La filóloga Lourdes Regueiro posa junto a un busto de Cela en la Fundación del Nobel en Iria Flavia (A Coruña) . | J.G.M.

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La Fundación Pública Gallega Camilo José Cela, emplazada en Iria Flavia (A Coruña), donde nació el Nobel de Literatura que vivió en Mallorca 35 años, tiene desde sus inicios, entre su personal cualificado, a la filóloga Lourdes Regueiro Fernández, que está elaborando una tesis doctoral sobre Papeles de Son Armadans. Se trata de una de las revistas literarias más importantes del siglo XX que se forjó, elaboró e imprimió en la Isla entre 1956 y 1979, y en la que publicaron los más importantes escritores del mundo hispánico, contó con ilustraciones de Miró y Picasso.

Recientemente falleció Gabriel Ferret, columnista de este diario y habitual colaborador de Cela, ¿qué podría contarnos de la relación entre ambos escritores?
—Lamento muchísimo esta noticia. Gabriel Ferret y Fernando González realizaron un magnífico recorrido por la vida de Cela en Mallorca en el libro que lleva este título precisamente: Cela en Mallorca. Es un libro de consulta imprescindible al que recurro continuamente para seguir los pasos de Cela por la Isla.

¿Cómo surgió la idea de hacer una tesis doctoral sobre Papeles de Son Armadans?
—La idea surgió gracias a mi trabajo de muchos años en la Fundación Camilo José Cela. A través de él y del inventario del ingente legado que Cela donó a Galicia, entré en contacto con Papeles de Son Armadans y con todo lo relacionado con la revista: epistolario, confección, colaboradores… Descubrí que Papeles había sido una publicación imprescindible en el panorama literario español de posguerra y también que, por desgracia, no estaba estudiada. Como yo tenía pendiente mi tesis doctoral en Filología, vi la ocasión propicia: el tema estaba claro; contaba con el material adecuado. Solo tuve que tomar la decisión.

Dígame tres cosas curiosas de Cela relacionadas con Mallorca que no se conocían.
—Hay muchas cosas desconocidas de Cela para el público, para los lectores, pero no solo de su época de Mallorca. Cela es el gran desconocido y mi intención es mostrar a la gente esa imagen ignota y que, en un 90 por ciento de los casos, sorprende para bien. No podría limitarme a solo tres cosas. Lo que destacaría de Cela por encima de todo fue su pasión por la tierra mallorquina, que lo acogió con los brazos abiertos y a la que él supo corresponder poniendo el nombre de Mallorca en el centro de la intelectualidad española, europea e hispanoamericana.

Cela hizo mucho por Mallorca, pero tras morir el Nobel parece que la Isla no ha hecho nada por él.
—Bueno, supongo que eso depende de las autoridades y de las instituciones. Cela pasó treinta y cinco años de su vida en Mallorca y su huella seguirá viva en esa tierra.

Imprimir y coordinar números de la revista, casi sin dinero y con mucha calidad, fue algo muy difícil de hacer.
—Fue tremendamente difícil, sobre todo porque Cela no quiso subvención pública ni particular alguna, ya que de esa manera no tenía que plegarse a la servidumbre que este tipo de ayudas conllevaba. El final de la revista fue exclusivamente económico: en el último número había un déficit de más de 400.000 pesetas, que en el año 1979 eran una fortuna. Cela puso dinero propio para sacar adelante la revista, pero la situación económica y el cansancio le obligaron a echar el cierre. El trabajo realizado en Papeles durante 24 años fue inmenso.

A su juicio, ¿Cuál es el número más importante?
—No sabría decirle, porque cada uno de los 276 números fue especial. Los monográficos dedicados a pintores son deliciosos: Picasso, Miró, Zabaleta… También destacaría el dedicado a los ‘sesentones’ Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Federico García Lorca, sobre todo por el valiente homenaje que Cela hizo de este último escritor. El número de Rafael Alberti también es muy especial, sobre todo por los problemas con la censura que consiguió sortear Cela para lograr su publicación.

Con esta mítica publicación, Cela puso a Mallorca en el centro de la literatura en español y a veces universal, ¿cómo valora usted esa impresión?
—Como le decía anteriormente, Papeles fue un baluarte para la intelectualidad española, europea e hispanoamericana. También para las lenguas peninsulares, cuyo uso en literatura no estaba bien tolerado: gallego, catalán y euskera. Pero, como bien dice, la labor de Cela puso a Mallorca en el epicentro cultural del momento.

¿Qué nos podría decir de las Conversaciones de Formentor, que impulsó el propio Nobel?
—Constituyeron un episodio irrepetible: juntar en un mismo lugar a poetas de diversas lenguas, de dentro y de fuera de España, incluyendo a algún exiliado, fue un trabajo que solo Cela pudo llevar a cabo. Y no olvido las Jornadas Europeas o el Coloquio Internacional de Novela. Creo que los nombres de Cela y Mallorca constituían un todo a ojos de la cultura de posguerra.

Gracias a la revista fueron muchos los intelectuales de primer nivel que espoleados por Cela visitaron Mallorca.
—Su pregunta trae a mi mente la estancia de Américo Castro en la Isla, invitado por Cela, como el máximo ejemplo. Pero no hay que olvidar a tantos y tantos escritores que acudieron a Mallorca convocados por el Premio Nobel. No me atrevo a citarlos por no dejarme a ninguno, ya que la nómina fue muy extensa. Y no solo los que visitaron personalmente la isla, sino aquellos que, no pudiéndolo hacer físicamente, sí lo hicieron a través de mensajes solicitados por Cela para su lectura pública. Eso también me resulta de una gran valentía.

Póngame un ejemplo de esa gran valentía.
—Pienso en Jorge Guillén, exiliado y vetado por la dictadura para acudir a las Conversaciones Poéticas, y a quien Cela dice por carta que ‘su nombre, ya que no su presencia, no puede faltar entre los amigos de Formentor. Envíeme un mensaje, se lo ruego, a los poetas reunidos’. Ese desafío continuo que hace a la dictadura es lo que más me llamó la atención de Cela. Como decía siempre, ‘el que resiste, gana’.

¿Se imagina usted un Cela que no hubiera hecho Papeles de Son Armadans?
—No, en absoluto. Papeles nació gracias a la tenacidad y el empeño de Camilo José Cela. Y Cela quería poner en marcha una revista ‘liberal y mallorquina’. Ambos llegaron a una simbiosis perfecta. Para mí, Papeles de Son Armadans es Camilo José Cela en su estado más amplio y profundo.