Un momento de la obra ‘Ikimilikiliklik’, que mañana a las 18.00 horas se representa en el Teatre Principal.

TW
0

Un canto centenario sonará mañana en el Teatre Principal de Palma. Una canción popular perdida, de tiempos remotos, rescatada para hacer frente a los miedos más profundos y exteriorizarlos. Se trata de Ikimilikiliklik, título de la obra que la compañía Marie de Jongh representa mañana a las 18.00 horas y que llega con el Premio Nacional de ArtesEscénicas para la Infancia y la Juventud 2018 y el Fetén 2020 al mejor espacio escénico .

Una función que estuvo algo en vilo durante horas por un positivo que, finalmente, fue negativo en el equipo. La realidad, como se pone de manifiesto, pasa las fronteras del teatro. Una misma realidad que el autor, Jokin Oregi, quiso reflejar cuando escribió el cuento que posteriormente dio origen a la obra de teatro con la que aterrizan mañana.

El título, casi impronunciable al principio para los no euscaldunes, hace mención a una «canción popular vasca» que fue «recuperada por Mikel Laboa y se volvió muy conocida». Esta «llevaba a un conjuro de brujas» y fue perfecto por la temática de la obra, que tiene un enfoque destinado a niños y adultos. La historia es la de Martirio, una joven niña que tiene miedo a las brujas y, a medida que pasa la obra, descubrimos que ella misma se ha acabado convirtiendo en una. La escenografía ubica a la Martirio niña junto a la adulta contando la historia y, entre otras cosas, se habla del «miedo a crecer, que es el mayor miedo de los niños porque están acojonados».

Es un espectáculo en el que la magia y las brujas cobran realidad.

Araña

No es de extrañar, opina Oregi, ya que «nos oyen todo el día a los adultos diciendo que el mundo es una mierda», pero el objetivo es «hacer entender a niños y adultos que el miedo existe, sí, pero se supera y se vive con él». Además, la protagonista va acompañada durante toda la obra de uno de los seres vivos que más miedo provocan: una araña bailarina que es, a su vez, interpretada por una bailarina. El autor y director indica que «los niños que ven la obra, al ver contar miedos que ellos tienen por una persona adulta se sienten identificados, pero no hay moraleja final ni nada».

Una temática que está más a la orden del día que nunca gracias a la visibilización de la salud mental. Oregi, sobre esto, exclama que «exteriorizar nuestros temores para objetivizarlos y, así, compartirlos. De esta manera vemos que otras personas también los sufren y es así como podemos ayudarnos los unos a los otros», apostilla. Lo contrario a esto último es, de hecho, el mayor miedo del propio Oregi: «Que perdamos la capacidad de escucharnos, la solidaridad y la compasión» y cita al texto mismo cuando se dice que «si dedicáramos un tiempo a escuchar a los demás, ¿cuántos problemas se solventarían?», se pregunta.