Manuel y Raúl Quijano posaron en Palma para esta entrevista. | Jaume Morey

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Desde que se dieron a conocer a mediados de los 90, la complicidad y cercanía que desprenden sobre el escenario constituye el cincuenta por ciento del éxito de Café Quijano. La otra mitad sustancial recae sobre un repertorio que engloba todas las variantes del amor: la dolorosa, la feliz, la clandestina y, sobre todo, la canalla. Ingredientes que alicatan un repertorio ligero pero temperamental que nunca pierde de vista los sonidos latinos. El combo leonés presenta este viernes por la noche (21.00) en Trui Teatre La jamaicana, una historia de amor incluida en su último larga duración, Manhattan, un álbum que, desde el primer compás, remite inequívocamente al sonido Quijano, el de sus primeros éxitos. Hablamos con Manuel y Raúl Quijano, dos de los miembros del trío.

Desaparece la mascarilla y vuelve el aforo completo, ¿cómo recibís el regreso a la normalidad?
—Manuel Quijano: Es una alegría inmensa, vamos evolucionando y ganando terreno a la maldita pandemia.

¿Ven aún a gente con miedo de quitarse la mascarilla en los conciertos?
—M.Q.: Sí, aún hay mucho miedo.

¿Ustedes tienen miedo?
—M.Q.: Le tenemos respeto.
—Raúl Quijano: Hay que ser coherente con lo que está ocurriendo y tomar las medidas que sean necesarias.

Vayamos a lo importante: la música. ¿Cuál es el punto de partida de Manhattan? Un álbum que tiende un vínculo conceptual con La Taberna del Buda.
—M.Q.:Se cumplían veinte años de nuestro disco más representativo, La Taberna del Buda, y pensamos que sería bonito hacerle un homenaje con otro disco que fuese una especie de continuación. Nos fuimos en plena pandemia a Los Ángeles a grabar con los mismo músicos con los que grabamos La Taberna, queríamos mantener la esencia de lo que fue aquel disco que no nos dio más que alegrías.

¿Cómo describirían vuestra evolución en estos veinte años?
R.Q.: No hemos cambiado. Siempre decimos que quizás en cuanto a sonido se refiere vamos con los tiempos intentando hacer un trabajo de producción contemporáneo. Ha cambiado más lo profesional que lo personal.

Tal como está la industria musical, ¿cambian las expectativas a la hora de grabar un disco?
—M.Q.: Nos ponemos la misma presión a la hora de intentar hacer las cosas bien y en dejar satisfecho a la persona que nos escuche.

¿Cómo ha sido el viaje de regreso a vuestras raíces?
—M.Q.: Muy fácil. Lo que hemos hecho es lo más natural que podíamos hacer, que es el sonido que encontramos en la canción de La Lola. El disco nos ha dejado muy satisfechos.

La Taberna del Buda conserva un sonido muy actual, ¿cuando lo publicasteis pensasteis que era un disco que iba a perdurar fresco en la memoria de la gente?
—M.Q.: Esto es algo que nos llama la atención porque nos lo dice mucha gente.
—R.Q.: Tendremos que analizar en profundidad el motivo de que una canción que tiene veintipico de años suene tan actual.

Porque hay discos que envejecen muy mal…
—M.Q.: Pasa como con los coches, aunque sea un buen modelo, el posterior al que le hacen un restyling parece mejor y hace que el modelo anterior luzca viejo. Pero hay coches que envejecen mejor que otros, y, por ejemplo, en el caso de La Lola, su envejecimiento sano está en la simpleza de la canción.

¿Para un artista consagrado, la autenticidad es lo más difícil de conservar?
—M.Q.: Lo auténtico tiene que ver con lo natural y en nuestro caso hacemos lo que hacemos porque nos sale de forma natural, por eso somos auténticos.

¿Cómo funciona vuestro proceso de composición, es doloroso, remueve heridas?
—M.Q.: Sí, sobre todo el momento final es el más doloroso, porque sabes que va a quedar para siempre y te genera cierta responsabilidad, de ahí el miedo a terminar.

¿Qué se va a encontrar el público hoy?
—M.Q.: Hacemos dos horas y media de concierto, es un viaje que va desde lo más sencillo y acústico del bolero hasta lo más enérgico del pop rock que hemos hecho.

¿Cómo es el público mallorquín, posee un carácter diferente?
—M.Q.: Es cálido y cariñoso.

¿Cómo surge la relación de amistad con el artista mallorquín Domingo Zapata?; al que, además, citan en uno de sus temas.
—M.Q.:Nos conocimos en Miami y tenemos una relación muy continua. Cuando fuimos a grabar las bases de este disco a Los Ángeles, Domingo nos dejó su casa. Siempre decimos que Domingo, además de artistazo, es una de las personas más generosas que hemos conocido. Aparece en la canción Manhattan, la letra dice ‘menudo recuerdo esa noche en Manhattan con mi amigo Zapata’.

Con los tiempos que corren, acudir a su concierto ¿es un poco como meterse en una burbuja terapéutica de felicidad?
—R.Q:Totalmente, escuchar hablar de guerras hoy en día, y más aquí tan cerca, es anacrónico total. Parece que no puede ser verdad. Es tan irracional que parece imposible que esté ocurriendo.