Margalida Pons, Mireia Pocoví y Biel Mesquida. | Pilar Pellicer

TW
0

Probablemente nunca sabremos cuántos expedientes, informes o cuántas obras literarias quedaron sin publicarse o lo hicieron de forma clandestina por culpa de la censura franquista. Pero una manera de sacar todo eso a la luz es desenterrándolo, algo que no muchos están dispuestos a hacer. Sí que lo está Mireia Pocoví, quien se ha aventurado a examinar el Archivo General de la Administración, en Alcalá de Henares, para elaborar su Trabajo de Final de Máster (TFM) de la Universitat de les Illes Balears sobre el caso concreto de la novela de Biel Mesquida L’adolescent de sal.

Después de dedicar su Trabajo de Final de Grado (TFG) a la teoría queer como «herramienta de interpretación en la cultura catalana», Pocoví, en conversaciones con su tutora MargalidaPons, decidió indagar en la censura. Uno de los casos más estudiados, comenta, es el de Blai Bonet y El mar, y por eso prefería analizar otro caso «muy conocido, pero que nadie se había molestado en estudiar», aunque el propio Mesquida «lo ha contado muchas veces e incluso los profesores lo comentan en clase».   

«La censura retuvo L’adolescent de sal dos años, del 1973 al 1975. Hay un primer informe que deniega su publicación. Luego Josep M. Castellet, que era director de Edicions 62, envió una carta para que lo reconsideraran, pero seguían denegándola. Según los informes, la novela tenía contenidos sexuales demasiado explícitos y homoeróticos, atacaba las instituciones del régimen e insistían en calificarla de subversiva», detalla Pocoví.

«Suponemos que el censor fue Joaquín de Entrambasaguas, catedrático de literatura española y de cierto prestigio, aunque no lo podemos asegurar. Mesquida recuerda muy bien que asistió a una reunión en Nuevos Ministerios junto a Josep Melià en la que este y Entrambasaguas discutieron. Él era muy joven y lo vivió todo con un poco de miedo», apunta.

Para Pocoví, «es muy difícil explicar L’adolescent de sal, no hay un hilo cronológico ni un argumento per se. Es más bien un cuaderno de notas del protagonista, Miquel, en el que se mezclan citas y recuerdos de una forma anárquica, libre y caótica, pero en el buen sentido». «Es un referente porque literariamente es una joya y usa las citas de una forma muy novedosa, porque las emplea como una herramienta políticamente subversiva, como dijo el censor. Incluso habla de temas que siguen siendo tabú hoy en día, como la sexualidad fluida, y cuenta las primeras experiencias sexuales de un joven y de la represión que sufre por lo que implica la familia tradicional, el franquismo, así como el trauma religioso o la violencia policial», matiza.

Censura

Tras defender el trabajo en la UIB, Pocoví reconoce que tiene ganas de editarla y seguir investigando otros casos de censura. Para ella, esto es un principio. «Todavía hay muchas heridas abiertas del franquismo, también desde un punto de vista cultural y literario. Son asuntos que se deben tratar y cerrar, pero la única forma es desenterrando material y es un esfuerzo titánico. ¡La cantidad de expedientes e informes que guardan los archivos y la documentación que falta! Y luego está todo lo que nunca sabremos, como hasta qué punto un autor se autocensuró o no llegó a intentar publicar un texto porque sabía que no lo aceptarían o cuántas carreras ha truncado la censura. Es una alteración permanente en el mundo literario», lamenta. Además, apunta, «mucha gente no se ve representada en la literatura catalana porque cuando lee piensa que no está representada en ella, pero puede ser que no esté porque lo han quitado».