La buhardilla está colmada de libros hasta el techo. | Redacción Digital

TW
0

Un hombre ha legado tras su muerte un tesoro hecho páginas y letras de tinta impresa. Ni más ni menos que 70.000 libros, un variopinto y completo fondo bibliográfico completado en toda una vida de minuciosa dedicación y compromiso con la literatura y el conocimiento en un sentido amplio de los términos. Pasen y vean el caso poco común del coleccionista Bruno Schröder, el 'loco de los libros' de Mettingen (Alemania).

Su caso ha llamado la atención estos días en el país centroeuropeo, y su historia ha sido compartida por algunos medios de comunicación alemanes. Estos dan cuenta de que, a la muerte de un ingeniero jubilado de 88 años, sus vecinos se han percatado de que se marchó sin antes contarle al pueblo apenas nada de su patrimonio extensísimo y casero.

La librera de la pequeña localidad de Mettingen, en el estado de Renania del Norte-Westfalia, le recuerda como a su mejor cliente. Y no es para menos. Durante años y años fue amasando títulos y tomos de toda clase y estilo. Libros técnicos, por su formación de ingeniero de minas, y manuales de todo tipo de disciplinas. También literatura de ficción, en todos los formatos, tamaños y ediciones posibles.

Especialmente ha llamado la atención la factura también propia de las estanterías, que han acomodado todas las paredes de la casa, incluso el desván, para dar cabida a los miles y miles de libros de muy variado origen y contenido.

Los medios de comunicación teutones interesados por esta historia poco común explican que la casa es en verdad bastante discreta, y se enclava en mitad de una urbanización en este pequeño municipio en la región de Tecklenburg. «Pero bajo el techo, y realmente hasta el techo, hay un verdadero tesoro: un tesoro oculto de libros». «Bruno Schröder era un verdadero coleccionista de libros y su colección es probablemente la biblioteca privada más grande de la región».

Así lo radiografía Westdeutscher Rundfunk (WDR), el portal de radiotelevisión pública del estado federal alemán, quien ha hablado con la librera del pueblo, posiblemente una de las personas que mejor conocían al venerable erudito, y también una de las que más le echan en falta. «Sus libros eran muy importantes para él. Los guardaba como un tesoro» declaró Silke Meyer, la librera. En estos momentos su viuda reside en un hogar de ancianos, y de hecho fue su cuidadora la que difundió la particular herencia de su difunto esposo. Ahora buscan a personas interesadas en tan singular colección, fruto del trabajo de toda una vida, y del amor por los libros.