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Existe un momento que decide nuestras vidas. El de Antoni Serra fue hacia 1960, tras abandonar sus estudios de Medicina en Barcelona ante la estupefacción familiar. Entonces se marchó a Valencia, donde vivía su tía Nofreta, una monja inteligente y muy bien relacionada, que pensó en buscarle novia y arreglarle la vida. Nofreta le presentó a una chica guapa que se enamoró de él, tan alegre y decidido. El padre, que era millonario, estaba encantado, y puso la expectativa de un piso en pleno romance. Pero algo no iba: «Yo lo que quiero es ser escritor -le confesó a ella- y es muy difícil ganarse la vida así». Ella no se decepcionó: «He hablado con mi padre. Te pondrá un despacho en su oficina, te pagará un sueldo, y allí podrás escribir todo lo que tú quieras». Y Antoni Serra salió huyendo, y hasta este sábado no paró.

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Su vida fue un frenesí, siempre hacia adelante, acelerada, sin concesiones. Ejerció de payaso, algo de lo que se sentía especialmente orgulloso; se especializó en el género de decir boutades para épater le bourgeois, y en eso fue el mejor de su generación; y con 25 años entró en la plantilla de Ultima Hora para hacer la revolución. El director, Pepín Tous, contó con él para reforzar la sección de reportajes, pero en aquella Redacción hizo de todo, hasta meterse en una jaula de leones en plena función circense. La censura era seria y molesta, así que regresó a Barcelona, el epicentro del conflicto, para dar la talla como activista y escritor. Y la dio: en 1970, todos los intelectuales catalanes ya sabían quién era Antoni Serra, el más crítico y entusiasta de los antifranquistas que se encerraron en el Monastir de Montserrat. Con la fama merecida de contestatario, catalanista, comunista e independentista, regresó a Mallorca. Eran los tiempos de la clandestinidad. Durante la Transición hizo bandera en la calle de su partido, el PSAN, y de la lengua catalana en este diario, con el suplemento La Columna de Foc. Escribió crónicas políticas, crítica literaria, ensayos, diarios y novelas trepidantes. Hizo amigos y enemigos. Vivió intensamente y se paró de golpe, no podía ser de otra manera. Nunca había pasado por un hospital, jamás tuvo un historial clínico. Todo fue consecuencia de aquel día, cuando escapó de Valencia.