Patricia Almarcegui, escritora y profesora afincada en Menorca, posó en Palma para la entrevista. | Jaume Morey

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Ha viajado por todo el mundo, ha contado su experiencia y la de otros viajeros en numerosos ensayos y libros, como El sentido del viaje (2014), Una viajera por Asia Central (2017) o Conocer Irán (2018), pero Patricia Almarcegui eligió Ciutadella para echar raíces hace ya ocho años. «Nunca me he sentido de ningún lado, pero sé que moriré allí. Proyecto la imagen de mí, viejecita y enferma, bañándome en el mar», asegura. Esta tarde, a las 19.30 horas, la escritora, traductora y profesora de Literatura Comparada presentará su último libro, Cuadernos perdidos de Japón (Candaya, 2021) –que ya va por su tercera edición y se traducirá al francés– en La Biblioteca de Babel de Palma. Ayer, invitada por el Servei d’Activitats Culturals de la UIB, ofreció en Ca n’Oleo la conferencia De cómo Oriente se transformó en Orientalismo. E. W. Said.

De hecho, Almarcegui reconoce que fue a partir del escritor palestino Edward W. Said, autor del célebre volumen Orientalismo (1978), que nació su interés por la literatura de viajes y por cómo Occidente ha tratado el mundo árabe a lo largo de los siglos. «Su obra ha sido clave en mi educación sentimental porque cuestiona de qué manera hablamos del otro, de los demás. Él defiende que los europeos han proyectado su poder, la voluntad de sentirse superiores para hablar del otro, para colonizarlos. La imagen del Islam que tenemos en Occidente es muy negativa, tremendamente estereotipada y eso se ha heredado», denuncia. Para combatir y «desmontar» esas ideas preconcebidas, Almarcegui tiene clara la solución: «Viajar y leer mucho».

Asimismo, subraya que «es una suerte que exista un lugar y un espacio para hablar de Oriente Próximo y Orientalismo aquí, en España, porque desgraciadamente no es tan fácil». «Me he encontrado con muchos problemas para abordar estas cuestiones. El Islam es un tema muy complicado, mueve muchos miedos. Hay mucha ignorancia», afirma.

Y del Oriente Próximo al Lejano, Almarcegui recala hoy en Palma para presentar Cuadernos perdidos de Japón, un libro marcadamente poético fruto de sus dos viajes al país nipón en dos décadas diferentes: 2008 y 2018. El volumen se nutre de cuatro cuadernos, uno de los cuales le «robó» su expareja y otro «probablemente lo perdí en la estación de Shibuya». Debido a esa pérdida, la autora tuvo que llevar a cabo un ejercicio de recuperación y «reconstrucción». El resultado es una mezcla variopinta de vivencias íntimas e impresiones sobre la cultura, la lengua, la literatura, el cine, la sociedad, la economía y la religión.

En definitiva, una «recopilación de cosas que tienen que ver con Japón, cómo era mi vida durante esos dos viajes y mientras lo escribía». Todo eso, apunta, está unido como en una suerte de bonsái o mosaico. «De Japón me quedo con la forma de mirar y de sentir. Miran con más atención y cuidan los detalles para que los otros, al contemplar las cosas, sientan placer. Creo que cada vez el Japón más tradicional y el contemporáneo conviven entre sí y estoy convencida de que en los últimos cinco años vivimos más cerca de Japón, de su cultura y entretenimiento a través del cine o el manga, por ejemplo», añade.

Una de las referencias que cita Almarcegui en este volumen es a Levi-Strauss y la concepción del fin del viaje. «No existe el fin del viaje como tal y él se dio cuenta de que había otra manera de contarlo: desde la ficción, usando los elementos literarios. Ese género híbrido es el que me interesa y el que también me atrae de Said, el que alguien vea el mundo como un intruso, desde la periferia», concluye. Y, al final, es lo que ha conseguido Almarcegui con Cuadernos perdidos de Japón.