Meskerem Assegued Bantiwalu.  | M. À. Cañellas

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Meskerem Assegued Bantiwalu no aprecia, a priori, muchas diferencias entre Palma y su Etiopía natal. «Las hay, claro, pero el mundo tiende a parecerse cada vez más en alguna manera». Lo dice con algo de amargura en su voz, pero, al mismo tiempo, se muestra esperanzada ante un futuro «que va a ser muy diferente y mejor». En Abis Abeba, capital de Etiopía, dirige el Zoma Museum, centro que ella misma fundó y en el que no solo interpela a la juventud, sino que busca un museo «más humano» y en el que los muros que separan el edificio del entorno natural son más que difusos. Ayer, en el CIMAM, ofreció una charla en la que explicó la experiencia de más de 20 años al frente del lugar.

La propia Assegued narra cómo surgió la idea de Zoma: «Empezó como un sueño. Estaba viajando con mis hijos por el país y me di cuenta de que había unas casas hechas con rocas y barro y empecé a preguntarme cuánto tiempo llevarían allí en pie». Una cosa llevó a la otra y, finalmente, lo investigó para reunir la historia de esos hogares: «Me contaron que llevaban allí más de 100 años y me parecía increíble que no hubieran sido destrozadas por un terremoto o por cualquier otra cosa». Ahí fue cuando surgió el germen en su mente: «Pensé que me podría construir yo una casa así, pero al final acabé creando el Zoma, como un lugar capaz de mostrar una arquitectura más humana y en sintonía con la naturaleza».

Mejoras

Se trata, sin lugar a dudas, de un espacio muy distinto a aquellos que acostumbran a poblar las ciudades europeas: «Muchos de estos edificios tratan de copiarse unos a otros y ser mejores que los demás, pero no piensan en la gente, en los que no pueden oír, los que van en silla de ruedas, los que son mayores, etcétera». Por ello, su conclusión es obvia: «Se necesita algo mejor». Por esta razón, según Assegued, «los museos occidentales están cortados por el patrón de responder a ciertos temas y a ciertas divisiones. Por ejemplo, en un mismo lugar puedes encontrar el arte asiático en un ala, el africano en otra, pero eso es segregación. El arte es una expresión sobre lo que hay, lo que ha habido o lo que habrá. Cuando lo piensas así, te das cuenta de que no hay países, no hay colores. Pero en el momento en el que divides no estás hablando de arte, estás haciendo política», asevera contundentemente la comisaria.

Ante esta situación, común en los países occidentales, para Assegued la pregunta a lanzar es la siguiente:«¿Por qué no nos liberamos a nosotros mismos de estos niveles políticos en el mundo del arte?». O, dicho de otra manera: «¿Por qué no nos fijamos en lo humano sin más?». He aquí el quid de la cuestión para Assegued: la conexión humana, que va más allá de cualquier otra cosa. Es por esta razón que, consecuente con este pensamiento humanista y antisegregación, Assegued se muestra al margen de la polémica sobre la devolución de obras a países africanos expoliadas por naciones europeas: «El mundo ha cambiado, por lo que me parece una cuestión tonta. Yo prefiero hablar del futuro a partir del presente. El pasado debe ser nuestra guía, pero no podemos ahogarnos en él y quedar atrapados.Solo si nos liberamos de ello podremos avanzar». Es ahí donde el arte y la experiencia de Zoma hacen mella: «Buscan lo humano, no la separación, y estoy convencida de que ocurrirá y no falta mucho para que pase», avanza ilusionada.