El artista José Fiol posa junto a algunos de los retratos robot de los sospechosos del crimen. | Pere Bota

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Un asesinato en una conocida cafetería francesa. La muerte del asesino en una playa de Eivissa. Una teoría que une taxonomía con crimen. La huella de Walter Benjamin. Y todo ello, en el mismo proyecto. De todas estas raíces se nutre L’assassin de l’assassin, proyecto que el artista José Fiol está llevando a cabo como parte de su proceso de investigación en el taller de la Fundació Miró donde lo presenta el viernes. Todo arranca con la muerte de Jean Jaurés, político pacifista francés asesinado en 1914 a manos de Raoul Villain, su rival político. Este hecho, a la larga, inclinaría la entrada de Francia en la Primera Guerra Mundial. El criminal, Villain, tras salir de prisión, se acabó instalando en Eivissa, donde contactó con gente como el hijo de Gauguin o el filósofo Walter Benjamin y la gente le conocía como «el boig del port» y nadie sabía su verdadera identidad.

No obstante, la idílica vida isleña de Villain se truncaría en 1936, cuando fue asesinado sin que se supiera quién acabó con él realmente, aunque se sospecha de milicianos anarquistas. Ese misterio impulsa a Fiol que une teorías criminológicas y reflexiones filosóficas. «Por un lado me he basado en Alphonse Bertillon, quien tomaba medidas de criminales para realizar fichas». Bertillon, básicamente, consideraba que no había individuos iguales, de modo que «antes de que llegara la huella dactilar», defendía que se podía identificar a los criminales si se cotejaban las medidas tomadas.

Por otro lado, Fiol se basa en la teoría de Cesare Lombroso, publicada en L’uomo delinquente, según la cual había una serie de características y rasgos fisiológicos que hacían a algunos individuos más proclives para ser criminales. «A partir de ambas ideas, cogiendo medidas estándar de la época, he moldeado con una impresora 3D varias cabezas que sufren imperfecciones en su materialización». Estos fallos de impresión, de hecho, son buscados, porque hacen que a pesar de ser copias, cada «cabeza sea única», siguiendo en este caso la estela de Benjamin y su texto La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, en la que expone que las copias de las piezas artísticas no son, en sí, obras de arte, y llevan a la muerte de la experiencia estética.

Técnicas varias

Por todo ello, a raíz de las cabezas moldeadas, y con estos datos, Fiol ha comenzado su investigación parapolicial en la que ha buscado el retrato robot del posible asesino del asesino, es decir, de la persona que mató a Raoul Villain, llevando a cabo diferentes reproducciones en otras técnicas, como las serigrafías. El resultado final, aunque no el final del proyecto, son varias láminas de dimensiones considerables con rostros de los «principales sospechosos», las posibles personas que pudieron haber matado a Villain.

Los resultados y el proceso se explican el viernes en el Auditori de la Miró, donde Fiol dará a cabo una visión de conjunto y, además, se proyectará Walter Benjamin en Ibiza, documental de TVE y Capellafilms, a modo de contexto histórico-cultural. Fiol, por su parte, asegura que «no es el final porque planeo seguir investigando y desarrollando el proyecto y, con el tiempo, exponerlo en algún espacio que debería ser institucional porque encaja mejor», detalla el artista que, por una vez, se ha colocado la gabardina de detective en sus pesquisas creativas.