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Bajo un cielo poco estrellado y un ambiente ciertamente caluroso, Calvià ha vivido un tsunami de emociones en la noche de este domingo. No han sido precisas para ello grandes masas ni una espectacular puesta en escena. La sencillez del escenario la ha llenado por completo la cantante francesa Zaz, con una oda a la vida de hora y media que ha seducido por completo a los centenares de asistentes congregados en el recinto del antiguo Aquapark. Mallorca ha podido así acoger, al fin, el concierto que llevaba ya tres años prorrogado, tras cancelarse en 2019. La espera ha servido a la cantante para reenfocar su estilo y su carrera en un aprendizaje destilado en Isa, su nuevo disco que ha venido a presentar al público mallorquín -en el marco del Mallorca Live Summer-, junto con sus más populares canciones, de la década de 2010, como Comme Çi, Comme Ça; Imagine; On Ira; La fée o Paris Sera Toujours Paris.

Sorprendiendo entrando entre el público ha conseguido desde el primer momento conquistar a quien quizá no venía del todo convencido. Pocos minutos después, ni siquiera la amenaza del día laborable posterior al concierto lograba contener las caderas sueltas y los chillidos -alguno que otro desafinado- recitando a pulmón tendido las letras en francés. Haciendo gala de idiomas, otros inventándose palabras, todos han mostrado una admiración entrañable. La barrera del idioma no ha sido en absoluto impedimento para la conexión entre artista y público, mediante la ferviente entrega de los asistentes y la sonrisa y sus graciosos intentos con el castellano de la cantante francesa. Han cabido bromas, reflexiones y momentos de profunda sensibilidad musical. Cerrando los ojos en ocasiones y sintiendo la música en los más escondidos recovecos de su ser, Zaz ha interpretado, acompañada de batería, guitarras españolas, eléctricas, bajo y piano dos de sus canciones que más han hecho saltar a la grada: Je Veux y su famosísima interpretación de La Vie en Rose, tema con el que ha cerrado la cita, tras volver hasta en dos ocasiones al escenario, requerida por el público, anonadado frente a tan pocas veces vista habilidad vocal.

Ha sido, en definitiva, una cita romántica, un plan de amigos o una clase de francés y, sobre todo, un canto a la música y a los sentimientos; a la magia de la vida y al alma infantil que en todos habita. Una oda a la vida en una noche de verano mallorquina digna para recordar.