La escritora Blanca Llum Vidal es catalana, pero su madre es mallorquina. Foto: DAVID RUANO

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Una mujer, en Barcelona, envía una suerte de cartas-fantasma a su amado. El lenguaje y la manera de expresarse, además del canal, ya casi perdido en la era digital, evoca sin duda tiempos muy remotos. Sin embargo, el lector se da cuenta rápidamente de que se trata de un momento presente, de la pandemia, del aluvión de desahucios e incluso de la política actual de Catalunya. Esta es la base de La princesa sou Vós (Club Editor), la primera novela de la poeta y traductora Blanca Llum Vidal (Barcelona, 1986), catalana pero de madre mallorquina, y que presentará el próximo domingo en la Fira del Llibre de Palma. Será a las 12.00 horas, en el escenario de la Plaça Rei Joan Carles I, acompañada por Laia Malo. Después, en el escenario de la Plaça de la Reina, ambas protagonizarán un recital con Daniel Martínez.

Sobre el «choque de temporalidades», la autora confiesa que «la editora, Maria Bohigas, dice que son cartas ochocentistas, pero otros me cuentan que les suena más a la época medieval. En cualquier caso, es evidente que, solo con la elección del pronombre vós y la manera con la que firma el final de cada carta, se trata de un periodo que queda muy atrás. Todas las temáticas que se abordan están inseridas en un discurso amoroso pero son actuales, contemporáneas», detalla. La idea de una novela epistolar, por su parte, surgió como un «impulso» que proviene de su pasión por este género. Cita las cartas de Paul Celain, Marina Tsvetáyeva, Marguerite Duras, Mercè Rodoreda, Víctor Català y Joan Sales. «Cada carta contiene todo un mundo dentro», destaca.

Portada del libro.

«El Futuro parece antiguo y el Presente es una mierda» –en mayúsculas debido a su juego de estética metafísica– es una sentencia que resume esa temporalidad difusa. «El presente me parece antiguo, lo digo de verdad. Es como que hay algo que no cuadra. Todo es ultramoderno, vivimos en un progreso disparado, en la última fase del capitalismo salvaje, entre bitcoins y drones, pero, a la vez, hay una guerra entre Rusia y Ucrania, que comparan las artillerías pesadas como sucedía en el XIX. Con la pandemia nos movíamos por salvoconductos, con toques de queda. Todo eso nos remite al pasado pero de pronto está entre nosotros, mezclado con criptomonedas», señala Vidal.

Amor

En medio de tanto caos y confusión, ¿el amor es lo más revolucionario? «Yo creo que sí. El amor seguramente es de los pocos reductos de intimidad radical que nos queda para poder construir un lenguaje, relacionarte con los demás, tejer solidaridades o lo que sea. En un momento como este, y no es por ponerme extremadamente apocalíptica pero está claro que vienen curvas, solo nos queda el amor. Quedan pocas palancas revolucionarias intactas», declara.

En estas cartas de amor, en la que están muy presentes los animales y las bestias, como en la obra anterior de la escritora, hay también crítica a la sociedad, a la política y a los feminismos. La narradora escribe desde un lugar «dirigido por Sonrisas amables», «comandado por la palabra cortés de quien toma decisiones con la Barriga muy llena». «Estas declaraciones vienen de mi gran decepción de las instituciones en Cataluña. En la segunda carta ya critico que hablan mucho de República, una palabra que se ha quedado hueca. En Cataluña hay un chiringuito montado flipante. Y como, efectivamente, hay una persecución por parte del estado español, las dinámicas propias perversas quedan desdibujadas. Nos persiguen y nosotros somos víctimas, pero resulta que aquí también hay fraude y mentiras», denuncia. «Pero todo es tan complicado que si dices esto te critican por dedicarte a la equidistancia o por no querer mojarte. Ahora no sé qué sucede en las instituciones y no me importa. Y no lo digo con orgullo, lo digo con pena», matiza.

La voz narrativa proclama: «No tengo intención de sumarme al Orgullo de ser independiente y ser fuerte». «Es una crítica a un determinado feminismo institucional. Hoy nos dicen que no tenemos que ser celosas, ni posesivas ni envidiosas. Todos tenemos claro que nadie debería, que se debe trabajar. Pero eso de tener una independencia absoluta en el fondo es un panfleto publicitario. No somos seres que flotamos en el espacio de forma independiente. Emanuel Lévinas lo dice: somos seres dependientes, dependemos de los demás para sobrevivir. Creo que nos hacen un flaco favor diciéndonos todo eso», insiste.

De hecho, como bien indica el título, aquí la princesa es él, el hombre, algo que subvierte las reglas clásicas del amor. «Es un amor heterosexual y, por lo tanto dentro del amor normativo, pero hay salpicaduras queer. Aquí hay un movimiento de roles. La princesa es él y ella es una señora que en realidad es un gran caballero. Es ella quien establece las reglas del juego».

Ironía

Otro aspecto a destacar de La princesa sou Vós es la ironía de la narradora, especialmente hacia sí misma, cuando por ejemplo dice que escribe con una «lengua subordinada» que puede resultar empalagosa. «Pero también dice, en una carta, que no tenemos que hablar del lenguaje. Y es que, en verdad, se corre el riesgo de hacerse un lío con el propio lenguaje. Los filósofos contemporáneos han acabado aquí. No los quiero anular. Jacques Derrida, por ejemplo. A veces dice cosas interesantes, sí, pero me marea. La narradora hace esa reflexión de cariz lingüístico y filosófico en momentos diferentes», relata.

También hay un «homenaje ardiente» a Hannah Arendt cuando la narradora señala que ya es hora que se explique por qué la filosofía no se ha dedicado durante siglos a pensar sobre el acto de nacer. Algo que, si lo ha hecho poca gente, ha sido una mujer: Arendt. «Ella, en contraposición a Heidegger, que defendía que nos une el destino de la muerte, aceptaba esa evidencia, pero se preguntó qué implicaciones políticas tenía decir eso. Maria Aurèlia Capmany, por ejemplo, cuya obra he trabajado, se cuestionaba eso, ¿qué hacemos entonces con todas las injusticias que hay de por medio? Me encanta la réplica de Arendt, que no pone el grito en el cielo, sino que hace una propuesta: centrarnos en el acto de nacer, no solo biológicamente, sino también del nacimiento político. Y es que, en la medida en la que hablas, entras en una esfera pública en la que te relacionas con los demás. Hay muchos nacimientos a lo largo de la vida», explica.

En cualquier caso, el lector no se encontrará en esta novela una larga lista de referencias, ni citaciones ni nombres propios. Algo muy premeditado por parte de Vidal. «Desafortunadamente, hay novelas que sin querer dan lecciones y creo que una novela no tiene esa función. Hay un sustrato teórico y argumental que, a veces, uno no puede controlar pero que se ve demasiado. Eso se tiene que digerir. Tiene que mezclarse con la historia. Todas esas lecturas, como la vida, late en la novela. No me gusta que sea un museo. El libro da pie para hablar de muchas cosas y de eso me doy cuenta ahora, con las entrevistas», concluye.