El poeta y científico Àngel Terron, en Palma. | Pere Bota

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Su país, dice en Europa, es el de los planetas de Copérnico y de los poemas de C. Miłosz. Y es que Àngel Terron (Palma, 1953), poeta y catedrático de Química Inorgànica de la UIB, nunca ha entendido la separación entre ciencias y humanidades porque, en el fondo, la ciencia es lenguaje. El citado texto forma parte del nuevo poemario de Terron, El jardí de les mèrleres (Lleonard Muntaner), ganador del último Premi de Poesia Mediterrània Pare Colom del Ajuntament d’Inca.

El jardí de les mèrleres, cuenta su autor, forma parte junto a Els noms del cervell y À Mon Seul Désir de lo que él llama «falsos dietarios, pues no escribo cada día, pero sí que es la evolución de mi pensamiento y de mis sentimientos y, por eso, pongo unas fechas». En todo caso, Terron insiste en que «siempre soy lírico, pero mi nivel de lirismo es difícil de detectar, a excepción de este, que es muy abierto. Incluso diría que es mi libro más accesible».

En cuanto al título, asegura que «el jardín es real y, a partir de ahí, nace la ficción» y que, curiosamente, el diseño de la portada le viene como anillo al dedo porque, aunque este se corresponde con el diseño de toda la colección La Fosca, «las mèrleres son de color negro degradado en gris y los machos tienen un pico de un color naranja o amarillo, como el de las letras del título del poemario». Asimismo, asegura que «el mirlo, que simboliza el misterio de la vida, no ha sido buscado conscientemente. En este libro pues, a partir de la experiencia de la cría de mèrleres en mi jardín, he hecho todo un recorrido por el inconsciente colectivo. Ese es el misterio de la poesía: predice la realidad».

De esta manera, el poemario, continúa Terron, es un libro escrito poco a poco a lo largo de nueve años y es una «selección esencial» en la que ha trabajado para conseguir que fuera unitario. «Empieza con un tono filosófico y con poemas que son técnicamente difíciles aunque no lo parezcan», aclara. De hecho, el poeta confiesa que Cant blau contiene una alegoría y «en toda mi vida solo he escrito otra más», que puede encontrarse en un poema que dedicó a Spinoza. «La alegoría es la imagen más difícil de conseguir, tanto que si te la propones no la consigues, simplemente sale», declara.

Sobre cómo ve la realidad un poeta y un científico, Terron tiene claro que «la realidad no existe, la realidad es lo más irreal que hay» y avisa que «no pienso en ciencia, pero soy científico y cuando escribo veo los cristales líquidos. No juego. Cuando utilizo imágenes científicas es con precisión, no hago una ordenación aleatoria de palabras que suenan bien. Por ejemplo, nunca hablaría del óxido de los días, como hacen los poetas castellanos, porque el cuerpo humano no está hecho de hierro. En todo caso, hablaría de las cenizas. A medida que vivimos nos vamos quemando». Finalmente, El jardí de les mèrleres es también un homenaje a autores de diferentes tiempos, como Blai Bonet o Robert Graves, pero también dedica algunos poemas a Emili Sánchez, Jaume Reus, Miquel Àngel Adrover, Antoni Artigues, Bernat Munar y Vicenç Calonge, entre otros.

Como expresa en el mencionado Cant blau, Terron ha dedicado su vida a hacer poemas sin esperar nada a cambio porque es un «arte gratuito en el sentido etimológico» y, recordando lo que dijo T. S. Eliot de que uno escribe para una docena de personas, Terron confiesa que «mi problema es que escribo para dos personas que no están: Andreu Cloquell y Andreu Vidal».