El escritor y periodista Antoni Serra, en una imagen de 1994 junto a su inseparable perro Marlow.

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La luz del escritor, periodista y activista cultural y político, Antoni Serra i Bauçà (Sóller, 1936), se ha apagado este sábado a la edad de 87 años. Muy ligado a esta casa, era hermano de quien fuera el fundador y presidente del Grup Serra, Pere A. Serra, y colaboró prácticamente en las páginas de este rotativo hasta sus últimos días. Se trata, además, de una de las figuras literarias más importantes de la segunda mitad del siglo XX y es uno de los grandes exponentes de la novela negra en lengua catalana; precisamente, Serra es el padre de uno de los personajes más icónicos de este género, el detective Celso Mosqueiro.

Antoni Serra nació en Sóller en 1936. En su infancia estudió en las monjas de la Caridad y en la escuela dels Sagrats Cors y, pese a la educación tradicional y la represión de los primeros años del franquismo, creció en un ambiente familiar de resistencia al régimen. Asistió entonces a los encuentros antifranquistas en la trastienda de la farmacia de su tío Josep Serra, que había sido militante de Esquerra Republicana y alcalde de Sóller durante la Segunda República.

Fue su padre, Miquel Serra, quien le inculcó el amor por la literatura y el arte, aunque siguió la tradición familiar y se decantó por estudios de Medicina en Barcelona. No finalizó la carrera, pero su estancia en la Ciudad Condal le permitió sumergirse en los ámbitos culturales de la época: tertulias con intelectuales como Josep Maria Castellet, Carlos Barral o Jaime Gil de Biedma. Inquietud que le hizo mirar al periodismo e impulsar la revista universitaria Resurección, aunque ya había colaborado de adolescente en el semanario Sóller.

Un joven Serra dejó definitivamente la carrera de Medicina para dedicarse de pleno al periodismo y la escritura. De regresó a Sóller publicó su primer libro, Dos cuentos, en 1959, y dos años más tarde, en 1961, se incorporó a la redacción de Ultima Hora.

Es en esa época cuando también se empieza a interesar más profundamente en la historia cultural y política de las Islas y los territorios de habla catalana, ejerciendo en ocasiones de conferenciante de temas diversos, con especial hincapié en la figura de Gabriel Alomar. De aquel momento son los libros La paga y los diálogos de viuda y joven (1960), Caballero Homs (1965) y la trilogía Camino hacia la horca (1966-1972), que le dieron popularidad.

Esa década, los 60, fue crucial para su ejercicio activista. Empieza a participar activamente en la vida cultura y política de Palma, implicándose en tertulias en los bares Moka y Riskal junto a personalidades como Llorenç Villalonga, Jaume Adrover, Joan Alomar, Manuel Picó, Miquel Àngel Colomar y el pintor Fraver, entre otro; enlaza esa actividad con la vida política con células del PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya), no sin represalias. Fue detenido durante el transcurso de una conferencia en la Casa Catalana y las autoridades franquistas le seguían la pista.

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Su faceta activista no se frenó y en diciembre de 1970 pasó por uno de sus momentos álgidos. En concreto, los días 12, 13 y 14 Serra fue uno de los 300 intelectuales catalanes que protagonizaron el famoso encierro de Montserrat, un hito clave de la lucha antifranquista, en protesta del proceso de Burgos. Un acontecimiento que todavía se recuerda y que ha sido objeto de numerosas publicaciones y estudios especializados. Poco después, y junto al militante independentista y profesor Joan Quetglas, constituyó en 1973 una célula en las Islas del Partit Socialista d’Alliberament dels Països Catalans (PSAN). Esa etapa se vio reflejada en su libro Gràcies, no volem flors (Cròniques de la clandestinitat a Mallorca), de 1981.

Literatura
Serra siempre compaginó esa lucha intelectual y política con el periodismo y la literatura, ámbito en el que cultivó una carrera que le dio reconocimiento y popularidad entre crítica y lectores. Sobre todo, gracias al personaje que ha marcado su trayectoria, el detective portugués Celso Mosqueiro.
Aunque empezó escribiendo en castellano, el catalán protagonizó el resto de su obra, con libros como El cap dins el cercle (1979), Més enllà del mur (1987), Carrer de l’Argenteria, 36 (1988), Per ben morir (1988), Llibre de família (1991), Panorama interior en gris (1993) o La insostenible levitat dels cossos (1996). En esa época fue también cuando ideó el personaje de Celso Mosqueiro, cuya primera investigación fue en El blau pàl·lid de la rosa de paper (1985). Las andanzas de este peculiar detective continuaron con L’arqueòloga va somriure abans de morir (1986), Espurnes de sang (1989), RIP, senyor Mosqueiro (1998) o Cita a Belgrad (1992).

El literato también trabajó la narrativa corta -con Entrada de fosca (1972) y Tríptic del viatger (1975)- y el ensayoGent del carrer (1971), Gràcies, no volem flors (1982) y la biografía Gabriel Alomar: L’honestedat difícil (1984)–. También participó en varios libros colectivos, sobre todo los firmados por el colectivo Ofèlia Dracs, y ya en los 2000, el autor compartió su diario de escritor bajo el título Diari d’ombres, paisatges i figures.

Fronteras
La obra de Serra traspasó nuestras fronteras y, en este sentido, algunas de sus obras han sido traducidas a otros idiomas, como el castellano, el italiano, el francés y el alemán. Sus últimas publicaciones son reediciones de Cita a Belgrad, con el sello Ifeelbook en 2019, y un año después Màrius, con Nova Editorial Moll.

A lo largo de su prolífica y dilatada trayectoria, Serra recibió diversos reconocimientos: Premi Puig i Llensa (1972) por L’afusellament; Premi de Narrativa Curta L’Encobert (1985) por Música de Mahler per a una lloca didàctica; fue Escriptor del Mes del Principat de Catalunya en 1995; Prix du Roman du Salon du Livre insulaire, de 2008, por 36, rue de l’Argenterie; en Palma ha recibido varios homenajes (el último, en el año 2011 en el Teatre Mar i Terra), y más recientemente, en 2014, recibió el Premi Rosalía de Castro del PEN Galicia.

La relación de Antoni Serra con la literatura fue más allá de la edición. Fue uno de los fundadores en el año 1977 de la Assocació d’Escriptors en Llengua Catalana (AELC), de la fue su vicepresidente; ese mismo año fue secretario técnico en el Segon Congrés de Cultura Catalana, y dirigió durante un lustro la librería Tous de Palma.