas por la electrónica y cantando bajito porque en tiempos de ruido gritar más solo te convierte en una más.

Pero las sombras solo marcan el inicio, «el final es positivo, se trata de sacar algo bueno de una experiencia negativa y salir reforzada, más fuerte». Y es así como evolucionan sus canciones, dejando atrás la noche para abrazarse al día, a una jovial celebración pop, mientras el público arranca el convencimiento de haber encontrado a una igual, alguien que siente y padece tal que ellos, una chica normal con problemas normales. Sin aditivos ni disfraces, de carne y hueso.