Rosalía en plena escenografía. | M. À. Cañellas

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Seamos sinceros, cualquiera de nosotros se negaría a colgar en redes un vídeo en el que masticamos chicle mientras hacemos muecas. Todos menos Rosalía. Una diosa capaz de convertir esa imagen casi deforme en una declaración de intenciones y una actitud que resume lo que la catalana ha conseguido en apenas un lustro. Ese meme ya es icónico. Lejos queda la Rosalía de El mal querer, una mujer rota por un amor tóxico; ahora se ha transformado en una ‘motomami’: todopoderosa, empoderada y que vive la vida bajo el mandato de su propio reglamento.

Motomami, título que da nombre a su tercer LP y también a la gira que recaló anoche en Palma, supone el paradigma de una nueva manera de entender y hacer música: crear melodías para reels de Instagram y Tik Tok, y que buscan ser reproducidas en Spotify y no en un tocadiscos. Todo ello envuelto en un producto perfectamente planificado, pero con alma y arte. Bizcochito, posiblemente la canción más ‘tiktokera’ de Motomami, es una gran muestra de ello, con permiso de Despechá, su nuevo temazo y una de las más esperadas y coreadas ayer en Son Fusteret.

Con Motomami World Tour Rosalía reinventa el concepto de concierto y lo que conocíamos hasta ahora parece estar caduco. Su show es tan innovador, vanguardista y minimalista que no hay músicos sobre el escenario. Ni falta que hace, esta 'motomami' los cambia por un cámara, un vestuario futurista, juegos visuales de alto nivel y un séquito de ocho bailarines que la arropan y sudan lo suyo. Esta ‘motomami’ interactúa con el público como jamás antes se había visto, hace partícipe a las miles de personas que la acompañan de todo lo que ocurre en su particular universo. Es más que un concierto, es una experiencia, una fantasía que la catalana ha forjado a base de muchísimo trabajo y, sobre todo, ese ‘duende’ que lo llaman. Tal es su magia que se rumoreaba que allí estaban la reina Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía. No faltaron artistas como Marina Abramovic o la modelo Malena Costa, entre otras celebrities.

Rosalía deja una huella imborrable en Mallorca; no solo por el espectáculo que regaló ayer en Ciutat, también en el vídeo de Despechá, grabado en buena parte en el Portixol, donde se presentó por sorpresa ante unos atónitos palmesanos y ‘guiris’. Es imprevisible, una estrella que no ha tocado techo. Lo dice ella misma en Bizcochito: «Tengo ‘hits’ porque yo senté las bases». Así es Rosalía, un ser humano único, brutalmente honesto y, quizás, lo más grande que ha dado España desde Julio Iglesias.