Jordi Vidal Reynés muestra la acción que le da derecho a entrar gratis en el Principal. | Elena Ballestero

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¿Imaginan ustedes asistir a cualquier representación teatral sin tener que pagar por ello? Los descendientes de los ciudadanos que a mediados del siglo XIX contribuyeron con 5.000 duros a edificar el Teatre Principal de Palma o a reconstruirlo tras el gran incendio de 1858 obtuvieron como contraprestación el derecho a entrar gratis en todos sus espectáculos. Este derecho no implica gravámenes ni cargas (responsabilidades en obras de reforma o gastos de mantenimiento) y puede dejarse en herencia e incluso venderse tantas veces como se considere oportuno.

Fuentes del departamento de Hisenda del Consell de Mallorca aseguran que la mayoría de las 200 acciones originales que se emitieron durante la construcción y las 200 acciones posteriores, que se emitieron para la reconstrucción siguen actualmente a nombre de sus titulares iniciales, lo que supone en la práctica que, bien por desconocimiento o por deseo personal, casi nadie saca hoy una entrada gratis para asistir al teatro, pero las herencias aún dejan en contadas ocasiones gratas sorpresas. Es lo que le ocurrió al historiador Jordi Vidal Reynés, propietario de la acción número 18 que un hermano de su bisabuelo compró a la marquesa de Ariany en 1890.

«En la familia tenemos dos, una la tiene mi hermana y otra yo. Las dos eran de un hermano de mi bisabuelo que las compró en 1890, pero fueron pasando en herencia y la verdad es que nadie las utilizaba. Por lo que se puede leer en el documento, la mayoría de transacciones se hacían a nombre de mujeres (posiblemente las viudas) y fueron quedando en desuso. Mi hermana heredó la acción de una madrina suya y fue cuando yo le pregunté a mi madre y me dijo que si me la interesaba la podía comprar. A la mayoría de titulares con la escritura de las acciones en el teatro les dan un carnet que les permite (bajo disponibilidad) entrar gratis a espectáculos. Yo hace un año que tengo que cambiar el carnet, para no tener que ir cada vez con el documento original de doscientos años de antigüedad», explica el profesor de Historia. «Es una historia muy interesante pero somos conscientes de que, aunque las entradas otorgan el derecho a una butaca a perpetuidad, no se puede abusar. Somos pocos y las taquilleras nos conocen», añade.

De la casa de las comedias al Teatro Principal, obra de Gaspar Sabater, recoge la historia de la construcción del Teatre Principal de Palma, una institución creada en el siglo XVII y que inicialmente recibió el nombre de Teatro de la Princesa, antes de pasar a denominarse Teatro Principal. Las obras del teatro costaron 60.000 duros de los que 20.000 se sufragaron a través de las acciones, a las que se sumaron otras aportaciones entre ellas las relacionadas con los traspasos de varias propiedades del hospital procedentes de la desamortización de bienes así como ingresos de la beneficiencia.

«El Teatro de la Princesa abrió oficialmente sus puertas el 19 de noviembre de 1857 con una función de gala con motivo de celebrar sus días S.M. la Reina y la Princesa de Asturias. La expectación era enorme y el teatro, aún sin terminar se hallaba lleno a rebosar», dice Sabater. El libro relata cómo, tras la apertura oficial, las obras de terminación y acabados continuaron a buen ritmo mientras se sucedían las representaciones de óperas y comedias. «Pero algo insólito e inesperado acabó con esta recién estrenada alegría. A las dos y media de la madrugada del día 12 de junio de 1858 (a los seis meses y siete días de haberse inaugurado) un horroroso incendio destruyó por completo el teatro recién estrenado, salvándose únicamente la fachada y las paredes exteriores. Todo quedó reducido a cenizas: las butacas, los palcos, el escenario, las decoraciones, el techo… Todo el trabajo de unos años y todas las ilusiones de una generación se vinieron abajo», relata Sabater.

El teatro resurgió de sus cenizas poco tiempo después. La Junta de Beneficiencia, impulsora de la construcción, envió un escrito al Gobierno suplicándole ayuda de los fondos destinados a calamidades públicas. «El Gobierno, sensibilizado de lo que suponía para Palma esta desgracia, acudió a la solicitud de la junta y en varias partidas entregó la cantidad de 13.500 duros. Por otra parte, al igual que para la construcción del primer teatro se libraron acciones por valor de 5.000 duros que fueron adquiridas rápidamente», explica Gaspar Sabater. Todos estos fondos, unidos a la cuantía de 22.000 euros que aportó el seguro permitió invertir 40.500 euros en la reconstrucción del teatro tras la tragedia.