Los miembros del grupo Antònia Font, Joan Miquel Oliver (d) y Pau Debon (i), posan durante una entrevista. | Efe - Alejandro Garcia

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Antònia Font nunca me interesó demasiado, bucear en su repertorio me producía la misma pereza que madrugar en domingo. Darrera una revista me indujo el cambio, el clic –que decía Tennessee Williams–; fue mi bisagra entre la desafección y la adhesión. Con su atmósfera taciturna, elevada a los altares de la melancolía por el delicioso hammond de Jaume Manresa. Es como un decálogo exprés, para que los que venimos de fuera entendamos por qué aquí la vida discurre a otra velocidad, casi a cámara lenta, como si todos se hubieran lanzado a una piscina de mercurio. Antònia Font, como otras luminarias del pop, nos enseña que la música es siempre música más otra cosa: sueños, deseos, emoción, decepción, euforia... y si no lo entiendes es que solo estás escuchando música. Con Un minut estroboscòpica rompen un silencio discográfico de nueve años. Hablamos con Joan Roca sobre este LP que presentarán el 11 de junio en el Primavera Sound de Barcelona.

En su agencia de prensa describen Un minut estroboscòpica como un disco «muy Antònia Font»...
—Sabemos que existe una expectativa sobre nuestra sonoridad e imaginario y queríamos un disco que recogiera esa esencia. Creo que lo hemos conseguido.

En la portada, Petra Pericàs ilustra a dos niños corriendo por la playa dejando tras de sí un reguero de fuego. Posee la belleza inmutable de un cuadro de Hopper pero, ¿esconde algún mensaje entre bambalinas?
—Vimos un dibujo de Petra que nos gustó mucho, su color y su luz eran el complemento perfecto para nuestra música.

¿Este álbum es fruto de una necesidad creativa o comercial?
—En su momento podríamos haber explotado nuestro buen momento, pero perdimos la ilusión y lo dejamos. Y cuando volvimos lo hicimos teniendo claro que nos mueve una necesidad creativa.

¿Han sentido presión en este disco?
—No diría presión y si la hemos sentido es la que nos hemos puesto a nosotros mismos para hacer un buen disco.

Cuando empezaron en el 97, Aerosmith, Calamaro y Blur eran los artistas más vendedores. Hoy el reguetón copa las listas. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
—Todas las épocas tienen cosas buenas y malas, con el tiempo tendemos a incorporar una visión romántica sobre el pasado, que nos hace creer que fue mejor, pero no es así.

Tal como está la industria musical, ¿cambian las expectativas a la hora de grabar un disco?
—Ahora mismo nuestra expectativa es un disco y diez conciertos, para los que hemos diseñado un show con una buena escenografía, serán conciertos largos en los que presentaremos lo nuevo y revisitaremos todos los discos. Después, en 2023, haremos seis más y depende de las sensaciones que tengamos veremos qué pasa.

¿La autenticidad es lo más difícil de conservar?
—No sé si es lo más difícil, pero cuando desaparece hay que preguntarse si ha llegado el momento de dejarlo.

¿Qué cambios importantes hay en este álbum respecto de lo que habían grabado antes?
—La tecnología, que te permite trabajar de otra forma, sobretodo a nivel logístico, aunque en lo esencial funcionamos como antes.

¿Qué han ganado y qué han perdido en estos años?
—Hemos ganado ilusión y no sé qué hemos perdido, no será importante porque no lo he percibido.

Todos los creadores tienen un gran tema sobre el que gravita su obra, para Cohen era el desamor; Tom Petty reflexionaba sobre el sueño americano y Springsteen rescata a esa América que se desvanece... ¿Cuál es el suyo?
—Creo que consiste en ver lo trascendental desde un punto de vista doméstico, y lo doméstico desde un punto de vista trascendental.

¿Qué opina de la progresiva desaparición de la clase media musical? Parece que hoy solo existan Rosalia’s y ‘currantes’ con muchas dificultades para llegar a fin de mes...
—La música es el reflejo de las cosas injustas que suceden en el mundo. La cultura musical debería revisarse, muchos creen que la música ha de ser gratuita porque como los músicos se lo pasan bien haciéndola.

Un amigo me decía que sus canciones son odas a la nostalgia...
—Nostalgia y reflexión, una parte de nuestro repertorio tiene un punto de eso.

Qué esperan de la presentación en el Primavera Sound, ¿otra ‘qué noche la de aquel día?
—Que la gente se lo pase bien, si con este disco y gira contribuimos a que sean más felices, ya habrá valido la pena.

¿En casa, quién es su fan más incondicional?
—Mi hija mayor, tiene diez años y comienza a comprender la importancia de la música.