La banda Los Secretos, con Álvaro Urquijo al frente -en el centro-, toca esta noche en el Auditòrium de Palma. | MARTA PICH

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La nostalgia es un arma poderosa. Resistir el paso del tiempo y evocar días pasados se ha convertido en un leitmotiv para unos, y en un lucrativo negocio para otros. Dentro de esa nebulosa nostálgica, los 80 ocupan un lugar importante, basta escuchar canciones como Déjame para catapultarse a un tiempo en el que el brillo de la juventud aún resplandecía en nuestros rostros. La paternidad de este tierno artefacto pop corre a cargo de Los Secretos, un conjunto nacido en el año 1980, cuando los hermanos Urquijo apenas eran unos cachorros abriéndose al mundo. Ya sin el añorado Enrique Urquijo, pero con su hermano Álvaro en plenitud de facultades, aterrizan este lunes por la noche en el Auditòrium de Palma, a partir de las 21.00 horas.

Han pasado más de cuarenta años y aquel grupo impetuoso acomodado entre la new wave británica y la escuela tradicional del pop, ha forjado un estilo propio, poco dado a la reinvención, con el que difícilmente sumará nuevos fieles, pero tampoco perderá a ninguno. Los Secretos fueron una de las bandas claves en la explosión musical de aquel Madrid iconoclasta de los años 80. Un conjunto acreedor de un repertorio que resume la evolución de la música popular española en las últimas décadas (Sobre un vidrio mojado, Amiga mala suerte, Ojos de gata, Pero a tu lado…), deslizado con una sensibilidad a la altura del mismísimo Antonio Vega.

The Rolling Stones, Don McLean y The Police eran los artistas más vendedores cuando Los Secretos echaban a rodar, cuatro décadas después mucho han cambiado las cosas en el mundo de la música... ¿cualquier tiempo pasado fue mejor? «Al haberme criado en los setenta la música pop, rock y folk que se hacía en aquella época me parece mejor, creo que las letras y las melodías de gente como Jackson Browne, Bob Dylan o Elvis Costello, por citar algunos ejemplos, estaban más elaboradas. De todos modos, respeto a la gente que le gusta otros estilos, recuerdo que esos artistas que a mí me parecen estupendos no le gustaban nada a mi padre, es algo generacional», reflexiona Álvaro Urquijo, líder del conjunto madrileño. Quien recuerda que en su época el acceso a la música estaba más restringido y, por tanto, había que seleccionar con mucho tino los discos que podías comprar, «mi padre nos daba mil pesetas en Navidad para comprar libros y discos y había que priorizar».

Reconoce Álvaro que la comercialidad y autenticidad son dos de los activos más valorados en un artista maduro, «hemos tenido la suerte de contar con el cariño del público para mantener a flote nuestra carrera, hay artistas muy buenos que por no tener ese feeling con la comercialidad se ha acabado perdiendo». Buena parte de su éxito recae en unas melodías de cuidada factura, trufadas con letras que exploran «la vida con nostalgia y emotividad, te retrotraen a otras épocas. Ese tratamiento de las emociones que parece que duele pero que tiene un fondo de ternura le llega a la gente», concluye.