Los escritores Antoni Vidal Ferrando, Annalisa Marí, Carla Nyman, Pau Vadell, Antonina Canyelles y Miquel Àngel Llauger reflexionan sobre aquellos creadores que les iluminan y les perturban por otra. | R.C.

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La poesía es uno de los medios de expresión estéticos por excelencia. Para rendir homenaje a este arte, la UNESCO decidió que, desde 1999, el 21 de marzo sería su Día, el Día Mundial de la Poesía. Con motivo de esta conmemoración, Ultima Hora ha pedido a seis poetas mallorquines que compartan con los lectores aquellas plumas que les iluminan y las que les perturban. Los autores consultados son: Antoni Vidal Ferrando, Annalisa Marí Pegrum, Carla Nyman, Pau Vadell, Antonina Canyelles y Miquel Àngel Llauger.

Antoni Vidal Ferrando (Santanyí, 1945), que hace poco se alzó con el Premi Carles Riba por su poemario Si entra la boira no tendré on anar (Proa), afirma que «hay dos poetas brillantes que son imprescindibles: Walt Whitman y Allen Ginsberg, uno de los discípulos más devotos del primero». «A los dos, les tengo gran estima por la originalidad y la profundidad de sus obras, aunque el efecto que me produce su lectura es muy diferente. Mientras que cuando leo a Whitman oigo una voz que canta, cuando leo a Allen Ginsberg, una que aúlla. Los títulos hablan solos: Canto a mí mismo es una de las partes más optimistas de las Hojas de hierba de Walt Whitman y Aullido es el título del poema por excelencia de Ginsberg. En este encuentro una belleza abrumadora, casi apocalíptica, que me sacude y me desasosiega. En cambio, Walt Whitman es pura vitalidad, invita al optimismo y exalta la vida, la naturaleza, la condición humana de una manera que resulta balsámica», reconoce.

Por su parte, Annalisa Marí Pegrum (Palma, 1983), fundadora de Poetry Slam Mallorca, reivindica a Diane di Prima, autora que «llevo estudiando los últimos diez años». A ella le dedicó su último libro, Quita tu cuello degollado de mi cuchillo (Torremozas, 2021), que reúne por primera vez en castellano los poemas de la autora más importante de la generación Beat. «Sus Cartas revolucionarias iluminan el camino porque son poemas o consejos para poder hacer una revolución, para vivir una vida alejada del capitalismo, del egoísmo y del individualismo y hacerlo en comunidad y pensar en la ecología, justicia social, amistad y el arte», matiza. A la traductora le perturba el mallorquín Miguel Ángel Velasco, fallecido en 2010. «Es uno de los poetas más grandes que tenemos y creo que no lo tenemos tan en cuenta como deberíamos, no sé si es porque escribía en castellano. Con 16 años obtuvo un accésit en el premio Adonais y en 1981 lo ganó con Las berlinas del sueño. Estaba muy influenciado por las drogas psicodélicas y su poesía tiene un nivel léxico muy rico», subraya.

La poeta y dramaturga Carla Nyman (Palma, 1996), que ganó el VI Premio Valparaíso de Poesía con Movernos en la sed, aclara que «cuando un poeta me ilumina, también me perturba y viceversa». «Tanto en Ada Salas, Maria-Mercè Marçal, Laura Rodríguez Díaz, María Auxiliadora Álvarez como en María Negroni, encuentro desafío y luz. Hay una voluntad de dislocar el lenguaje para dislocar la realidad. O de entrar de una manera oblicua en lugares que tal vez teníamos muy vistos. De pronto se ven feos o raros, como si aprendiéramos de nuevo a nombrarlos. Esa mirada torcida sobre las cosas y la palabra me pone en tensión y me libera», cuenta. «Me viene siempre a la cabeza la imagen de una escalera de caracol. En cada vuelta hay casi un ejercicio de equilibrismo: o te alejas demasiado del centro y no se te entiende un pimiento, o te acercas tanto que acabas no diciendo nada o dices lo mismo de siempre. Creo que ahí está el reto y el peligro. En ser un poco esa funambulista. Como si la transparencia fuera casi un demonio», ejemplifica.

Blai Bonet y Miquel Bauçà alumbran a Pau Vadell (Calonge, 1984), Premi Jocs Florals de Barcelona 2017 por Esquenes vinclades y responsable del sello Adia. Bonet «transmite siempre una energía estimulante y que te trastoca con un efecto mágico». «Parte siempre desde una posición de indefensión, de dolor, y te empuja hacia la alegría, el color. Últimamente he vuelto a sus libros más expansivos como El poder i la verdor (1981) o Nova York (1991), aunque esta fuerza está en toda su obra», comenta. En el caso de Bauçà, considera que «su espíritu de revuelta a través de la observación de escenas cotidianas, casi absurdas o grotescas, me provoca y me entran ganas de escribir, de vivir estos mundos tan completos que él dibuja a su obra primeriza y que transforma en obsesión a partir de El canvi (1998)». En cambio, confiesa que le perturban autores malditos como Antonin Artaud y Leopoldo María Panero. «Me sorprende de una manera envidiosa la manera psicodélica de verter y conectar ideas que tiene María Panero o la oscuridad boscosa y sórdida de Artaud», señala.

La escritora Antonina Canyelles (Palma, 1942), autora de títulos como Quadern de conseqüències (1979) o Nus baixant una escala (2015), admite que le resulta fácil pensar en qué voces le alumbran pero, en cambio, asegura que no puede indicar qué otros le trastornan. «Tengo referencias porque los he leído, pero ya no me molesto en leer nuevas ediciones. Pienso por ejemplo en Costa i Llobera, Alcover o Verdaguer, que he leído, pero me aburren y no me estimulan», aclara. Sí tiene claro los que le inspiran: Joan Brossa, Vicent Andrés Estellés, Joan Salvat-Papasseit y Sylvia Plath. Aunque si tuviera que quedarse solo con uno sería Brossa, que actúa como «una «bombilla encendida». «No sé explicar muy bien qué tiene, pero su lectura me resulta estimulante. Desgraciadamente nunca tuve ocasión de conocerlo. Me sorprende las cosas sencillas que dice y la manera especial de contarlas. Solo él consigue hacerlo de ese modo. No necesita grandes argumentos, de hecho, no necesita ninguno», declara.

Finalmente, Miquel Àngel Llauger (Palma, 1963) ganador del último Premi de Poesia Ausiàs March de Gandia con Llum de cançó, afirma que «la poesía, si es buena, reconforta siempre y puede resultar balsámica para el ánimo del lector, pues las palabras, cuando construyen una buena música, acompañan». En este sentido, propone a Joan Vinyoli como poeta que hace buena compañía. «El Vinyoli de la época de libros como Vent d’aram o Cercles no falla nunca. Puede ser oscuro o melancólico, pero es la voz de alguien que comprende la pequeñez de ser humanos y nos ayuda a pasar la vida juntos, atentos a sus cosas esenciales».

Mientras, tiene un efecto perturbador el israelí Iekhuda Amikhai. «Cualquiera de las dos antologías que nos ha traducido Manel Forcano, Clavats a la carn del món y Poemes de cos i d’ànima, nos remueve. Esta idea de estar ‘clavados a la carne del mundo’, con la violenta asociación de ideas y con el trasfondo de angustia, ya lo simplifica». En definitiva, los poetas son artistas que tienen la habilidad de hacer que sus palabras sean refugio para los que están dispuestos a dejarse alumbrar o ensombrecer.