Imagen de Malú durante el concierto. | Laura Becerra

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«Muy buenas noches Mallorca!, que placer volver a veros, hacía mucho que no nos veíamos. Este show ha sido pensado para que os olvidéis de los problemas y disfrutéis», fueron las primeras palabras que Malú dedicó a varias miles de sonrisas congeladas, inmunes a los rigores de la ola de calor, que se apostaban frente al escenario del coqueto Trui Son Fusteret.

Público variopinto y mayoritariamente femenino, que respondió de forma emotiva, desde el minuto uno, a cada declaración de principios que es toda canción de esta artista que domina las tablas como el que las ha pisado toda su vida. De casta le viene al galgo a la hija del cantaor Pepe de Lucía y, por ende, sobrina del maestro Paco de Lucía. Con esa prestancia escénica, con esa esbelta figura embutida en un estrecho conjunto, la cantante dio la talla en la noche al son de Ingobernable, tema que abrió la velada, seguido de Abran fuego y Contradicción, en los que esta artista de rompe y rasga maniobra entre claroscuros para hablar de amor, soledad y supervivencia.

Encanto

Pasan los años, pasan los discos, pero Malú mantiene intacto su encanto escénico, esas tablas que precisamente el paso del tiempo ha ido acrecentando, una clase nada impostada a medio camino entre el descaro y el señorío y, sobre todo, tocada por una cercanía que rompe todas las barreras. Arropada por un sobrio conjunto, la madrileña recorrió lo más emotivo de su repertorio deteniéndose especialmente en las canciones de su último disco (Mil batallas) pero dejando un amplio espacio para el recuerdo.

El solo nombre de Malú es garantía de éxito, a sus 40 años y con 19 álbumes en el mercado, ya sabe lo que es el oro y el platino, y algunas de sus canciones superan las decenas de millones de escuchas en Spotify. Con todo, su propuesta no es arriesgada, se basa en un pop con poso latino y destellos rockeros. El amor como tema troncal de sus letras y mucho desparpajo sobre el escenario. Malú no pretende redescubrir nada, su música busca la melodía y es digerible desde el primer bocado pero, a diferencia de otros con los que comparte estilo, se la nota implicada, canta como si le fuera la vida en ello.

Tras el ‘ciclón Serrat’ del pasado 3 de julio, podría decirse que este ha sido el concierto más intensos, en cuanto a lo emocional, que ha vivido Son Fusteret en lo que va de año. María Lucía Sánchez –‘Malú’ para el mundo–, empezó a lo grande, con una ráfaga de temas que noquearon al publico, dejándole sin resuello de tanto cantar. La artista estuvo bien flanqueada por un conjunto que, con su buen hacer, sublimó ese pop de manual, habitado por los corazones unos incendiados y otros en la UCI– que desfilan por sus canciones. Poco recomendables para hiperglucémicos, cierto, pero perfectas para quienes quieren que le toquen la fibra.

Diva

Aquella Malú que debutó en el 98, siendo adolescente, con un tema escrito por Alejandro Sanz, es hoy una artista consolidada, aquí y al otro extremo del charco. Quien iba a decirle a aquella joven admiradora de Mariah Carey y Celine Dion que, con los años, se convertiría en lo más parecido a ellas: una diva pop de multitudes. Idealista sin miedo y romántica sin remedio, Malú completó un show casi conceptual sobre el poder curativo de la música y el amor, desplegando un setlist equilibrado, de los que conducen irremediablemente a un final apoteósico. Con sus medios tiempos aterciopelados, maridados con ese pop bailable que desprende una enorme capacidad para contagiar alegría y ganas de vivir, Malú sedujo en Son Fusteret.