Algunas de las acuarelas realizada por Carlos III.

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El nuevo rey de Inglaterra, Carlos III, pinta con el corazón y el alma, y disfrutó especialmente haciéndolo como príncipe heredero en Mallorca. Pintó mucho en la Isla, de 1986 a 1990, cuando se fue por su cuenta con chófer y guardaespaldas. Pero no fue fácil. «El príncipe siempre está bajo presión de tiempo», dice su amigo y pintor John Ward. «Tiene que pintar de forma muy económica: cada pincelada tiene que dar en el clavo, no puede pensar mucho en sus bocetos».   

Por ello, su método de trabajo era notable, ya que a menudo Charles no llegaba a colorear sus cuadros. Luego, hacía bocetos y anotaba los colores en el papel de dibujo: con el verde lejano, por ejemplo, o el malva grisáceo. Para ello tenía una caja de madera con ocho lápices y un sacapuntas. En casa, terminaba los cuadros a su antojo y los firmaba en las esquinas inferiores con una ‘C’ mayúscula y un año con apóstrofe, por ejemplo, «C ‘90».

El entonces príncipe heredero salía a pintar por su cuenta.

Por cierto, siempre se llevaba un recipiente para lavar los pinceles, junto con el agua. Carlos siempre utilizaba cuadernos de dibujo hechos especialmente para él en Inglaterra: hojas de papel absorbente en formato apaisado en una robusta cubierta de lino marrón. Los cuadros son sorprendentemente pequeños: de 8,8 a 24 cm de alto y de 9,5 a 29 cm de ancho.

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Son vistas que agradan a primera vista: Port d’Andratx, olivos de formas extrañas, vistas de Valldemossa y fincas en un paisaje romántico. ¿Colores? Mucho verde, algo de amarillo marrón y gris, un delicado azul cielo, poco rojo. Hermosas perspectivas, naturalistas sin florituras. Con un gag especial: a Charles le gusta pintar árboles como si se balancearan con el viento.

Algunas de las acuarelas que figuran en el lujoso ‘HRH The Prince Of Wales Watercolours’, que solo se puede adquirir en anticuarios.

Lo sorprendente es que se sabe una anécdota para cada foto: cómo se esforzó por encontrar un lugar desde el que se viera bien Valldemossa, pero cómo el lugar –un áspero muro de piedra de cantera– era tan incómodo que «se me durmió el trasero, me fallaron las piernas al levantarme y rodé cuesta abajo hasta un olivar». Cómo se sienta al final de un muelle en Port d’Andratx, pintando el pequeño pueblo y no puede ver nada porque decenas de turistas le asedian y los guardaespaldas no pueden hacer nada. O-ton Charles: «Hicieron tantas y tan simples preguntas al respecto que ya no era posible pensar en trabajar». Se separó, se despidió y volvió a Marivent, donde se quedó con el rey Juan Carlos. O: Charles pinta una finca cerca de Sóller. El sol del atardecer tiñe de dorado una roca del fondo. Quiere captarlo, y prueba una y otra vez el amarillo y el marrón claro. Entonces cae la oscuridad y grita: «¡Oh, ayuda! Mira la hora, «¡llegaré tarde a la cena!» (¡Oh, ayuda! Mira la hora: llegaré tarde a la cena).

Portada del libro que incluye las obras.

Existe un lujoso libro sobre las acuarelas de Carlos, publicado bajo el título HRH The Prince Of Wales Watercolours y que sólo se puede adquirir en anticuarios. Contiene siete hermosas representaciones de Mallorca, pero ¿dónde están los originales? En la colección del príncipe heredero, en su institución benéfica y ocasionalmente en exposiciones. Charles podría haber estado incluso dispuesto a vender una o dos acuarelas de Mallorca, pero su fideicomiso exigía al menos 7.500 euros por cuadro. Ahora que es rey, podría ser muy difícil conseguir un verdadero «Windsor».