La experta en arte Clementine Deliss, que participa en el congreso CIMAM de Es Baluard. | miquel a. canellas

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¿Cómo debe un museo afrontar los retos de la actualidad? ¿Cómo llegar a los ciudadanos con un propósito formativo? ¿Cómo interpretar las colecciones de las pinacotecas que permanecen en los almacenes? ¿Cómo aproximarse al arte expoliado? Estas son solo algunas de las preguntas a las que trata de dar respuesta Clémentine Deliss, curadora asociada del KW Institute for Contermporary Art de Berlín, ciudad en la que reside, y que, además, es profesora en la Universidad de Cambridge. Deliss, junto con otros importantes colegas de su gremio, está estos días en Palma para asistir al Comité Internacional de Museos y colecciones de Arte Moderno (CIMAM) que toma hasta el domingo la ciudad en su cita anual con debates y conferencias que buscan pensar y repensar el mundo museístico.

A pesar de su origen británico, Deliss confesó ayer a Ultima Hora que esta es su primera visita a la Isla. «Es curioso porque en el Reino Unido todo el mundo solía venir aquí ya cuando era joven, pero yo nunca lo hice». Sus primeras impresiones, no obstante, no pueden ser mejores: «Me está encantando, a pesar de la lluvia que nos ha tocado». En el CIMAM, Deliss imparte mañana su conferencia enmarcada dentro de la temática de Desbloquear la Historia y las nuevas narrativas. La experta, concretamente, versará sobre su proyecto, el Museo del Remedio. Ella misma lo describe como «un museo atento, que se preocupa por los visitantes». Según la británica, este concepto debe entenderse de dos maneras: por un lado, como el «remedio a una enfermedad», y, por otra parte, como una «reconfiguración de los medios y los espacios que utilizan los museos para llegar al público y para ofrecer sus colecciones».

Ambas son dos maneras de hablar de lo mismo ya que, según el diagnóstico de Deliss, los espacios museísticos están enfermos, en cierto sentido. «A diferencia de la universidad o en las escuelas de arte, para entrar en un museo no te piden ningún examen, pero en ellos tampoco puedes estudiar o sentarte para pasar allí el rato». Esta circunstancia alumbra una curiosa coincidencia: «La mayoría de los grandes museos fueron construidos al mismo tiempo que los grandes espacios comerciales y comparten una visión de consumo».

Nuevas estrategias

No obstante, en una «sociedad democrática», a juicio de Deliss los museos deben ser otra cosa muy distinta y, sobre todo, ellos mismos deben hacer cosas muy diferentes a las que hacen ahora. «Pongo como ejemplo el confinamiento. Cuando todo se cerró, los grandes museos también lo hicieron, pero siguieron utilizando la electricidad y consumiendo energía, sin un retorno. Solo puedo pensar en uno que se utilizó como un centro de vacunación. Ahora tenemos problemas más graves de energía con la guerra, y también tenemos la llegada de refugiados, pero los museos no ofrecen prácticamente ninguna opción a la formación o simplemente a estar allí mirando las obras de manera más atractiva». Sobre esto último, de hecho, Deliss lanza la siguiente reflexión: «¿Por qué hay gente que prefiere pasar un día invernal en una tienda sin comprar nada para entrar en calor y no en un museo?».

Para remediar esto, su propuesta pasa por «usar las colecciones que se tienen de otra manera», dejando atrás las exhibiciones temporales como algo que itinera cada dos o tres meses, «que es insostenible», y poder aprovechar el fondo de armario de los centros artísticos. También incluye en esta iniciativa a los museos etnográficos y los conocidos como museos del mundo, nutridos en su mayor parte de obras y patrimonio expoliado a otras culturas. «No podemos esperar a la restitución de estas obras, que es algo necesario, pero lento. Creo que todos los museos, que padecen de una cleptomanía en serie que define sus colecciones, deberían dejar de existir inmediatamente, pero tenemos que empezar ya por buscar nuevas formas de interpretar estas obras, pero no tenemos un modelo que lo permita todavía», de ahí sus intentos en la elaboración del proyecto del Museo del Remedio.

«He trabajado este tipo de ideas en lugares como en Kiev, en el Museo Metabólico que fue destruido hace unos meses, donde fuimos a un mercado de antigüedades a buscar obras que no fueran grandes piezas de arte, sino cosas que llamaran la atención de los participantes en el taller y, de vuelta al museo, las trabajamos y hasta tuvimos un seminario en la propia entrada», rememora. Este es un ejemplo de esta nueva aproximación al arte y a la manera en que este es presentado no solo a los propios estudiantes y profesionales del sector, sino también al resto de la población, de la cual considera que los museos deberían cuidarse de «asumir que van a ir a ver sus colecciones porque sí».

Extremismo

Para Deliss, a su vez, también es necesario dejar atrás la categorización extrema en el arte. «Creo que todas estas etiquetas son muy del siglo XX y generan una división muy poco sana entre el arte institucional y el arte más libre y comercial». Sobre ello, reflexiona Deliss que «hay muchos artistas que nunca entran en los museos y también otros muchos que no lo hacen en el mercado del arte, y no hay nada entre medias. Es todo muy extremo». Todas estas problemáticas pasan por encontrar un nuevo enfoque para la labor museística y su relación con la ciudadanía: «Hay que convertir estos lugares en sitios de trabajo y estudio y podemos empezar por resucitando las colecciones que nadie ven y que a casi nadie parecen interesar, como las piezas coloniales», concluye.