Francesc Bonnín, director del centro, en el depósito bajando un título. | M. À. Cañellas

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Con motivo del Día Mundial del Patrimonio Audiovisual, que se celebra este miércoles, las entrañas del Arxiu del So i de la Imatge de Mallorca se abren para este diario con el objetivo doble de dar a conocer la labor de sus empleados, con Francesc Bonnín a la cabeza como director, y para reivindicar la importancia de mantener y restaurar un pasado que está más cerca de lo que parece.

Bonnín, rodeado de cámaras antiguas y material de conservación, explica que la labor que él y sus compañeros realizan es «localizar, recuperar, catalogar, conservar y difundir el patrimonio fotográfico y audiovisual», algo que hacen con dedicación y, ciertamente, pasión palpable. Son pocos, pero bien avenidos. El material videográfico es «muy cuantioso» porque recogen «todos los brutos de productoras locales», lo que suma miles de cintas, mientras que el «cinematográfico es relativamente pequeño, aunque con un buen fondo». Esta diferencia se debe a la «difícil conservación del segundo».

Resultados

A pesar de ello, los resultados son patentes en cuanto a este material. Por ejemplo, hoy mismo Bonnín asistirá en Madrid al estreno en el Cine Doré de El jefe político, cinta de André Hugon de 1926 rodada en Mallorca. Se trata de un trabajo conjunto entre la Filmoteca Española y el Arxiu y supone «una gran satisfacción por poder ver el final de un trabajo tan duradero como este», destaca Bonnín.

Un trabajo que consiste en muchas facetas. Por un lado, debido a los limitados medios, Bonnín indica que «el material a color es mucho más inestable que el blanco y negro, y requiere condiciones específicas de conservación. La casa Kodak tiene sus fondos de color en unas minas a entre 2 y 3 grados, pero ¿quién puede pagar eso? Nos conformamos con unas condiciones de humedad y temperatura estables que no dañen nada».

Dicho de otro modo, «al blanco y negro le va muy bien, y al color le podía ir peor», hallando un equilibrio ideal que «no evita el deterioro, pero lo ralentiza».

A ello se suma el gran trabajo de documentación e investigación para rellenar las fichas. «Tenemos un fondo bibliográfico e intentamos averiguar dónde se han grabado o hecho fotografías, quién las tomó, etcétera». Hace poco, de hecho, entró un álbum de instantáneas tomadas durante la Guerra Civil con todas las imágenes explicadas por el autor, «algo muy poco habitual, pero que se agradece mucho», dice.

Por último, Bonnín destaca que las viejas cintas de vídeo caseras «están despertando mucho interés» para documentalistas o investigadores. «Son una fuente de información sobre costumbres, ropas, paisajes, etcétera, y cada vez nos piden más», por lo que anima a quienes tengan estos materiales a que, si quiere, los entreguen porque podrían suponer un pequeño tesoro desconocido.

En esta línea, Bonnín expresa que desearía tener algo más de «equipo humano» para poder trabajar más y mejor, ya que «todo el material analógico existente es finito, y se acabará», a diferencia de lo digital que «a lo que no se está tan apegado» porque es más difícil tirar un álbum de fotos que borrarlas del móvil.