El escritor Miquel Bezares presenta este mediodía su nuevo libro en Llucmajor. | M. À. Cañellas

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Pájaros, un avión y un árbol flotante son los elementos que conviven en la ilustración de Toni Galmés para la portada de El col·leccionista (Adia Edicions), de Miquel Bezares (Llucmajor, 1968). Son, como el propio escritor apunta, componentes que se encuentran en su narrativa y su poesía. En este caso, viene a cuento, nunca mejor dicho, por los relatos que se recogen en este volumen, publicados entre 1998 y 2009 bajo los títulos Suannes (1998), Quan els avions cauen (2001) y Terminal B (2009). Lo presenta este sábado, a las 12.00 horas, en el bar s’Aràbic de Llucmajor y el 12 de mayo, en la librería La Impossible de Barcelona. Bezares estará acompañado en ambos actos por Llucia Serra, quien firma el epílogo del libro.

El col·leccionista toma el título de un cuento en el que precisamente revela cómo nace un relato.
—Sí. En el libro hay dos cuentos, Roma y El col·leccionista, incluídos en Quan els avions cauen y Terminal B, respectivamente, que son como la cara y la cruz de una misma moneda. En Roma, el narrador llega a la ciudad en un momento y una hora concreta y llega a la habitación para escribir lo que acaba de ver. En cambio, El col·leccionista lleva a reflexionar hasta qué punto los narradores o los artistas en general, usamos lo que nos rodea como referencia, pero lo revolvemos de arriba abajo. Podemos partir de un hecho real, pero los creadores tenemos que añadir nuestra imaginación, somos libres. No hay nadie más libre que un narrador. Aquel que escribe un texto de no ficción se debe a la realidad, pero los autores de ficción tenemos la suerte de que no debemos nada a la realidad.

¿Es un coleccionista?
—Soy un coleccionista de historias. Me siento más cómodo escribiendo historias dispersas, episodios diferentes. Se podría decir que soy más de series que de películas. Ya lo he dicho alguna vez: estoy obsesionado con que los textos tengan relación con lo que ya he hecho antes y que puedan anunciar lo que viene después. Cuando escribo un libro de poemas, no lo concibo si no tiene una unidad, no me interesa el concepto de recull. En este libro no hay una recopilación, sino que hay una serie de historias que giran en torno de unas mismas cuestiones aunque desde perspectivas diferentes.

Escribió estos textos hace mucho tiempo, ¿se reconoce en ellos?
—De hecho, si lo piensas, están a caballo entre dos siglos. La verdad es que ha sido la sorpresa más agradable de todo el proceso: reconocerme desde la primera hasta la última página, a pesar de que cuando los escribí era otra persona. He tenido la inmensa suerte de no cambiar nada, apenas algunos aspectos lingüísticos, pues todos ellos se publicaron antes de la nueva gramática catalana. Esa corrección la hemos llevado a cabo Llucia y yo.

Dedicó Terminal B a Toni Catany, que «sabe de los instantes decisivos». ¿Qué relación guarda su escritura con el fotógrafo?
—Hablé mucho con él sobre el concepto de instante decisivo y la teoría de Cartier-Bresson de que el fotógrafo era un cazador que buscaba el momento preciso. Pero Toni decía que él más que un cazador era un pescador, que ponía la caña y se sentaba a esperar. Su fotografía es más sutil, requiere más tiempo. Además, también era un lector voraz, me recomendaba muchas lecturas y evidentemente hablábamos de mi trabajo. Por eso le dediqué Terminal B. Recuerdo que estuvo muy contento. De hecho, lo presentó en Llucmajor junto a mi amigo el psicólogo Miquel Tortella-Feliu. La verdad es que mi vida literaria no se entiende sin él, me enseñó muchas cosas. Mi cultura visual está muy condicionada por su obra y la cultura visual es muy importante a la hora de escribir.

Una relación que continuó después de su muerte, con la presidencia de la Fundació Toni Catany. Por cierto, ¿en qué fase se encuentra el Centre Internacional de Fotografia?
—Hemos firmado un protocolo con el Govern para trabajar en su apertura antes de que termine el año. Estamos colaborando con las administraciones para que eso suceda. Pero los proyectos son institucionales, la Fundació se dedica a colaborar y a poner el alma de Catany dentro.

Cuando publicó el poemario Mal pas (2020) dijo en una entrevista con este diario que por primera vez «no sé qué libro viene después». ¿Sabe ahora lo que viene?
—Estoy trabajando en una novela. Tiene un carácter episódico, con capítulos que se podrían entender como cuentos, aunque guardan una relación más profunda y la trama es compartida.