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Lleva prácticamente las mismas gafas de pasta desde hace 30 años y usa un móvil que ni tiene WhatsApp. Reconoce que no le gustan mucho los cambios, al menos en la vida cotidiana, pero, cuando se trata de cómic, es todo lo contrario. Hablamos de Pere Joan Riera (Palma, 1956), conocido simplemente como Pere Joan, que protagoniza el nuevo documental de Emili Manzano y Claire Roquigny, Àlbum Pere Joan. Se estrena este martes 26 de julio en el Rívoli, dentro del Atlàntida Mallorca Film Fest. En el largometraje participan los artistas Max, Antoni Socias, Margalida Vinyes, el escritor Agustín Fernández Mallo y el profesor americano Benjamin Fraser, autor del volumen The Art of Pere Joan.

¿Cómo se siente al protagonizar un documental?
—Cuando Emili me lo dijo sentí un poco de vértigo porque creo que es muy difícil resumir para el espectador todo lo que hago, cómo trabajo y cómo soy, con mis procesos y mis intenciones. Me hace también mucha ilusión porque nos conocemos desde hace mucho tiempo y hemos trabajado juntos, por lo que ha sabido explicarlo muy bien. Lo raro será verme en pantalla grande, porque no contaba con eso. También me hace gracia porque formaré parte de su lista de documentales dedicados a otros artistas, como Andreu Vidal, Enrique Vila- Matas o Miquel Barceló. Estaré muy bien acompañado.

Da la impresión de que es una persona sencilla. En el documental asegura que no ha cambiado de gafas en 30 años.
—¡Qué va, soy complicado!. Es verdad lo de las gafas, pero justamente hace poco se me rompieron y tuve que comprarme unas nuevas, aunque es el mismo modelo, de pasta. Me solían decir que las cambiara, cuando estaban de moda esas de estructura metálica. Dije que no y mira, vuelven a estar de moda. Eso demuestra que, si esperas mucho, todo vuelve.

No le gusta cambiar de gafas, pero sin embargo asegura que sí le atrae cambiar de estilo en el cómic.
—Sí, he cambiado mucho. Mucha gente me conoce por las ilustraciones de paisajes, más limpias y luminosas, muy mediterráneas. Pero poco a poco he ido ensuciando el color, metiendo cruis. Debe de ser cosa de la edad. Me cuesta dibujar como hace 20 años. Creo que es importante complicar las ideas. En cambio, los comportamientos creo que no tanto. Nunca he contado historias trepidantes en las que ocurren muchas cosas. Hay que exprimir las ideas y creo que el documental puede servir para que la gente me entienda un poco.

En la película lo definen como un artista conceptual, un narrador, un pensador... ¿Cómo se define usted?
—Creo que todo el mundo piensa, aunque muchos lo hagan de forma grosera. Lo que pasa es que me paso más tiempo pensado qué hare que haciéndolo. Mi actitud es el no dar las cosas muy masticadas. Me gusta liar las cosas, que todo tenga muchas capas. Y lo más importante es no perder nunca la ironía. Soy un gran defensor de la ironía. Si no metes un diez por ciento de ironía en tu trabajo es que eres un coñazo. Se puede ser serio, pero nunca un coñazo.

En un momento del filme afirma que no tenemos que llenar más el mundo de «imágenes inútiles», que «soy responsable de no dibujar una pardalada».
—Totalmente. Hace bastante tiempo que no llevo camisetas con imágenes estampadas. Hay muchas imágenes en el mundo y no quiero contribuir a ese ruido. Siempre voy con camisas de rayas y hoy [por ayer] me la he puesto porque es como mi marca de fábrica.

Pero, de hecho, en la película asegura que no le gustan las líneas rectas.
—Es verdad, me gustaría más que fueran rayas irregulares, pero ya no fabrican tantas y me tengo que conformar con estas más marineras. Y la verdad es que no soy muy marinero, aunque dibujo mucho el mar. Me basta con verlo. La única línea recta que dibujo es el horizonte y, en realidad, tampoco es recto. Hoy [por ayer] también estreno una camisa que me ha hecho Antònia Camia a partir de las sábanas en las que dormían mis padres hace décadas. Eso es algo también del documental pues, al final, es memoria.


Llama la atención la intervención de Benjamin Fraser, un profesor de Arizona que le dedicó un monográfico.
—Fue algo insólito. Y nunca me preguntó nada, pero la verdad es que me ha calado muy bien. De hecho, acaba de publicar Barcelona, City of Comics, centrado en los años 70 y 80, con un prólogo mío. Estoy encantado. Hace un tiempo intenté que viniera a dar un taller a la UIB, pero no pudo ser. Lo volveré a intentar de nuevo.

¿En qué está trabajando ahora?
—Estoy revisando un trabajo que hice durante la pandemia, que ganó una subvención del Institut d’Estudis Baleàrics, pero lo estoy desarrollando más. Ahora estoy pendiente de las editoriales. Trata sobre arquitectura marginal y extravagante. Por otra parte, estoy ordenando unos dibujos inéditos para intentar montar una exposición. Serán 2.000 dibujos y cada uno contará una historia. La idea es hacer una muestra sobre el concepto de dibujo.