El artista catalán Ferran Palau. | Redacción Cultura

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Este artista confesional, que hace del amor no embobado y del hacerse mayor sus guías, recaló este domingo en el Teatre de Lloseta con ‘Joia’, su sexto trabajo alejado del radar de Anímic, el conjunto de neofolk catalán en el que se dio a conocer. La actuación contó con la apertura de Marc Mas, finalista del concurso Pop rock 2022 e integrante de Bilo, y se enmarcó en el ciclo S’Altra Música.

A sus 39 años, Ferran Palau es uno de los artistas favoritos de quienes aún retienen cierto olor a juventud pero ya comienzan a sentir como un recuerdo esa misma fragancia. Podría decirse que el cantautor de Esparreguera es un buen narrador de historias, pero, realmente, como él mismo suele decir, «soy más de divagar».

¿Y qué es divagar sino establecer una conexión nostálgica con el pasado? Con todo, nada de ensimismamiento naïf, Palau es capaz de enhebrar luminosas melodías que estampan alegría en quien los escucha. Es de aquellos artistas a quien el público ha desposeído de su obra para hacerla suya. Y no se trata de fans apasionados por el carisma y donaire del cantante, por la hierática parsimonia de su pose, sino por la complicidad que se establece entre ambos tras varias escuchas. Escuchas en bucle que les hacen partícipes de su mundo habitado por similares problemas, esperanzas, frustraciones y aspiraciones.

En verdad, no es fácil encontrar una definición para la música del catalán. Sus formas delicadas y sencillas siempre han buscado crear su propio universo a través de letras sugerentes, instrumentación colorista y ese toque de romanticismo ambiguo y reconfortante. En el universo de Palau nada es lo que parece y todo converge en una profundidad de luz y oscuridad, tal y como evidencian los 9 cortes que integran ‘Joia’