De izquierda a derecha, parte del equipo de ‘Brunziments’: Laia Malo, Pau Colom, Anna Traveset, Rafel Beltrán, Pau Enric Serra y Jaume Reus Viver.

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A menudo creemos que la naturaleza solamente se disfruta a través de la vista, pero el dúo musical de «electroverso» Jansky, formado por Laia Malo y Jaume Reus, ha demostrado que existe un riquísimo paisaje sonoro que, desgraciadamente, tendemos a ignorar. Juntos han impulsado la publicación de Brunziments (Nova Editorial Moll), una guía sonora de los polinizadores de las Islas en un proyecto coordinado por la doctora en biología Anna Traveset (IMEDEA/UIB/CSIC) y en el que también participan el ilustrador Xavier Canyelles –especialista en historia natural– y Eloïsa Mateu –bióloga y fundadora del sello discográfico Alosa y autora de las primeras guías sonoras de identificación de aves, anfibios, mamíferos y ortópteros de España–. Presentarán el volumen este sábado día 15 en un «vermut sonoro» que se llevará a cabo a las 13.00 horas en la Casa Museu Llorenç Villalonga de Binissalem. También se celebrará otro acto el sábado 22 de octubre, a las 12.30, en Can Alcover (Palma).

No es la primera vez que Jansky se interesa por el paisaje sonoro de la naturaleza, pues a este le dedicó su último disco, Insecta Dance Music (Rampa Studios). En este sentido, Reus, que además de músico es ambientólogo, cuenta que durante los dos años previos a la publicación del disco estuvieron investigando en profundidad los trabajos existentes sobre bioacústica, es decir, sobre el estudio del sonido de los insectos y sus aplicaciones científicas. Me di cuenta de la cantidad de posibilidades que ofrecía este estudio, en relación con la ecología del paisaje sonoro y con la creación musical».
Por su parte, Malo recuerda que se hizo con un ejemplar de El insecto, de Jules Michelet.

«Me reconcilié con estas criaturas y seguí leyendo bibliografía naturalista hasta llegar a estos dioses de la Tierra: los insectos polinizadores. Con Jansky estábamos centrados en ortópteros, grillos y demás, pero Michelet me dio la pista de que las abejas también creaban ritmos y notas».
Así las cosas, Reus contaba con un trabajo previo de técnico investigador en el IMEDEA, en el laboratorio de la doctora Traveset, jefa del Departamento de Ecología Terrestre, donde ya había analizado las interacciones entre animales y plantas. «Mientras me documentaba con Laia, me acordé de cómo perseguíamos con grandes dificultades a los insectos, con un cazamariposas, para observar qué plantas habían polinizado. Y de ambas reflexiones, surgió la idea de atrapar sus sonidos y documentarlos en la guía».

«Nuestra época es, sin duda, la de la comunicación por imágenes y de la preocupación por la imagen. Sin embargo, tenemos muy presente el paisaje sonoro, aunque sea sin darnos cuenta de ello. La bioacústica, gracias a la tecnología de grabaciones y análisis del sonido, ha descubierto que el sonido cumple una función ecológica, y que, por ello, el espacio sonoro es también un recurso natural que debemos ocupar y compartir de manera sostenible», coinciden.

La doctora Traveset apunta que «arte y ciencia están cada vez más ligados, aunque desde los inicios muchos científicos han sido también grandes ilustradores, por ejemplo. La naturaleza ha inspirado a muchos creadores desde siempre, ya se ve en las pinturas rupestres, pero también en los poetas y músicos». «Este proyecto es, sin duda, innovador porque no hay trabajos anteriores que mezclen los sonidos de los polinizadores y la representación de estos sonidos con la música y la utilidad científica. En Balears podemos encontrar trabajos con sonidos de aves, anfibios o murciélagos, pero hasta ahora nunca de insectos», destaca.