Imagen promocional del disco ‘Professor Midnight’, de Andrés Enrique, acompañado de su inseparable contrabajo en el entorno más jazzístico posible. | ARCHIVOS

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Durante años, Andrés Enrique ha formado su carrera académica como filólogo, siendo catedrático de la UIB y habiendo logrado su doctorado en la Universidad del Sur de California. A ello suma puestos y conferencias en importantes centros como Harvard u Oxford, especializándose en el estudio de la lengua. Sin embargo, todo esto, aunque le encanta, cubre una pasión mucho más genuina y profunda: la música. Y es que Enrique, como si de un superpoder se tratara, compagina sus clases y conferencias con el jazz y su dominio del contrabajo. A este instrumento se ha dedicado, de hecho, en Professor Midnight, su álbum de doce temas que acaba de editar y en el que confiesa, como el nombre indica, que por las mañanas da clases como cualquier profesor, pero la noche se la dedica al contrabajo y a darle «pulso» a la banda.

Y es que este leonés, que actualmente se encuentra en Boston antes de volver a la Isla para el segundo cuatrimestre, explica que «desde siempre he tocado», pero más «como acompañante porque cuando eres contrabajista suele ser así». Sin embargo, con Professor Midnight «llegó el momento de hacer mi propio proyecto» y para él ha contado con «músicos profesionales asentados en Estados Unidos que son, sobre todo, amigos». Ese es el «denominador común» de un disco que reúne la «fortuna que he tenido de poder combinar una carrera académica y tocar música con gente que admiro muchísimo». Y, claro está, «somos todos un poco empollones», bromea.

Composiciones

El disco, compuesto de 12 temas, arranca con Enrique Serenade, composición propia, y une creaciones nuevas con clásicos. Todo, eso sí, «muy swing, dejando de lado lo vanguardista y la complejidad armónica». El resultado es «música que me gusta hacer, tocar y escuchar con amigos. Disfrutar». Entre los colaboradores del disco se hallan músicos establecidos como el saxofonista neoyorquino Yosvany Terry y el pianista John Chin, ambos nominados a un Grammy, y el batería Steve Langone.
Esta doble vida –a la que puede sumarse la faceta de documentalista, con varios títulos ya–, se remonta 40 años. De hecho, por cómo lo cuenta, es su parte filológica la que resulta más accidental: «Me fui a Estados Unidos con la excusa de enseñar español sin intención de hacer un doctorado, pero me doctoré, casé, tuve dos hijas. Al final todo se enredó un poco», comenta entre risas.

La única constante fue el contrabajo, «instrumento que me maravilla por presencia y sonido». Habla de él, de hecho, como de un amigo: «Es completo y te obliga a estar ahí, contribuyendo con armonía, melodía y ritmo, siendo el pulso, el corazón de la música, literalmente». A su vuelta, Enrique planea presentar el disco. Por falta de empeño no será en este ‘Professor Midnight’ que disfruta de su faceta de aula y de la de club jazzístico: «No es sacrificio ni sufrimiento. Me preguntan de dónde saco el tiempo, pero simplemente me gusta lo que hago».