Imagen de la portada de ‘Cançons i amics’, de Bep Marquès, en el centro de la imagen.

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Cada época tiene su música. La de hoy fluye a borbotones por los ríos comerciales de la mano de ritmos latinos. Malos tiempos para la lírica. Los días de cantautores que labraban canciones en habitaciones silenciosas, generalmente con una guitarra, lápiz y papel quedan tan lejanos como el ‘efecto 2000’ que iba a arramblar con todo, ¿se acuerdan? Hoy, aquellos creadores de atmósferas de balsámica melancolía son engullidos por las nuevas tendencias.

Sorprende que con semejante panorama aún queden tipos como Bep Marquès, a quien nada consigue helar la sonrisa. Lleva años transitando escenarios secundarios, viendo cómo toda una ‘élite’ de artistas de digestión rápida le adelanta por la derecha, capitalizando sus temas machacones de gran presupuesto pero con un acabado menos distinguido.

El menorquín sigue a lo suyo, haciendo canciones como soles, sin que nada enturbie su capacidad para generar melodías radiantes, sin fecha de caducidad. Su última remesa lleva por título Cançons i amics, un álbum grabado en el Teatre de Vilafranca en enero con el sostén de La Mediteband, un quinteto vertebrado por Joan Massanet, Toni Bosch, Quique Soriano, Robin Alba y Toni Vallespir. Bep regresa ampliando su radio de acción, con menos corsés que nunca. Y hace falta algo más que una buena dosis de autoexigencia para descorchar una nueva colección de temas desde un marco creativo ajeno al habitual. «Es un disco con banda, grabado en diez días en el Teatre, después de muchas horas de arreglos y grabaciones. La aportación de cada músico es esencial, necesitaba este cambio», confiesa.

Cambio

Dicho cambio conecta la tradición del pop mediterráneo con una lírica que encuentra su fundamento en Menorca. «Sin buscarlo, todos los caminos me llevan a la Isla». Y lo hace sin decantarse por el atajo más corto, esquivando la melodía facilona y estimulando la curiosidad del oyente, que se descubre predispuesto a escapar de la tiranía de la fugacidad, hoy tan vigente. Y es que resulta imposible ignorar temas como Se me olvido otra vez, con esa apertura que nos recuerda a Moonlighting, tema principal de la serie Luz de luna, firmado por Al Jarreau.

Aunque, ciertamente, luego nada tengan que ver el pop de tiralíneas de uno con el jazz estilizado del otro. Eso sí, ambos comparten su querencia por crear canciones con sus dosis justas de ensoñación y rotundidad; de caricia y de mordisco. Así como su voluntad inquebrantable de transmitir al prójimo, con la mayor frescura posible y, si cabe, con un poco de desparpajo, historias de vida.