Carlos Acosta se retiró del ballet en 2016, después de 28 años de carrera.

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La vida de Carlos Acosta (La Habana, 1973) es de película. De hecho, Icíar Bollaín –directora de Maixabel y La boda de Rosa, entre otros títulos– le dedicó una: Yuli (2018). Leyenda de la danza y primer bailarín negro en interpretar algunos de los papeles más famosos del ballet, originariamente escritos para blancos, en compañías como el Houston Ballet o Royal Ballet de Londres. El próximo viernes 29 de julio, a las 21.30 horas, su compañía, Acosta Danza, recalará en el Auditòrium de Palma con su espectáculo Tocororo Suite, una versión en formato suite del montaje Tocororo fábula cubana, estrenada en 2003 en La Habana. Las entradas pueden adquirirse en la página web del Auditòrium.

¿Qué encontrará el público mallorquín en este montaje?
—Es una obra que fusiona la danza folclórica, la contemporánea cubana y el ballet. Es una pieza bastante autobiográfica, veraniega y que refleja el espíritu cubano alegre, desenfadado y también con mucho humor. Cuento con la participación de bailarines muy bien preparados que pueden asumir el reto de mezclar todas esas músicas. Acosta Danza es esa extensión de sincretismo. Hay bailarines de todo tipo de raíces como es la raza cubana, con mulatos, mestizos, andaluces... Todas esas culturas que convergieron en Cuba forman parte de nuestras raíces. Y este montaje va a llevar la alegría del Caribe, lo que nos da esa identidad.

Con la pandemia muchos espectáculos se vieron aplazados, cancelados e incluso algunos desaparecieron. ¿Cómo ha vivido usted todo ese proceso?
—La pandemia fue algo sin precedentes. Pasé muchísima ansiedad porque justo tres meses antes, en enero de 2020, comencé a dirigir el Birmingham Royal Ballet. Me puse al frente de la segunda compañía más importante del Reino Unido sin conocer a mi equipo por culpa del confinamiento. Ahora parece que eso quedó atrás y el futuro se vislumbra más optimista. El público está listo para consumir arte. Y es muy importante que los espectadores acudan a los teatros para sostenerlo. En julio presentaremos en Londres una versión mía de Don Quijote y se está vendiendo muy bien.

¿Por qué aceptó dirigir esta compañía?
—Extrañaba mi base como bailarín clásico. La transición de bailarín clásico a contemporáneo fue en 2015 y ya echaba de menos el ballet. Además, también consideré un crimen quedarme con todo el conocimiento que había aprendido en todo el mundo con grandes personalidades.

Y volviendo a su Don Quijote, ¿qué puede avanzar sobre esta obra?
—Es uno de los ballets clásicos por excelencia, pero que no formaba parte del repertorio del Birmingham Royal Ballet, así que propuse incluirlo. Cuando uno va a tratar de rescatar unas ruinas de un período pasado, tiene que rescatar cómo fue pero con los materiales de construcción que hay en el presente. He tratado de dar una vuelta más innovadora al clásico, con tecnología, proyecciones y danza a diferentes niveles. Habrá bailarines sobre las mesas, en las tabernas. Tendrá mucho movimiento. Un clásico visto con la lente de hoy.

Su vida fue llevada al cine con la película Yuli, de Icíar Bollaín. Qué le supuso ver su vida en la gran pantalla?
—Fue muy difícil para mí porque no estaba actuando, sino que estaba viviendo mi vida, rememorando escenas que me causaban dolor. Escribí mi autobiografía Sin mirar atrás [Plataforma, 2018] para alejarme del pasado que me traía recuerdos dolorosos. Y cuando llegó la posibilidad de hacer la película reviví todo ese dolor. Rodar algunas escenas fue traumático para mí. Pero al final fue un regalo, le estoy muy agradecido a Icíar y a su equipo, porque es algo que queda y mis hijas, que ahora son pequeñas, podrán compartir también con sus hijos.

Bollaín aseguró en una entrevista que «la vida de Carlos Acosta es la vida de muchos cubanos». ¿Está de acuerdo con eso?
—Sí, porque tenemos una vida humilde, con muchas dificultades, pero uno siempre trata de seguir adelante. En Cuba siempre batallamos contra las adversidades. Tenemos una naturaleza alegre y mucho espíritu comunitario. Cuando te falta comida, puedes tocar la puerta a tu vecino y te dará de comer. Recuerdo, cuando era pequeño, tocar la puerta a la vecina, entrar, sentarme en la cama y ya tener una taza de café en mi mano. Eso es una salvación.

Con su trabajo rompió los prejuicios raciales en el mundo de la danza. ¿Existe todavía algún tipo de discriminación o los tiempos están cambiando realmente hacia una normalidad en todos los aspectos?
—Creo que todo está cambiando para bien y hay bastantes indicaciones de que esto es así. Actualmente, todo el mundo quiere en sus compañías talento diverso, mestizo, más inclusivo, con mujeres y afrodescendientes. Cuando yo empecé en el 88 estaba yo solo en el Royal Ballet de Londres, pero luego hubo muchísimos más. Cada vez hay más estrellas a nivel mundial que se suman a esa configuración de bailarines de todo el mundo y hay mucha lucha para que aparezcan más como modelos a seguir.

Reino Unido es su país de adopción y es uno de los artistas más queridos. ¿Qué ha encontrado Carlos Acosta en Reino Unido?
—Aquí lo maravilloso es que hay una veneración hacia las artes. Vas a Londres un lunes y todos los teatros tienen el cartel de sold out y el martes también. Eso habla mucho de una nación. Y que un cubano como yo vaya allí, sin ningún lazo o vínculo con el país, y que sea tan bien recibido es algo que valoro mucho. Hay una gran tolerancia hacia el foráneo por su puro talento. En Inglaterra, si eres talentoso, no importa de dónde vengas, aprecian el talento por encima de todo. Es verdad que hay algún que otro prejuicio, pero hay muchos menos en comparación con los otros países en los que he vivido. El talento se valora y se venera.