Imagen promocional de la cantanta Rozalén, que actúa el viernes en el Auditòrium de Palma. | Redacción Cultura

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Rozalén no para, sigue erguida sobre el escenario defendiendo una gira en la que combina sus temas más solicitados con los de su LP multiventas El árbol y el bosque. Número 1 en listas gracias a cortes como Este tren, El paso del tiempo o el galardonado con el Goya a mejor tema original Que no, que no. Su facilidad para congeniar diferentes estilos convierte a la manchega en una deliciosa anomalía que, en su cuarta entrega, incursiona en latitudes hasta ahora ajenas a su registro, como el son cubano, el corrido mexicano o la música disco. Todo ello mezclado con el optimismo y vitalidad que desprende su lírica, llena de sensibilidad y habitada por personajes que conectan instintivamente con la calle. El Auditòrium de Palma la recibirá el próximo 4 de febrero, a las 21.00 horas.

Sensibilidad, desparpajo y una voz con gancho. A sus 35 años, Rozalén se ha hecho un hueco en la música a golpe de canciones sinceras que llegan a un público sorprendentemente heterogéneo, con el que sigue flirteando en su último trabajo, nominado a mejor álbum de canción de autor en los Latin Grammy, en el que nos muestra su visión del mundo desde lo introspectivo. Once cortes que desvelan su universo emocional con la sinceridad de siempre, pero con un punto extra de visceralidad, que consigue adentrarnos en la psique de una de las grandes voces de la canción de autor contemporánea. «Mi forma de escribir es muy terapeútica, tiene mucho que ver con mi forma de ser y la de mis amigos de Albacete, somos muy de abrirnos en canal. Y ese efecto aún se agravó más al estudiar psicología, una carrera que te enseña a mostrar tus debilidades», explica Rozalén.

Sus letras, que abordan temas «muy espinosos desde el positivismo», se visten con una infinidad de atuendos, fruto de la rica cultura musical recibida. De modo que la catarsis irrumpe de la mano de flamenco, pop, rock, rap y hasta electrónica. Aunque el gran tema sobre el que pivota su obra es la tristeza, que la autora rebaja «con mucho humor negro». Con esos mimbres, cohesiona un repertorio que desprende fuerza y vitalidad, un fresco social amplificado con toques de ironía.

Inclusiva

La presente gira, como las anteriores de la artista, es inclusiva al contar con Beatriz Romero, intérprete de lengua de signos. Esta circunstancia subraya Rozalén como una de las más fervientes embajadoras del activismo social, con una obra focalizada en la defensa de las minorías más desfavorecidas en pro de la igualdad. «Con Bea nos damos cuenta de que tenemos que seguir avanzando, aún hay mucho camino por recorrer en el tema de la inclusión social. En un concierto incorporamos mochilas vibratorias, las personas sordas se las ponen y reciben unas vibraciones que hacen la experiencia mucho más interactiva. Si no pueden disfrutar del sonido, el tacto es otro sentido que puede acercarles la música».