El guitarrista Antonio Rey este jueves durante un ensayo en el taller de Antonio Morales. | Pilar Pellicer

TW
0

Ocurre, a veces, que damos algo por sentado, ya sea por verlo a menudo o porque ‘siempre ha sido así’, y se tiende a restarle valor. Algo así podría decirse que ocurre con el flamenco y la guitarra. Tan nuestro es su sonido y tan acostumbrados a él estamos, que parece que ha estado siempre ahí, sin evolucionar. Es entonces cuando aparece gente como Antonio Rey, maestro de la guitarra, ganador de un Grammy Latino por su disco Flamenco sin fronteras, que, mientras ensaya para su concierto de hoy en el ClubMutante, a las 22.00 horas –antes dará una masterclass en la Galería Serra de Palma–, no suelta ni un instante la guitarra al atendernos y, mientras responde a las preguntas, desliza sus dedos involuntariamente sobre las cuerdas, que suenan plácidas como si quisieran contestar por él.

¿Había tocado ya en Mallorca?
— Sí, alguna vez. Hace diez años, más o menos, vine acompañando aFarruquito en un concierto en el que, por cierto, estaba el maestro Paco de Lucía en el público. Pero es la primera vez que vengo para tocar solo, y espero que sea la primera de muchas.

¿Qué tipo de concierto será el que ofrezca este viernes?
— Uno íntimo, de guitarra flamenca con temas de mi último disco, Flamenco sin fronteras, que creo que gustará a quien le guste la guitarra y el flamenco. O eso esperamos, al menos.

¿Cómo y por qué entró en el mundo de la guitarra?
— Pues lo típico: el hijo quiere ser igual que el padre y el mío tocaba. Al principio era todo como un juego y ahora también, pero bastante serio.

Pero, ¿sigue siendo divertido?
— Algunas veces (risas). Al principio es duro con instrumentos de cuerda porque son desagradables en cuanto a sonido, afinación, sincronización, etcétera, pero luego, aunque nunca dejas de luchar, notas que te sale música, y eso te atrapa y te quedas ahí. Sientes que es parte de ti.

¿Hay alguna guitarra ideal?
— Es muy difícil elegir solo una para todo porque te ofrecen diferentes cosas. Alo mejor veo a alguien tocando una que es lo contrario a la mía, pero me enamora por algo. Últimamente toco las del maestro Antonio Morales que son muy buenas.

¿Qué ofrecen las de Antonio Morales que las hacen tan buenas?
— De momento jamón, porque nada más llegar me ha puesto un plato de jamón ibérico estupendo (risas). Pero hablando en serio, tienen un sonido particular, muy suyo, sustain y comodidad.

¿Ha habido algún cambio tras lograr el Grammy a mejor álbum flamenco en 2020?
— Hay más demanda a la hora de llamarme de festivales, conciertos y demás. Es algo que te abre muchos caminos y puertas.

No obstante, ha habido poca repercusión por ese Grammy, ¿a qué cree que se debe?
— A que es flamenco. Si lo hubiera ganado cantando pop estaría en todas las televisiones, pero es flamenco y, por desgracia, en España es una música pequeña, pero en el resto del mundo es una música supergrande. Pero este es un tema delicado.

¿Qué busca en su música tras cinco álbumes?
— Tocar con más responsabilidad, pero al final es intentar gustarte a ti mismo y tratar de innovarte, decir cosas que no haya dicho. En resumen: tocar mejor. Ese es el objetivo que siempre está presente y por el que nunca estás contento, pero por suerte la gente de fuera lo ve de otra manera. Desde dentro no ves los escalones que subes o bajas. Eso sí, el día que diga ‘¡qué bien toco!’será cuando todo esto se acabe.

¿Cómo de presente está la figura de Paco de Lucía para usted?
— Al maestro Paco le adoraba. Tuve la suerte de tocar con él y pasar horas charlando. Teníamos una amistad muy bonita. La última vez que estuve con él fue aquí, en el aeropuerto. Veníamos de tocar en Viena y él se quedaba aquí y ayer, al venir, fue como recordar lo que era estar a su lado. Todo lo que veía alrededor era más bonito. El aeropuerto era el más bonito del mundo, el café que tomábamos juntos el más sabroso. Esa era la adoración que tenía por él y ahora, estar en el taller de Antonio Morales, su amigo, es como si él estuviera presente.