El mallorquín Rubén Villoria posa con el Oscar por ‘El libro de la selva’.

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No hay muchos mallorquines que hayan podido posar con un premio Oscar que, además, les pertenece. Es el caso deRubén Villoria, quien formó parte del equipo de efectos visuales de El libro de la selva, la cinta de Jon Favreau que se alzó como Mejores Efectos Visuales y en la que fue director de efectos. Esta es solo una de las muchas e importantes producciones en las que Villoria ha participado, como Guardianes de la Galaxia, X-Men:Apocalipsis, Alien:Covenant o Animales Fantásticos:Los secretos deDumbledore. Su más reciente trabajo es en la tercera y última temporada de la serie La materia oscura, con JamesMcAvoy y Dafne Keen, y que llegó a HBOMax España hace tan solo un par de días.

¿Qué le atrajo al mundo del cine?

—Diría que el culpable es George Lucas y Star Wars. Es algo que viene desde crío. Siempre me ha entusiasmado la fantasía y la ciencia ficción y no podía dejar de leer este tipo de historias.

¿Qué formación recibió?

—Tras el colegio me planteé estudiar Bellas Artes, pero acabé en Electrónica. Principalmente me formé en casa a horas intempestivas, en una actividad que compaginaba con el trabajo y el instituto. Al final, uní estudios y trabajos en diseño gráfico y, ya en la universidad, tuve la suerte de conocer a Juan Montes de Oca y el programa Maisca.

¿Cuáles fueron sus primeros proyectos?

—No siempre he trabajado en el cine. De hecho, a mí lo que me gusta es trabajar en 3D, que tiene retos de programación y lógica que me atraen enormemente. Siempre recordaré con cariño mi primer trabajo profesional con Rafael Amores. Se trataba de una remodelación de la Plaza de las Columnas. Luego estuve en VideoU, una de las productoras audiovisuales más grandes de laIsla; me fui a Madrid, a MadPix, monté mi empresa Tripoly, que cerramos tras la crisis de 2008 y me marché a Londres hasta el Brexit, cuando me mudé a Canadá. Aunque llevaba años queriendo dar este salto.

¿Qué tal es la vida en Canadá?

—Debo reconocer que tuve suerte. La empresa me puso solo facilidades para el traslado. Eso sí, hay cosas con las que lidiar: aterrizar en febrero y buscar piso a menos 27 grados es una experiencia interesante. También el papeleo fuera de la UE, que tiene un grado de dificultad que no había experimentado. Lo que llevo peor es la diferencia horaria con mi gente, pero se compensa con un trabajo ideal, bien pagado y con oportunidades. Además, Montreal es una ciudad con mentalidad europea y creo que en Canadá acertaron al plantear una economía no de extracción de recursos y sí orientada a la propiedad intelectual. Una saga de Harry Potter genera beneficios enormes y solo necesitas un montón de cerebritos al teclado haciendo cosas asombrosas.

¿Cómo explicaría su trabajo en el ámbito de los efectos visuales?

—Básicamente es hacer todo lo que no puedes de modo manual, ya sea por ser tremendamente complejo, como más de cien larvas en un cubo en Los secretos deDumbledore, o porque requiere de operaciones matemáticas muy complejas, como el río de El libro de la selva. En la profesión se suele decir: ‘si es raro o complicado, dáselo a los de efectos’.

Ha estado en grandes firmas como Framestore y en estudios pequeños, ¿qué diferencias ve?

—Es abismal. Tienes más tiempo que dedicar a efectos concretos u oportunidades de aprender de tus compañeros. Una ventaja de haber trabajado en un sitio relativamente pequeño y con escasos recursos es que te llevas puesta mucha experiencia a la hora de improvisar soluciones.

¿Gozan de buena salud el cine y los efectos visuales?

—Ha habido un auge, pero habría que determinar qué significa estar sano en ese contexto. Es un sector que genera negocio y prosperidad a los países que lo acogen. El cine es un sector que siempre me ha gustado y plantea desafíos, pero no me importaría trabajar en realidad virtual, donde hay un potencial asombroso.