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La obra del mallorquín Pere Ginard rebosa originalidad y personalidad. El ilustrador isleño se caracteriza por una peculiar visión de sus creaciones que roza lo tenebroso y lo oscuro, pero siempre sugerente y con potencia visual. «A estas alturas, intentar ser otro sería ridículo», asegura el creador que este fin de semana participó en el festival Mixtur de Barcelona junto a la compositora Raquel García Tomás por su proyecto Sightings, un cortometraje que une música y collage y que también visitó el prestigioso Kunstfest de Weimar y que resume bien la línea de trabajo de este intrépido artista.

Pero el trabajo de Ginard va más allá de un corto. «Últimamente, estoy ilustrando mucha filosofía» en el sello Alma con una colección encargada en pensamiento clásico. «Es un tipo de material muy curioso», asegura. De hecho, el mundo editorial no es para nada ajeno a Ginard, quien empezó en ese mundo gracias a «que envié un proyecto de libro ilustrado a un concurso de Alicante hace muchos años y quedó segundo, pero también lo editaron y así entré en contacto con Anaya, que luego me fue llamando para ilustrar una novela de Edgar Alan Poe, otra de Julio Verne, etcétera».

Un fotograma del cortometraje ‘sightings’, de Ginard y García.

Él, que quería ser pintor, acabó en ilustración, donde se quitó la venda de los ojos que decía que había un arte de primera y otro de segunda: «Vi que el mundo era muy amplio y empecé a trabajar un poco sin saber dónde me metía, probando, pero salió bien», asegura. Ese trabajo ha continuado durante los años, con obras notables como la ilustración de El viejo del puente, un relato de Ernest Hemingway con la colaboración del hispanista Ian Gibson.

Sin embargo, digamos que esta es la parte más comercial de Ginard, quien reconoce «que tengo una parte más íntima que es muy experimental y difícil de colocar». En ella, sobre todo a través del collage con materiales antiguos, decimonónicos, explora inquietudes personales e intereses estéticos propios. Los resultados son intensas imágenes, puede que a veces algo siniestras. De esta segunda línea de trabajo es Cómo dibujar animales tristes o Cuaderno de todas las cosas vivas y muertas que imaginé la noche que te fuiste para siempre. Se trata de una obra «muy pequeña, casi de bolsillo, que es como un bestiario de animales como cuando alguien viajaba a la India y volvía con dibujos de seres reales y otros mitológicos. Le tengo mucho cariño». De este proyecto, de hecho, también hay un cortometraje. Esta segunda faceta es «en la que no tengo que dar explicaciones a nadie», porque, además, «hace años que sé que no daré ningún bombazo ni colapsarán las redes por mis temas, pero también significa que nunca paso de moda».

Y es, precisamente, en ese circuito alternativo al que pertenece Ginard, «en el que también hay mucho espacio para crear», en el que el mallorquín se mueve como pez en el agua y en el que ha descubierto que «mi profesión puede tener una función social, como en la obra de Hemingway». Y así sigue Ginard con sus proyectos a la espera, con suerte, de poder hacer algo más en Mallorca, «donde me gustaría poder hacer alguna cosa», asegura.